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La piedra angular es aludida en diversas ocasiones tanto en el Antiguo como el Nuevo Testamento. Se refieren a Yahveh y a Jesucristo

​La piedra angular

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Dice el diccionario, en una de sus acepciones, que piedra angular es: “la base o fundamento principal de algo”.

En estos días en los que celebramos la Pascua, tenemos muy presente al Cristo Resucitado como piedra angular de la Iglesia y de nuestra fe. Pero hoy me gustaría reflexionar sobre una piedra angular más doméstica.

Con nosotros está constantemente. No la apreciamos ni valoramos. Sin embargo, en estos días, en los que todos estamos conviviendo más intensamente con nuestro interior, estamos cayendo en la necesidad que tenemos de olvidar nuestros antiguos “dioses”; de trocar nuestras jerarquías de valores.

El hombre viejo, el de antes del Covid-19, basaba sus aspiraciones en el dinero, el poder y el prestigio. En ese orden. Resumiendo: en el egoísmo. El hombre nuevo, el enclaustrado en su domicilio, el que tiene tiempo para reflexionar sobre lo divino y lo humano, cambia por completo sus pensamientos, actitudes y formas. Nos hemos vuelto más amables, más complacientes, más comprensivos, más dialogantes, queremos más al próximo y al prójimo. Valoramos y vivimos mucho más el AMOR. Con mayúsculas.

Llevo muchos años reflexionando sobre todo esto. Estos días más profundamente. Pertenezco orgullosamente al segmento de plata, lo que me hace más fácil olvidar el pasado, vivir el presente y dejar el futuro en las manos de Dios.

En estas circunstancias he vuelto a valorar con más intensidad a la piedra angular de la familia: la madre. Digo la madre (y no la esposa) porque a nuestra provecta edad la esposa asume el papel de la madre que perdimos hace años, sin perder su papel de esposa, ni de madre de sus hijos, ni de abuela de sus nietos, ni –en mi caso- de hija de mi suegra que convive con nosotros.

La piedra angular –en este caso mi mujer, Ani- mantiene la sonrisa, la actitud de servicio, el apoyo en los momentos difíciles, la conversación tranquilizante, el WhastApp que provoca risas, la actuación en videos que provocan carcajadas. Ella nos mantiene alegres y aleja la tristeza de nuestro hogar.

Cada día valoro más –y os invito a que hagáis lo mismo- la labor de la piedra angular de nuestras casas. La esposa-madre. Ha estado ahí desde siempre. Lo que pasa es que, como la Virgen María pasa por el Evangelio, las madres están ahí, calladas, en las alegrías y en las penas. Están ahí siempre. Son nuestra piedra angular.

​La piedra angular

La piedra angular es aludida en diversas ocasiones tanto en el Antiguo como el Nuevo Testamento. Se refieren a Yahveh y a Jesucristo
Manuel Montes Cleries
miércoles, 15 de abril de 2020, 13:58 h (CET)

Dice el diccionario, en una de sus acepciones, que piedra angular es: “la base o fundamento principal de algo”.

En estos días en los que celebramos la Pascua, tenemos muy presente al Cristo Resucitado como piedra angular de la Iglesia y de nuestra fe. Pero hoy me gustaría reflexionar sobre una piedra angular más doméstica.

Con nosotros está constantemente. No la apreciamos ni valoramos. Sin embargo, en estos días, en los que todos estamos conviviendo más intensamente con nuestro interior, estamos cayendo en la necesidad que tenemos de olvidar nuestros antiguos “dioses”; de trocar nuestras jerarquías de valores.

El hombre viejo, el de antes del Covid-19, basaba sus aspiraciones en el dinero, el poder y el prestigio. En ese orden. Resumiendo: en el egoísmo. El hombre nuevo, el enclaustrado en su domicilio, el que tiene tiempo para reflexionar sobre lo divino y lo humano, cambia por completo sus pensamientos, actitudes y formas. Nos hemos vuelto más amables, más complacientes, más comprensivos, más dialogantes, queremos más al próximo y al prójimo. Valoramos y vivimos mucho más el AMOR. Con mayúsculas.

Llevo muchos años reflexionando sobre todo esto. Estos días más profundamente. Pertenezco orgullosamente al segmento de plata, lo que me hace más fácil olvidar el pasado, vivir el presente y dejar el futuro en las manos de Dios.

En estas circunstancias he vuelto a valorar con más intensidad a la piedra angular de la familia: la madre. Digo la madre (y no la esposa) porque a nuestra provecta edad la esposa asume el papel de la madre que perdimos hace años, sin perder su papel de esposa, ni de madre de sus hijos, ni de abuela de sus nietos, ni –en mi caso- de hija de mi suegra que convive con nosotros.

La piedra angular –en este caso mi mujer, Ani- mantiene la sonrisa, la actitud de servicio, el apoyo en los momentos difíciles, la conversación tranquilizante, el WhastApp que provoca risas, la actuación en videos que provocan carcajadas. Ella nos mantiene alegres y aleja la tristeza de nuestro hogar.

Cada día valoro más –y os invito a que hagáis lo mismo- la labor de la piedra angular de nuestras casas. La esposa-madre. Ha estado ahí desde siempre. Lo que pasa es que, como la Virgen María pasa por el Evangelio, las madres están ahí, calladas, en las alegrías y en las penas. Están ahí siempre. Son nuestra piedra angular.

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Me he criado en una familia religiosa, sin llegar a ser beata, que ha vivido muy de cerca la festividad del Jueves Santo desde siempre. Mis padres se casaron en Santo Domingo, hemos vivido en el pasillo del mismo nombre, pusimos nuestro matrimonio a los pies de la Virgen de la Esperanza, de la que soy hermano, y he llevado su trono durante 25 años.

Gladio (espada en latín), fue el nombre que se le dio a la "red de agentes durmientes desplegados por la OTAN en Italia y preparados para entrar en acción en caso de que los soviéticos invadieran Europa Occidental", y serían la fuerza aliada que permanecería detrás de las líneas soviéticas para facilitar el contraataque.

El diccionario es permisivo, incluye la rigidez en la delimitación de las entradas y salidas; al tiempo que acoge la pérdida de los formatos cerebrales a la hora de regular las ideas entrantes o las emitidas tras elucubraciones varias. A veces no está tan claro si apreciamos más los desajustes o seguimos fieles a ciertos límites establecidos.

 
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