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Opinión
Etiquetas | Política | Pedro Sánchez | Pablo Iglesias
El presidente siguiendo la misma estela de Fidel Castro y su proverbial incontinencia verbal

​Las comparecencias, tediosas y cargantes, de Sánchez en las TV

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Estamos seguros de que forma parte de la estrategia de este Rasputín que dirige la política de la Moncloa, al menos hasta ahora, este personaje que prefiere mantenerse entre bastidores, pero que tiene unas gran influencia en el gobierno de Pedro Sánchez y sus adláteres; un sujeto que hasta hace muy poco era un verdadero desconocido para la mayoría de los españoles, pero que ha ido cobrando fama a medida que el PSOE ha ido inclinándose hacia una izquierda más extrema, para congraciarse con todos aquellos que harían un pacto con el mismo Belcebú si con ello consiguieran borrar a la derecha del mapa político.

Si señores, este personajillo de apariencia inofensiva, pero que ha conseguido tener un gran predicamento sobre Pedro Sánchez, conocido como Iván Redondo, el jefe del Gabinete de la Presidencia del Gobierno de P. Sánchez, capaz de pronunciar frases como esta. “El líder piensa en el futuro inmediato, pero el estadista piensa en las siguientes generaciones, tiene un proyecto claro de hacia dónde tiene que ir su país en los próximos veinte años” y, todo ello, haciendo referencia a nuestro actual presidente al que incomprensiblemente califica de gran estadista, y en su forma de enfocar la crisis del coronavirus cuando, la realidad de lo que es la forma de actuar de Sánchez, nada tiene que ver con el futuro, un futuro que sólo el señor Redondo parece ver con optimismo y que lleva aparejado, según el Banco de España, el FMI, el BCE y la prácticas mayoría de las instituciones y expertos en cuestiones económicas, una caída brutal del IBI, un aumento de la carga impositiva, un acrecentamiento brutal del paro, especialmente en España, que podríamos llegar a alcanzar los 20 millones de parados, una nueva crisis económica de incalculables consecuencias y el anuncio de que nadie se haga ilusiones de que podamos volver a un estado de bienestar como el que tuvimos hasta que, el señor Iglesias y su troupe de Podemos irrumpieron en la escena política y consiguieron que la “vieja” y “rencorosa” izquierda española los adoptara como tabla de salvación, para iniciar su plan de revancha contra Franco y su victoria contra el Frente Popular.


Seguramente el señor Redondo, el más que probable artífice del intento de retrasar el reconocimiento de la presencia del coronavirus en España, fue el que decidió que se celebrase la manifestación feminista del 9 de marzo, el que ha venido escenificando las pariciones ante las cámaras de ministros y del inefable señor Fernando Simó, diariamente, para darnos la secuencia oficial ( no real, por supuesto) de la marcha del Covid 19, de sus contagios, de sus muertos y de sus consecuencias para la ciudadanía y la economía de nuestra nación. Pero donde se ha visto la mano de este caballero de aspecto inofensivo, sin duda ha sido en este maratón de apariciones del señor Sánchez en las pantallas de todas la TV nacionales, en un despliegue colosal de la propaganda gubernamental y, a la vez, un penoso espectáculo de maniqueísmo político que podríamos situar en el mismo contexto de aquella frase de Nicolás Maquiavelo: “En general los hombres juzgan más por los ojos que por la inteligencia, pues todos pueden ver, pero pocos comprenden lo que ven.”


Y es que el señor Sánchez , aparte de ser un maestro del engaño, de la mentira, de la descalificación y del autobombo, pretende también ser un buen actor, algo que no ha conseguido por mucho que lo intenta, debido a que sus esfuerzos en adoptar posturas de humildad, de estadista, de negociador o de estar empeñado en el bien de España y de los españoles, nunca lo consigue y, si lo hace, será únicamente para este grupo de adictos de la extrema izquierda para quienes la verdad no importa y lo único que les interesa es conseguir eliminar de España a todos aquellos que se oponen a sus intentos de trocearla y destruirla. Resultaría hasta cómico verle aparecer, cada noche, ante las pantallas de nuestros televisores, para representar su particular sainete, su especial sermón del milagro de los panes y los peces (cuando se refiere a “los grandes avances en la erradicación del coronavirus”)o sus intentos de ir colando de matute, en sus maratonianas disquisiciones, aquellos argumentos que entiende que pueden favorecerle o aquellas palabras cargadas de demagógicas intenciones que él está convencido de que van a hacer que el pueblo español se olvide de lo que ha sido su catastrófica gestión de la pandemia del Covid 19 y de sus incalculables repercusiones en el orden económico, agravadas por los intentos de las izquierdas de darle un vuelco a nuestro sistema democrático de gobierno, para implantar uno de estos regímenes políticos centrados en la estatalización de la producción, el aumento del gasto público, la nacionalización de las empresas y el control coercitivo de las libertades personales de los ciudadanos. En definitiva este sistema que todos conocemos como totalitario y dictatorial.


Resulta patético, para cualquier persona que sepa leer las intenciones de estos personajes, analizar sus expresiones o interpretar lo que esconden detrás de cada una de sus palabras, cuando éstas esconden una doble finalidad: la de resultar agradables de oír para la audiencia y a la vez, llevan una carga de argucia y engaño destinada a convencer a su auditorio de aquello que les interesa que haga mella en su cerebro. La cara de angustia (o de restreñido) que pone el señor Pedro Sánchez en sus apariciones en la TV, como si verdaderamente estuviera abrumado por una angustiosa y real preocupación a causa de los efectos dañinos de la epidemia, intentando explicar a los españoles que el Gobierno, su gobierno, en todo momento ha antepuesto los intereses del pueblo, su salud y su bienestar económico a lo que eran sus intereses personales, de partido, de orden electoral o de ideario político, algo fácilmente demostrable cuando, a pesar de que se les venía advirtiendo, a él y su gobierno, de que existía un peligro inminente de contagio, de que el virus ya había dado señales de estar presente en España desde el mes de Enero y de que se trataba de una pandemia capaz de un gran contagio y, lo que era aún más grave, que era capaz de causar un número muy elevado de fallecimientos, dado que se desconocían las vacunas para evitarlo y los remedios para impedir que matara a sus víctimas.


Sin embargo, hete aquí lo que han sido los resultados de esta abulia del ejecutivo cuando, pese a los intentos de descargarse de cualquier responsabilidad, de atribuir a la oposición su nefasta gestión, de negar que, en todo momento, han estado superados por los acontecimientos, de demostrar una falta absoluta de previsión que ha causado que los españoles y, especialmente los médicos y sanitarios, no dispusieran en su momento ( y aún siguen las carencias) de las protecciones adecuadas para protegerse del contagio del virus y, por encima de todo, su gran error, su incomprensible metedura de pata de no impedir, por razones estrictamente políticas, la gran concentración de feministas del día 9 de marzo, precisamente cuando el virus ya había dado señales de su virulencia. Las cifras son elocuentes: 207.637 contagiados, 23.190 fallecidos (en realidad pudieran ser el doble) y 92.837 recuperados (¿cuántos más podrían haber sanado de reconocer la existencia del virus desde el primer contagio, conocido en el mes de enero pasado?)

¿Alguien puede imaginarse lo que hubiera ocurrido si en lugar de gobernar socialistas y comunistas, hubieran estado en el poder el PP o cualquier otro partido de tipo conservador? Les puedo asegurar que las protestas en las calles, los ataques del sector progresista, las reacciones del separatismo catalán intentando pescar en aguas revueltas, las sesiones parlamentarias y los artículos de la prensa ( un 90% de ella apoya a la izquierda) hubieran provocado un caos en toda la nación, mientras los Iglesias, se hubieran lanzado en tromba, como lobos, a la garganta del Ejecutivo que, con toda probabilidad, ya se hubiera visto obligado a convocar elecciones o, aún más, dimitir en pleno para entregarle los bártulos a la izquierda de los señores Sánchez e Iglesias y todos aquellos que han permitido que este gobierno marioneta, incapaz de mantener la iniciativa, de pactar aceptando las opiniones de sus adversarios o, incluso, de haber intentado un gobierno de salvación nacional, a la vista del gran fracaso de su gestión durante el tiempo que vienen estando al frente del gobierno de la nación.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, no nos queda más remedio que denunciar, posiblemente sin otro resultado que el de no quedar callado ante semejante situación de nuestra patria España, una situación que parece que, de no remediarse lo antes posible, tiene todos los visos de conducirnos a todos, a lo que hubiéramos intentado evitar si, una parte importante de la ciudadanía española, no se sabe si ofuscada por ideas o utopías inalcanzables, por querer desagraviarse de pasadas confrontaciones, por ignorar lo que significa estar gobernados por las izquierdas del tipo de Podemos o, sencillamente, por este purito de estos que, impropiamente se consideran intelectuales, de defender unas ideas de igualdad, redistribución de la riqueza o de anarquismo bakuniano que, por desgracia para aquellos que comparten tales teorías, en todo el tiempo en que se han producido revoluciones, golpes de estado, asaltos al poder de carácter violento o matanzas de opositores; sus resultados finales no han podido ser más decepcionantes de lo que han sido, y de ello es testigo la Historia, con mayúscula, que nada que ver tiene, por supuesto, con esta tomadura de pelo que es la Ley de Memoria Histórica, esta misma, que hoy, se ha convertido en la gran estafa a la verdad histórica, perpetrada desde el mismo gobierno de la nación. Y aquí viene como anillo al dedo aquella frase de Tácito: “… a estos no les sacia ni todo el Oriente ni todo el Occidente: ellos sólo desean con igual ambición las riquezas de todos y su indigencia. Destrozan, arruinan y hacen rapiña del imperio; y cuando llenan todo de soledad, lo llaman paz”

​Las comparecencias, tediosas y cargantes, de Sánchez en las TV

El presidente siguiendo la misma estela de Fidel Castro y su proverbial incontinencia verbal
Miguel Massanet
lunes, 27 de abril de 2020, 09:32 h (CET)

Estamos seguros de que forma parte de la estrategia de este Rasputín que dirige la política de la Moncloa, al menos hasta ahora, este personaje que prefiere mantenerse entre bastidores, pero que tiene unas gran influencia en el gobierno de Pedro Sánchez y sus adláteres; un sujeto que hasta hace muy poco era un verdadero desconocido para la mayoría de los españoles, pero que ha ido cobrando fama a medida que el PSOE ha ido inclinándose hacia una izquierda más extrema, para congraciarse con todos aquellos que harían un pacto con el mismo Belcebú si con ello consiguieran borrar a la derecha del mapa político.

Si señores, este personajillo de apariencia inofensiva, pero que ha conseguido tener un gran predicamento sobre Pedro Sánchez, conocido como Iván Redondo, el jefe del Gabinete de la Presidencia del Gobierno de P. Sánchez, capaz de pronunciar frases como esta. “El líder piensa en el futuro inmediato, pero el estadista piensa en las siguientes generaciones, tiene un proyecto claro de hacia dónde tiene que ir su país en los próximos veinte años” y, todo ello, haciendo referencia a nuestro actual presidente al que incomprensiblemente califica de gran estadista, y en su forma de enfocar la crisis del coronavirus cuando, la realidad de lo que es la forma de actuar de Sánchez, nada tiene que ver con el futuro, un futuro que sólo el señor Redondo parece ver con optimismo y que lleva aparejado, según el Banco de España, el FMI, el BCE y la prácticas mayoría de las instituciones y expertos en cuestiones económicas, una caída brutal del IBI, un aumento de la carga impositiva, un acrecentamiento brutal del paro, especialmente en España, que podríamos llegar a alcanzar los 20 millones de parados, una nueva crisis económica de incalculables consecuencias y el anuncio de que nadie se haga ilusiones de que podamos volver a un estado de bienestar como el que tuvimos hasta que, el señor Iglesias y su troupe de Podemos irrumpieron en la escena política y consiguieron que la “vieja” y “rencorosa” izquierda española los adoptara como tabla de salvación, para iniciar su plan de revancha contra Franco y su victoria contra el Frente Popular.


Seguramente el señor Redondo, el más que probable artífice del intento de retrasar el reconocimiento de la presencia del coronavirus en España, fue el que decidió que se celebrase la manifestación feminista del 9 de marzo, el que ha venido escenificando las pariciones ante las cámaras de ministros y del inefable señor Fernando Simó, diariamente, para darnos la secuencia oficial ( no real, por supuesto) de la marcha del Covid 19, de sus contagios, de sus muertos y de sus consecuencias para la ciudadanía y la economía de nuestra nación. Pero donde se ha visto la mano de este caballero de aspecto inofensivo, sin duda ha sido en este maratón de apariciones del señor Sánchez en las pantallas de todas la TV nacionales, en un despliegue colosal de la propaganda gubernamental y, a la vez, un penoso espectáculo de maniqueísmo político que podríamos situar en el mismo contexto de aquella frase de Nicolás Maquiavelo: “En general los hombres juzgan más por los ojos que por la inteligencia, pues todos pueden ver, pero pocos comprenden lo que ven.”


Y es que el señor Sánchez , aparte de ser un maestro del engaño, de la mentira, de la descalificación y del autobombo, pretende también ser un buen actor, algo que no ha conseguido por mucho que lo intenta, debido a que sus esfuerzos en adoptar posturas de humildad, de estadista, de negociador o de estar empeñado en el bien de España y de los españoles, nunca lo consigue y, si lo hace, será únicamente para este grupo de adictos de la extrema izquierda para quienes la verdad no importa y lo único que les interesa es conseguir eliminar de España a todos aquellos que se oponen a sus intentos de trocearla y destruirla. Resultaría hasta cómico verle aparecer, cada noche, ante las pantallas de nuestros televisores, para representar su particular sainete, su especial sermón del milagro de los panes y los peces (cuando se refiere a “los grandes avances en la erradicación del coronavirus”)o sus intentos de ir colando de matute, en sus maratonianas disquisiciones, aquellos argumentos que entiende que pueden favorecerle o aquellas palabras cargadas de demagógicas intenciones que él está convencido de que van a hacer que el pueblo español se olvide de lo que ha sido su catastrófica gestión de la pandemia del Covid 19 y de sus incalculables repercusiones en el orden económico, agravadas por los intentos de las izquierdas de darle un vuelco a nuestro sistema democrático de gobierno, para implantar uno de estos regímenes políticos centrados en la estatalización de la producción, el aumento del gasto público, la nacionalización de las empresas y el control coercitivo de las libertades personales de los ciudadanos. En definitiva este sistema que todos conocemos como totalitario y dictatorial.


Resulta patético, para cualquier persona que sepa leer las intenciones de estos personajes, analizar sus expresiones o interpretar lo que esconden detrás de cada una de sus palabras, cuando éstas esconden una doble finalidad: la de resultar agradables de oír para la audiencia y a la vez, llevan una carga de argucia y engaño destinada a convencer a su auditorio de aquello que les interesa que haga mella en su cerebro. La cara de angustia (o de restreñido) que pone el señor Pedro Sánchez en sus apariciones en la TV, como si verdaderamente estuviera abrumado por una angustiosa y real preocupación a causa de los efectos dañinos de la epidemia, intentando explicar a los españoles que el Gobierno, su gobierno, en todo momento ha antepuesto los intereses del pueblo, su salud y su bienestar económico a lo que eran sus intereses personales, de partido, de orden electoral o de ideario político, algo fácilmente demostrable cuando, a pesar de que se les venía advirtiendo, a él y su gobierno, de que existía un peligro inminente de contagio, de que el virus ya había dado señales de estar presente en España desde el mes de Enero y de que se trataba de una pandemia capaz de un gran contagio y, lo que era aún más grave, que era capaz de causar un número muy elevado de fallecimientos, dado que se desconocían las vacunas para evitarlo y los remedios para impedir que matara a sus víctimas.


Sin embargo, hete aquí lo que han sido los resultados de esta abulia del ejecutivo cuando, pese a los intentos de descargarse de cualquier responsabilidad, de atribuir a la oposición su nefasta gestión, de negar que, en todo momento, han estado superados por los acontecimientos, de demostrar una falta absoluta de previsión que ha causado que los españoles y, especialmente los médicos y sanitarios, no dispusieran en su momento ( y aún siguen las carencias) de las protecciones adecuadas para protegerse del contagio del virus y, por encima de todo, su gran error, su incomprensible metedura de pata de no impedir, por razones estrictamente políticas, la gran concentración de feministas del día 9 de marzo, precisamente cuando el virus ya había dado señales de su virulencia. Las cifras son elocuentes: 207.637 contagiados, 23.190 fallecidos (en realidad pudieran ser el doble) y 92.837 recuperados (¿cuántos más podrían haber sanado de reconocer la existencia del virus desde el primer contagio, conocido en el mes de enero pasado?)

¿Alguien puede imaginarse lo que hubiera ocurrido si en lugar de gobernar socialistas y comunistas, hubieran estado en el poder el PP o cualquier otro partido de tipo conservador? Les puedo asegurar que las protestas en las calles, los ataques del sector progresista, las reacciones del separatismo catalán intentando pescar en aguas revueltas, las sesiones parlamentarias y los artículos de la prensa ( un 90% de ella apoya a la izquierda) hubieran provocado un caos en toda la nación, mientras los Iglesias, se hubieran lanzado en tromba, como lobos, a la garganta del Ejecutivo que, con toda probabilidad, ya se hubiera visto obligado a convocar elecciones o, aún más, dimitir en pleno para entregarle los bártulos a la izquierda de los señores Sánchez e Iglesias y todos aquellos que han permitido que este gobierno marioneta, incapaz de mantener la iniciativa, de pactar aceptando las opiniones de sus adversarios o, incluso, de haber intentado un gobierno de salvación nacional, a la vista del gran fracaso de su gestión durante el tiempo que vienen estando al frente del gobierno de la nación.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, no nos queda más remedio que denunciar, posiblemente sin otro resultado que el de no quedar callado ante semejante situación de nuestra patria España, una situación que parece que, de no remediarse lo antes posible, tiene todos los visos de conducirnos a todos, a lo que hubiéramos intentado evitar si, una parte importante de la ciudadanía española, no se sabe si ofuscada por ideas o utopías inalcanzables, por querer desagraviarse de pasadas confrontaciones, por ignorar lo que significa estar gobernados por las izquierdas del tipo de Podemos o, sencillamente, por este purito de estos que, impropiamente se consideran intelectuales, de defender unas ideas de igualdad, redistribución de la riqueza o de anarquismo bakuniano que, por desgracia para aquellos que comparten tales teorías, en todo el tiempo en que se han producido revoluciones, golpes de estado, asaltos al poder de carácter violento o matanzas de opositores; sus resultados finales no han podido ser más decepcionantes de lo que han sido, y de ello es testigo la Historia, con mayúscula, que nada que ver tiene, por supuesto, con esta tomadura de pelo que es la Ley de Memoria Histórica, esta misma, que hoy, se ha convertido en la gran estafa a la verdad histórica, perpetrada desde el mismo gobierno de la nación. Y aquí viene como anillo al dedo aquella frase de Tácito: “… a estos no les sacia ni todo el Oriente ni todo el Occidente: ellos sólo desean con igual ambición las riquezas de todos y su indigencia. Destrozan, arruinan y hacen rapiña del imperio; y cuando llenan todo de soledad, lo llaman paz”

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