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“Eres libre de elegir, pero serás prisionero de tus consecuencias.” Pablo Neruda

​Vacaciones y coronavirus ¿una combinación explosiva?

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Estamos en unos momentos que se podrían considerar de transición, una etapa en la que la pandemia del coronavirus parece haber entrado en una fase de retirada y en la que quienes dirigen el país debieran tener en cuenta que cualquier decisión precipitada que decidan tomar puede tener resultados inesperados que nos conduzcan a una reactivación de la epidemia o que nos vuelvan a situar ante la duda de si se puede reactivar la actividad normal de nuestra economía o, por el contrario, fuere necesario retrasarlo para evitar que la pandemia pudiera llevarnos a una situación igual o peor a aquella con la que nos atacó hace apenas dos meses.

Es obvio que España necesita que, cuanto antes, la normalidad se instale en el sector industrial, laboral, social y financiero. Sin embargo, hay un aspecto en todo lo que se ha ido tramitando bajo el amparo del famoso estado de “alarma” del que se ha valido el gobierno para poder asumir el mando único de la gestión de la pandemia que, poco o nada, ha tenido que ver con el virus Covid 19 y sí mucho con los intereses políticos del ejecutivo del señor Pedro Sánchez que le han permitido tramitar una serie de normas prescindiendo del debate en el Congreso, como ha sido el caso de la Ley sobre la “renta mínima vital”, uno de los logros del señor Pablo Iglesias, cuyo coste para el erario público ( y los bolsillos de los contribuyentes), se estima en más de 5.500 millones de euros. Igualmente la señora I. Celaá ha aprovechado que el Pisuerga pasa por Valladolid para poner en marcha un nuevo engendro educativo, conocido como la Ley Celaá que amenaza con convertir a nuestros jóvenes en los peores licenciados de toda la comunidad europea y, de paso, los más adoctrinados de todos ellos.

Pero, donde estamos entrando en un espacio delicado, a punto de cometer el error más garrafal de los muchos que ya lleva contabilizados este Gobierno, es en lo referente a este pacto a espaldas del Parlamento, urdido dentro del más puro secretismo propio de todos aquellos compromisos que se preparan a hurtadillas del pueblo y, evidentemente, que nada tienen que ver con lo que un Estado de alarma por causa de un virus, le permite hacer a ningún gobierno que actúa respetando la legalidad, que actúa honestamente y que respeta las formas democráticas. Un pacto que, para más INRI, se ha celebrado con un partido, Bildu, heredero de la ETA, en rebelión perenne contra el Estado español, separatista y seguidor de los principios etarras aunque, en vez de matar como lo hacía ETA, se dedican a extorsionar, manifestarse, apoyar a los presos etarras y hacerles la vida imposible a todos aquellos españoles que se ven obligados a vivir en aquella comunidad autónoma vasca.

Ya lo habrán adivinado, se trata del compromiso del PSOE del país vasco, Unidas Podemos y Bildu de “derogar íntegramente la reforma laboral del PP del 2012”, sin tener en cuenta la opinión del resto de formaciones políticas ni utilizar la vía parlamentaria que, para una cuestión semejante, sería el procedimiento reglamentario. Y todo ello con la circunstancia añadida de que, una parte importante del PSOE, estaba en la ignorancia respeto a lo que la dirección y sus más directos seguidores estaban maquinando para que tal contubernio se pudiera llevar a cabo. Como se podía esperar se ha levantado en la oposición y en muchos otros sectores de izquierdas el natural revuelo ante una cacicada semejante, que no puede más que causar asombro y desconcierto, cuando no indignación en Europa, que fue la que insistió ante Rajoy para que esta reforma laboral se llevara a cabo.

De pronto es como si, al ejecutivo, le hayan entrado las prisas después de que haya tenido confinado al país durante más de sesenta días, mediante el uso del estado de alarma, con la doble intención de luchar en contra de la pandemia del Covid 19 y, además, con la intención de utilizarlo en favor de las conveniencias políticas del propio Gobierno, de modo que han podido tomar decisiones, ajenas por completo a lo relativo a la epidemia del virus y su extinción, que les han permitido seguir avanzando en lo que son sus intereses de ir conduciendo a España hacia un país hecho según el modelo de los países en los que no existe la democracia y sí la tiranía y la opresión. Y cuando el señor Sánchez ha comprobado que, cada vez que lo intenta, le cuesta más obtener apoyos para conseguir ir aprobando nuevos estados de alarma, especialmente en esta última ocasión en la que pretendía conseguir una prórroga de un mes entero, a lo que se ha visto obligado a renunciar, y viendo que cada vez la opinión pública se iba alzando más contra este estado de cosas y la forma en la que iban dirigiendo la campaña en contra del coronavirus, sin atender a las observaciones que se le hacían desde todas las comunidades autónomas y partidos de la oposición; ha pretendido darle un giro a la situación volviendo a su habitual costumbre de ir repartiendo “regalos” a los españoles para intentar que se olviden de la forma abusiva con la que ha estado gestionando el estado de alarma durante el tiempo que le ha convenido mantenerlo, al tiempo que ha decidido cambiar de método..

De pronto le han entrado las prisas, lo que antes parecía prohibido se ha convertido en factible, los primeros síntomas de mejora que se han venido dando en los últimos días, les han servido a nuestros gobernantes para abrir la espita de las libertades que estaban restringidas, al dar pasos rápidos hacia el desconfinamiento de las personas, permitir una rápido retorno a la “normalidad” permitiendo que en pocos días, pasar de la época “0” a la 1 y de ésta a que, una gran parte de la nación, ya pueda disfrutar de la 2 con el anuncio de que a fines de junio ya podamos regresar a la normalidad, sin tener en cuenta que existen muchos factores que pueden dar al traste con este nuevo cuento de la lechera. En efecto, si es cierto que, afortunadamente, han disminuido las muertes debidas al virus y que los contagios se mantienen en cotas más bajas, mientras que, por otra parte, se hace urgente volver al trabajo, a la producción, a la actividad comercial y la apertura de hoteles, bares y demás comercios, no lo es menos que existe la posibilidad de que, las medidas higiénicas y las distancias mínimas que deben respetarse entre las personas, corren el riesgo de que, si se aceleran en exceso las facilidades para que el pueblo vuelva a su modus vivendi habitual y conocida la habitual tendencia de muchos españoles a pensar que las normas están hechas para transgredirlas y, en algunos casos, en que no les afectaban directamente por considerarse por encima del resto de ciudadanos; existe el riesgo de que esta aceleración pueda dar lugar a un rebrote inoportuno de la pandemia, que pudiera dar al traste con todo el esfuerzo que ha sido preciso hacer para intentar dominarla.

Todos hemos podido ver por las TV playas llenas de bañistas sin respetar las distancias mínimas obligatorias, en las que grandes grupos de personas estaban infringiendo las normas y lo mismo se puede decir de “botellones” de juventud, en los que se bebía sin respetar el número de personas que permitía estar reunidas ni las distancias ordenadas entre ellas. El discutido uso de las mascarillas ha sido uno de los temas en los que el propio Gobierno se ha mostrado más despistado hasta que, por fin, ha decidido que seguía siendo obligatorio su uso; sin embargo, son muchas las personas que las llevan colgando de las orejas sin tapar nariz ni boca, otras ni las llevan y otras las llevan colgadas de la mano como si, su uso, se limitara a cargar con ellas sin que fuera necesario ponérselas.

Pero estos últimos días el número de muertes y contagios, si bien no ha sido alarmante, no sólo no ha disminuido sino que ha aumentado, por ejemplo, las muertes del día de ayer fueron de 70 fallecidos y los contagios de 246, superando los del día anterior. Y la pregunta que tendríamos que hacernos sería la siguiente: ¿es prudente que, estando en una situación de estancamiento de la epidemia, sin que exista vacuna alguna para prevenir su reactivación; sin que se haya encontrado un medicamento contrastado que sea capaz de acabar con ella y cuando todo el mundo coincide en que, el único recurso para dominarla y parar su contagio, se ha demostrado ser el confinamiento del personal en sus domicilios y el mantener alejadas las personas, las unas de las otras, el hecho de que se dé suelta a millones de personas para que, confiando en que van a respetar las normas establecidas, regresen a la cotidianidad cuando, por otra parte, vamos a entrar en unos meses de verano en el que lo lógico es que las personas acudan a eventos o reuniones, playas o acontecimientos en los que es muy difícil garantizar que se van a respetar las reglas establecidas.

Estamos de acuerdo en que es preciso recobrar la actividad económica y que no se puede estar más tiempo pendiente del Covid 19, dejando al país en situación de quiebra nacional; pero tenemos la impresión de que, el Gobierno, si cuando apareció el virus en España se durmió antes de decidirse a actuar, por intereses políticos, permitiendo que se celebrara la magna manifestación feminista del mes de marzo, a la que se atribuyen los numerosos contagios en la comunidad madrileña; ahora, cuando la embestida del coronavirus parece que está amainando, pensamos que puede que se esté adelantando, también por cuestiones políticas, el dar facilidades para que el personal recobre las libertades a las que tiene derecho, con una rapidez que es posible que no esté justificada, si tenemos en cuenta que estamos ante una epidemia mundial que, en cualquier momento, puede volver a reproducirse a causa de la imprudencia de unos pocos, si es que las autoridades del país no toman las precauciones y medidas necesarias y convenientes para evitar que esto pueda volver a suceder.

Así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, tan malo puede ser el retrasarse en aceptar que hay un problema, como ha sido el caso de España respecto al coronavirus, al que hay que se debía hacer frente, como el que, sin que exista una seguridad de que no pueda reproducirse la pandemia, permitir que se intente recobrar una situación de normalidad, sin estar convencidos plenamente de que se hace con todas las garantías científicas de que el regreso a la normalidad no vaya a suponer el que, España, pueda exponerse a lo que ya sería la puntilla definitiva para los españoles, si es que tuviéramos que pasar, nuevamente, por la caótica situación por la que lo hemos hecho. Y aquí nos parece que vendría a cuento aquella reflexión de Suetonio sobre el emperador Augusto, del que decía que pensaba que no había nada que conviniera menos al perfecto jefe que la precipitación y la temeridad. Por eso se expresaba con frecuencia, en griego, utilizando aquel oxímoron: “apresúrate despacio”.

​Vacaciones y coronavirus ¿una combinación explosiva?

“Eres libre de elegir, pero serás prisionero de tus consecuencias.” Pablo Neruda
Miguel Massanet
martes, 26 de mayo de 2020, 08:44 h (CET)

Estamos en unos momentos que se podrían considerar de transición, una etapa en la que la pandemia del coronavirus parece haber entrado en una fase de retirada y en la que quienes dirigen el país debieran tener en cuenta que cualquier decisión precipitada que decidan tomar puede tener resultados inesperados que nos conduzcan a una reactivación de la epidemia o que nos vuelvan a situar ante la duda de si se puede reactivar la actividad normal de nuestra economía o, por el contrario, fuere necesario retrasarlo para evitar que la pandemia pudiera llevarnos a una situación igual o peor a aquella con la que nos atacó hace apenas dos meses.

Es obvio que España necesita que, cuanto antes, la normalidad se instale en el sector industrial, laboral, social y financiero. Sin embargo, hay un aspecto en todo lo que se ha ido tramitando bajo el amparo del famoso estado de “alarma” del que se ha valido el gobierno para poder asumir el mando único de la gestión de la pandemia que, poco o nada, ha tenido que ver con el virus Covid 19 y sí mucho con los intereses políticos del ejecutivo del señor Pedro Sánchez que le han permitido tramitar una serie de normas prescindiendo del debate en el Congreso, como ha sido el caso de la Ley sobre la “renta mínima vital”, uno de los logros del señor Pablo Iglesias, cuyo coste para el erario público ( y los bolsillos de los contribuyentes), se estima en más de 5.500 millones de euros. Igualmente la señora I. Celaá ha aprovechado que el Pisuerga pasa por Valladolid para poner en marcha un nuevo engendro educativo, conocido como la Ley Celaá que amenaza con convertir a nuestros jóvenes en los peores licenciados de toda la comunidad europea y, de paso, los más adoctrinados de todos ellos.

Pero, donde estamos entrando en un espacio delicado, a punto de cometer el error más garrafal de los muchos que ya lleva contabilizados este Gobierno, es en lo referente a este pacto a espaldas del Parlamento, urdido dentro del más puro secretismo propio de todos aquellos compromisos que se preparan a hurtadillas del pueblo y, evidentemente, que nada tienen que ver con lo que un Estado de alarma por causa de un virus, le permite hacer a ningún gobierno que actúa respetando la legalidad, que actúa honestamente y que respeta las formas democráticas. Un pacto que, para más INRI, se ha celebrado con un partido, Bildu, heredero de la ETA, en rebelión perenne contra el Estado español, separatista y seguidor de los principios etarras aunque, en vez de matar como lo hacía ETA, se dedican a extorsionar, manifestarse, apoyar a los presos etarras y hacerles la vida imposible a todos aquellos españoles que se ven obligados a vivir en aquella comunidad autónoma vasca.

Ya lo habrán adivinado, se trata del compromiso del PSOE del país vasco, Unidas Podemos y Bildu de “derogar íntegramente la reforma laboral del PP del 2012”, sin tener en cuenta la opinión del resto de formaciones políticas ni utilizar la vía parlamentaria que, para una cuestión semejante, sería el procedimiento reglamentario. Y todo ello con la circunstancia añadida de que, una parte importante del PSOE, estaba en la ignorancia respeto a lo que la dirección y sus más directos seguidores estaban maquinando para que tal contubernio se pudiera llevar a cabo. Como se podía esperar se ha levantado en la oposición y en muchos otros sectores de izquierdas el natural revuelo ante una cacicada semejante, que no puede más que causar asombro y desconcierto, cuando no indignación en Europa, que fue la que insistió ante Rajoy para que esta reforma laboral se llevara a cabo.

De pronto es como si, al ejecutivo, le hayan entrado las prisas después de que haya tenido confinado al país durante más de sesenta días, mediante el uso del estado de alarma, con la doble intención de luchar en contra de la pandemia del Covid 19 y, además, con la intención de utilizarlo en favor de las conveniencias políticas del propio Gobierno, de modo que han podido tomar decisiones, ajenas por completo a lo relativo a la epidemia del virus y su extinción, que les han permitido seguir avanzando en lo que son sus intereses de ir conduciendo a España hacia un país hecho según el modelo de los países en los que no existe la democracia y sí la tiranía y la opresión. Y cuando el señor Sánchez ha comprobado que, cada vez que lo intenta, le cuesta más obtener apoyos para conseguir ir aprobando nuevos estados de alarma, especialmente en esta última ocasión en la que pretendía conseguir una prórroga de un mes entero, a lo que se ha visto obligado a renunciar, y viendo que cada vez la opinión pública se iba alzando más contra este estado de cosas y la forma en la que iban dirigiendo la campaña en contra del coronavirus, sin atender a las observaciones que se le hacían desde todas las comunidades autónomas y partidos de la oposición; ha pretendido darle un giro a la situación volviendo a su habitual costumbre de ir repartiendo “regalos” a los españoles para intentar que se olviden de la forma abusiva con la que ha estado gestionando el estado de alarma durante el tiempo que le ha convenido mantenerlo, al tiempo que ha decidido cambiar de método..

De pronto le han entrado las prisas, lo que antes parecía prohibido se ha convertido en factible, los primeros síntomas de mejora que se han venido dando en los últimos días, les han servido a nuestros gobernantes para abrir la espita de las libertades que estaban restringidas, al dar pasos rápidos hacia el desconfinamiento de las personas, permitir una rápido retorno a la “normalidad” permitiendo que en pocos días, pasar de la época “0” a la 1 y de ésta a que, una gran parte de la nación, ya pueda disfrutar de la 2 con el anuncio de que a fines de junio ya podamos regresar a la normalidad, sin tener en cuenta que existen muchos factores que pueden dar al traste con este nuevo cuento de la lechera. En efecto, si es cierto que, afortunadamente, han disminuido las muertes debidas al virus y que los contagios se mantienen en cotas más bajas, mientras que, por otra parte, se hace urgente volver al trabajo, a la producción, a la actividad comercial y la apertura de hoteles, bares y demás comercios, no lo es menos que existe la posibilidad de que, las medidas higiénicas y las distancias mínimas que deben respetarse entre las personas, corren el riesgo de que, si se aceleran en exceso las facilidades para que el pueblo vuelva a su modus vivendi habitual y conocida la habitual tendencia de muchos españoles a pensar que las normas están hechas para transgredirlas y, en algunos casos, en que no les afectaban directamente por considerarse por encima del resto de ciudadanos; existe el riesgo de que esta aceleración pueda dar lugar a un rebrote inoportuno de la pandemia, que pudiera dar al traste con todo el esfuerzo que ha sido preciso hacer para intentar dominarla.

Todos hemos podido ver por las TV playas llenas de bañistas sin respetar las distancias mínimas obligatorias, en las que grandes grupos de personas estaban infringiendo las normas y lo mismo se puede decir de “botellones” de juventud, en los que se bebía sin respetar el número de personas que permitía estar reunidas ni las distancias ordenadas entre ellas. El discutido uso de las mascarillas ha sido uno de los temas en los que el propio Gobierno se ha mostrado más despistado hasta que, por fin, ha decidido que seguía siendo obligatorio su uso; sin embargo, son muchas las personas que las llevan colgando de las orejas sin tapar nariz ni boca, otras ni las llevan y otras las llevan colgadas de la mano como si, su uso, se limitara a cargar con ellas sin que fuera necesario ponérselas.

Pero estos últimos días el número de muertes y contagios, si bien no ha sido alarmante, no sólo no ha disminuido sino que ha aumentado, por ejemplo, las muertes del día de ayer fueron de 70 fallecidos y los contagios de 246, superando los del día anterior. Y la pregunta que tendríamos que hacernos sería la siguiente: ¿es prudente que, estando en una situación de estancamiento de la epidemia, sin que exista vacuna alguna para prevenir su reactivación; sin que se haya encontrado un medicamento contrastado que sea capaz de acabar con ella y cuando todo el mundo coincide en que, el único recurso para dominarla y parar su contagio, se ha demostrado ser el confinamiento del personal en sus domicilios y el mantener alejadas las personas, las unas de las otras, el hecho de que se dé suelta a millones de personas para que, confiando en que van a respetar las normas establecidas, regresen a la cotidianidad cuando, por otra parte, vamos a entrar en unos meses de verano en el que lo lógico es que las personas acudan a eventos o reuniones, playas o acontecimientos en los que es muy difícil garantizar que se van a respetar las reglas establecidas.

Estamos de acuerdo en que es preciso recobrar la actividad económica y que no se puede estar más tiempo pendiente del Covid 19, dejando al país en situación de quiebra nacional; pero tenemos la impresión de que, el Gobierno, si cuando apareció el virus en España se durmió antes de decidirse a actuar, por intereses políticos, permitiendo que se celebrara la magna manifestación feminista del mes de marzo, a la que se atribuyen los numerosos contagios en la comunidad madrileña; ahora, cuando la embestida del coronavirus parece que está amainando, pensamos que puede que se esté adelantando, también por cuestiones políticas, el dar facilidades para que el personal recobre las libertades a las que tiene derecho, con una rapidez que es posible que no esté justificada, si tenemos en cuenta que estamos ante una epidemia mundial que, en cualquier momento, puede volver a reproducirse a causa de la imprudencia de unos pocos, si es que las autoridades del país no toman las precauciones y medidas necesarias y convenientes para evitar que esto pueda volver a suceder.

Así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, tan malo puede ser el retrasarse en aceptar que hay un problema, como ha sido el caso de España respecto al coronavirus, al que hay que se debía hacer frente, como el que, sin que exista una seguridad de que no pueda reproducirse la pandemia, permitir que se intente recobrar una situación de normalidad, sin estar convencidos plenamente de que se hace con todas las garantías científicas de que el regreso a la normalidad no vaya a suponer el que, España, pueda exponerse a lo que ya sería la puntilla definitiva para los españoles, si es que tuviéramos que pasar, nuevamente, por la caótica situación por la que lo hemos hecho. Y aquí nos parece que vendría a cuento aquella reflexión de Suetonio sobre el emperador Augusto, del que decía que pensaba que no había nada que conviniera menos al perfecto jefe que la precipitación y la temeridad. Por eso se expresaba con frecuencia, en griego, utilizando aquel oxímoron: “apresúrate despacio”.

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