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La estrategia fracasada de guerra al narcotráfico utilizada para escenificar un micro-militarismo teatral en Paraguay

Oscar Tuma denuncia falsa guerra contra el Narcotráfico

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La guerra contra el narcotráfico es sólo una reafirmación de la fe norteamericana en el aforismo que alguna vez plasmara con pluma maestra F. Scott Fitzgerald en “The Crack Up”: “La prueba de una inteligencia de primera clase es la capacidad de sostener al mismo tiempo dos ideas contrarias en la mente”.

Richard Nixon, recordado ícono de la sucia política norteamericana, había prometido destruir la amenaza a las drogas allá por junio de 1971. Ese mismo año fueron arrestados un diplomático filipino, el hijo del embajador de Panamá ante Taiwán, un general laosiano y el embajador de Laos ante el gobierno francés por traficar una suma de 220 kilos de heroína. Todos eran activistas anticomunistas financiados por la administración Nixon.

El diplomático laosiano, el príncipe Sopsaisana, era la cabeza de la Liga anticomunista asiática y asesor político del jefe de la CIA en Laos. La heroína había sido refinada a partir del opio en el cuartel general de la CIA en Long Tieng y transportada desde allí por el general M. Secord, de la Fuerza Aérea de Estados Unidos. Las tropas laosianas del general Vang Pao pudieron así combatir a los comunistas de Vietnam del Norte gracias a los dividendos que obtenían traficando heroína, del mismo modo que los chinos nacionalistas habían podido hacer lo mismo ante las fuerzas maoístas merced a la heroína del ocupado “Triángulo Dorado” de Birmania.

Mucho agua ha pasado bajo el puente desde entonces, pero el nivel de hipocresía ha variado muy poco desde entonces. No ha habido éxito ni progreso en la lucha desde entonces, excepto el crecimiento y fortalecimiento de las mafias y el aumento de la violencia. Los gobiernos corruptos y entreguistas de Latinoamérica se reconocen por solicitar mayor “cooperación” a los EEUU (eufemismo para pedir más intervención imperialista) y, por otra parte, recibir con esa coartada fondos para reforzar los aparatos de represión de estos Estados.

A pesar de la antigüedad de los argumentos, éstos siguen siendo valederos para clases políticas de países anclados en el pasado como Paraguay, donde el diputado Oscar Tuma denunció que una ley anti-narco que estaría siendo elaborada sería inconstitucional por propiciar las confiscaciones.

La guerra contra las drogas es conocida por servir de punta de lanza a intervenciones imperialistas, y también por ser la excusa con la cual gobiernos corruptos de la derecha latinoamericana fortalecen su aparato represivo con ayuda norteamericana. En el caso paraguayo, ha sido también denunciada como herramienta de persecución a disidentes, en un clima enrarecido por la aparente intención del entorno del presidente Horacio Cartes de monopolizar el poder.

Acusando de vínculos con el narcotráfico, según denuncias del diputado Tuma, el poder ejecutivo ha intentado presionar a legisladores para lograr los votos que necesita para enjuiciar políticamente a varios ministros de la Corte Suprema de Justicia. Diputados han denunciado que el entorno del presidente “Quiere tener a su disposición los tres poderes del Estado y eso es una situación peligrosa para la República y para la democracia, ya tiene la mitad más uno del Legislativo y ahora busca por lo menos la mitad del Poder Judicial”. En el poder legislativo, el presidente del Congreso Blas Llano responde ciegamente las instrucciones del ejecutivo, a pesar de pertenecer al Partido Liberal.

La ciudadanía de Paraguay observa temerosa cómo su país se va convirtiendo en un espejo cada vez más fidedigno de México o Colombia, en tanto las mafias se van evidenciando cada vez con mayor nitidez como partes estructurales del estado. Ya lo advirtió alguna vez Malcom X: “Los pobres y oprimidos no tienen aviones, ni barcos, ni pistas de aterrizaje. El narcotráfico internacional requiere flotas de aviones de carga, pistas de aterrizaje, redes de contactos, grandes cantidades de dinero para realizar inversiones y mecanismos para lavar dinero”.

Basta aplicar esos conceptos al crimen organizado que azota a un país como Paraguay, donde solo las autoridades cuentan con tales medios, para comprender las falsedades de la guerra contra el narcotráfico.

Oscar Tuma denuncia falsa guerra contra el Narcotráfico

La estrategia fracasada de guerra al narcotráfico utilizada para escenificar un micro-militarismo teatral en Paraguay
Luis Agüero Wagner
martes, 2 de diciembre de 2014, 08:07 h (CET)
La guerra contra el narcotráfico es sólo una reafirmación de la fe norteamericana en el aforismo que alguna vez plasmara con pluma maestra F. Scott Fitzgerald en “The Crack Up”: “La prueba de una inteligencia de primera clase es la capacidad de sostener al mismo tiempo dos ideas contrarias en la mente”.

Richard Nixon, recordado ícono de la sucia política norteamericana, había prometido destruir la amenaza a las drogas allá por junio de 1971. Ese mismo año fueron arrestados un diplomático filipino, el hijo del embajador de Panamá ante Taiwán, un general laosiano y el embajador de Laos ante el gobierno francés por traficar una suma de 220 kilos de heroína. Todos eran activistas anticomunistas financiados por la administración Nixon.

El diplomático laosiano, el príncipe Sopsaisana, era la cabeza de la Liga anticomunista asiática y asesor político del jefe de la CIA en Laos. La heroína había sido refinada a partir del opio en el cuartel general de la CIA en Long Tieng y transportada desde allí por el general M. Secord, de la Fuerza Aérea de Estados Unidos. Las tropas laosianas del general Vang Pao pudieron así combatir a los comunistas de Vietnam del Norte gracias a los dividendos que obtenían traficando heroína, del mismo modo que los chinos nacionalistas habían podido hacer lo mismo ante las fuerzas maoístas merced a la heroína del ocupado “Triángulo Dorado” de Birmania.

Mucho agua ha pasado bajo el puente desde entonces, pero el nivel de hipocresía ha variado muy poco desde entonces. No ha habido éxito ni progreso en la lucha desde entonces, excepto el crecimiento y fortalecimiento de las mafias y el aumento de la violencia. Los gobiernos corruptos y entreguistas de Latinoamérica se reconocen por solicitar mayor “cooperación” a los EEUU (eufemismo para pedir más intervención imperialista) y, por otra parte, recibir con esa coartada fondos para reforzar los aparatos de represión de estos Estados.

A pesar de la antigüedad de los argumentos, éstos siguen siendo valederos para clases políticas de países anclados en el pasado como Paraguay, donde el diputado Oscar Tuma denunció que una ley anti-narco que estaría siendo elaborada sería inconstitucional por propiciar las confiscaciones.

La guerra contra las drogas es conocida por servir de punta de lanza a intervenciones imperialistas, y también por ser la excusa con la cual gobiernos corruptos de la derecha latinoamericana fortalecen su aparato represivo con ayuda norteamericana. En el caso paraguayo, ha sido también denunciada como herramienta de persecución a disidentes, en un clima enrarecido por la aparente intención del entorno del presidente Horacio Cartes de monopolizar el poder.

Acusando de vínculos con el narcotráfico, según denuncias del diputado Tuma, el poder ejecutivo ha intentado presionar a legisladores para lograr los votos que necesita para enjuiciar políticamente a varios ministros de la Corte Suprema de Justicia. Diputados han denunciado que el entorno del presidente “Quiere tener a su disposición los tres poderes del Estado y eso es una situación peligrosa para la República y para la democracia, ya tiene la mitad más uno del Legislativo y ahora busca por lo menos la mitad del Poder Judicial”. En el poder legislativo, el presidente del Congreso Blas Llano responde ciegamente las instrucciones del ejecutivo, a pesar de pertenecer al Partido Liberal.

La ciudadanía de Paraguay observa temerosa cómo su país se va convirtiendo en un espejo cada vez más fidedigno de México o Colombia, en tanto las mafias se van evidenciando cada vez con mayor nitidez como partes estructurales del estado. Ya lo advirtió alguna vez Malcom X: “Los pobres y oprimidos no tienen aviones, ni barcos, ni pistas de aterrizaje. El narcotráfico internacional requiere flotas de aviones de carga, pistas de aterrizaje, redes de contactos, grandes cantidades de dinero para realizar inversiones y mecanismos para lavar dinero”.

Basta aplicar esos conceptos al crimen organizado que azota a un país como Paraguay, donde solo las autoridades cuentan con tales medios, para comprender las falsedades de la guerra contra el narcotráfico.

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