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Las contradicciones detrás de las nuevas medidas del Primer Ministro Británico

​Boris y Virus

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El domingo 10 en la noche Boris Johnson emitió un breve mensaje en el cual sostiene que el Reino Unido ya pasó por el pico de la pandemia y debe ir bajando del nivel 4 al 3 de alerta máxima. Esto implica que la consigna central ya no ha de ser “Quédate en casa” sino “Alerta ante el Virus”.

A nivel práctico ello implica que desde el miércoles la gente va a poder jugar en los parques, que en junio se abrirían tiendas y escuelas primarias y en julio muchos hoteles y restaurantes. El Jefe del Gobierno indica que estas medidas son condicionales a que la pandemia vaya bajando.

Lo más controversial de su nuevo plan es que pide que los trabajadores ya se reincorporen a sus empresas y fábricas. Si pueden labrar desde sus domicilios está bien, pero si no deben regresar a sus centros de empleo preferentemente caminando, en bicicletas o en autos, mientras que en el trasporte público se conservará distancia social.

Johnson sostuvo que el país está entre dos grandes peligros: uno es el del virus y otro es el declive económico. Esto se traduce en una pugna entre los sectores empresariales ligados a su propio Partido Conservador que se centran en mantener las tasas de ganancias y los sindicatos, así como los gobiernos de Escocia, Gales, Irlanda del Norte y Londres quienes buscan mantener la cuarentena para proteger a la población.

El Reino Unido ya es la mayor potencia europea en términos de muertos por el COVID-19, los mismos que en relación al número de habitantes sobrepasan a los de EEUU. Además, UK tiene la mayor tasa de fallecidos por enfermos recuperados.

Las medidas de relajamiento gradual que se han dado en Alemania han resultado en un nueva alza de la cantidad de contagiados y defunciones por el coronavirus. Este es el peligro que puede darse ahora.

Los sindicatos creen que hay una contradicción entre el planteo de demandar el retorno a los centros laborales y el mantenerse lo más alejado posible del transporte público. Además, insisten en que se está poniendo en peligro muchas vidas de los trabajadores. Dentro de las medidas planteadas por Johnson no se encuentran la obligatoriedad de usar máscaras, cubrecaras, guantes, mandiles y geles o que éstos les sean proveídos gratuitamente. Los médicos
que se reduce ampliamente la propagación del virus cuando todos usan mascarillas.



El nuevo Líder de la Oposición, el laborista Sir Kir Starmer, constantemente acusa al gobierno de haber demorado mucho en decretar la cuarentena y el distanciamiento social, en adquirir equipos de protección personal para el personal de salud o en realizar exámenes masivos para la población ante el virus.

Muchos recuerdan que cuando en Reino Unido ya se habían dado los primeros casos del coronavirus Johnson se ufanaba de ir a los hospitales a darles la mano a todos. La idea que primaba en su gobierno era la de fomentar la inmunidad mediante contagios selectivos, algo que al propio Primer Ministro casi le cuesta la vida.

La gran ventaja que tiene Johnson es que cuenta con una sólida mayoría parlamentaria absoluta pero sus medidas pueden ir generando un mayor cisma interno, tanto a nivel de organizaciones de clase como regionales. Los tres países que componen el Reino Unido y que tienen sus propias asambleas o parlamentos no quieren bajar la cuarentena y quieren mantener las mismas restricciones que han venido rigiendo.

Johnson, por su parte, sabe que está jugando con fuego. Si bien, por un lado tiene las fuertes presiones de los gobiernos nacionales y locales, por el otro la principal base social de su partido, el sector empresarial, urge de cierta reactivación pues temen bancarrotas, quiebras y recesión.

Nuevamente el debate se encuentra entre optar por la salud de la población o la de la economía. El problema es que todos aquellos gobiernos que optaron por el segundo camino, como el brasileño de Jair Bolsonaro o el norteamericano de Donald Trump, al final han sido más castigados económicamente debido al gran incremento de la cifra de enfermos y fatalidades producidas por el virus. Y, esto último, les ha llevado a tener que desacelerar mucho más la producción que si es que hubieran tomados drásticas medidas de prevención contra el virus, tal y cual lo hicieron países de diverso signo ideológico cercanos a China como Vietnam o Nueva Zelandia.

​Boris y Virus

Las contradicciones detrás de las nuevas medidas del Primer Ministro Británico
Isaac Bigio
lunes, 11 de mayo de 2020, 09:57 h (CET)

El domingo 10 en la noche Boris Johnson emitió un breve mensaje en el cual sostiene que el Reino Unido ya pasó por el pico de la pandemia y debe ir bajando del nivel 4 al 3 de alerta máxima. Esto implica que la consigna central ya no ha de ser “Quédate en casa” sino “Alerta ante el Virus”.

A nivel práctico ello implica que desde el miércoles la gente va a poder jugar en los parques, que en junio se abrirían tiendas y escuelas primarias y en julio muchos hoteles y restaurantes. El Jefe del Gobierno indica que estas medidas son condicionales a que la pandemia vaya bajando.

Lo más controversial de su nuevo plan es que pide que los trabajadores ya se reincorporen a sus empresas y fábricas. Si pueden labrar desde sus domicilios está bien, pero si no deben regresar a sus centros de empleo preferentemente caminando, en bicicletas o en autos, mientras que en el trasporte público se conservará distancia social.

Johnson sostuvo que el país está entre dos grandes peligros: uno es el del virus y otro es el declive económico. Esto se traduce en una pugna entre los sectores empresariales ligados a su propio Partido Conservador que se centran en mantener las tasas de ganancias y los sindicatos, así como los gobiernos de Escocia, Gales, Irlanda del Norte y Londres quienes buscan mantener la cuarentena para proteger a la población.

El Reino Unido ya es la mayor potencia europea en términos de muertos por el COVID-19, los mismos que en relación al número de habitantes sobrepasan a los de EEUU. Además, UK tiene la mayor tasa de fallecidos por enfermos recuperados.

Las medidas de relajamiento gradual que se han dado en Alemania han resultado en un nueva alza de la cantidad de contagiados y defunciones por el coronavirus. Este es el peligro que puede darse ahora.

Los sindicatos creen que hay una contradicción entre el planteo de demandar el retorno a los centros laborales y el mantenerse lo más alejado posible del transporte público. Además, insisten en que se está poniendo en peligro muchas vidas de los trabajadores. Dentro de las medidas planteadas por Johnson no se encuentran la obligatoriedad de usar máscaras, cubrecaras, guantes, mandiles y geles o que éstos les sean proveídos gratuitamente. Los médicos
que se reduce ampliamente la propagación del virus cuando todos usan mascarillas.



El nuevo Líder de la Oposición, el laborista Sir Kir Starmer, constantemente acusa al gobierno de haber demorado mucho en decretar la cuarentena y el distanciamiento social, en adquirir equipos de protección personal para el personal de salud o en realizar exámenes masivos para la población ante el virus.

Muchos recuerdan que cuando en Reino Unido ya se habían dado los primeros casos del coronavirus Johnson se ufanaba de ir a los hospitales a darles la mano a todos. La idea que primaba en su gobierno era la de fomentar la inmunidad mediante contagios selectivos, algo que al propio Primer Ministro casi le cuesta la vida.

La gran ventaja que tiene Johnson es que cuenta con una sólida mayoría parlamentaria absoluta pero sus medidas pueden ir generando un mayor cisma interno, tanto a nivel de organizaciones de clase como regionales. Los tres países que componen el Reino Unido y que tienen sus propias asambleas o parlamentos no quieren bajar la cuarentena y quieren mantener las mismas restricciones que han venido rigiendo.

Johnson, por su parte, sabe que está jugando con fuego. Si bien, por un lado tiene las fuertes presiones de los gobiernos nacionales y locales, por el otro la principal base social de su partido, el sector empresarial, urge de cierta reactivación pues temen bancarrotas, quiebras y recesión.

Nuevamente el debate se encuentra entre optar por la salud de la población o la de la economía. El problema es que todos aquellos gobiernos que optaron por el segundo camino, como el brasileño de Jair Bolsonaro o el norteamericano de Donald Trump, al final han sido más castigados económicamente debido al gran incremento de la cifra de enfermos y fatalidades producidas por el virus. Y, esto último, les ha llevado a tener que desacelerar mucho más la producción que si es que hubieran tomados drásticas medidas de prevención contra el virus, tal y cual lo hicieron países de diverso signo ideológico cercanos a China como Vietnam o Nueva Zelandia.

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