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Octavi Pereña

El silencio de Dios

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El escritor José María Espinàs se hace eco de las palabras que el papa Benedicto XVI pronunció durante la visita que hizo al campo de exterminio nazi de Auschwitz, al referirse al “silencio de Dios”. Tratar el problema de la maldad en su relación con el Dios de los cristianos siempre levanta ampollas. ¿Por qué se le acusa de la malicie existente? Es muy extraño que una sociedad que está muy satisfecha de su libertad culpe a Dios de pasividad cuando no interviene para arreglar unos males provocados por nosotros mismos, haciendo uso de la libertad de la que estamos tan satisfechos.

Dios, desde el mismo instante de la creación del hombre la dio una Ley que de cumplirla, las cosas le irían bien: “Y mandó el Señor Dios al hombre, diciendo: de todo árbol del huerto podrás comer, mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás, porque el día que de él comieres, ciertamente morirás” (Génesis,2:16,17). Adán y Eva desobedecieron la orden que su Creador les había dado y comieron. Poco después se producía el primer asesinato de la historia: Caín mata a Abel.

Siglos más tarde, el mandamiento verbal se puso por escrito en unas tablillas de piedra. Su contenido ha llegado hasta nuestros días en las páginas de la Biblia para que los humanos tengamos constancia de su existencia y su cumplimiento nos otorgue larga vida y prosperidad. Siguiendo el ejemplo de nuestros primeros padres, seguimos desobedeciendo la Ley de Dios y, así nos van las cosas.

La Ley de Dios tiene el propósito de hacernos ver nuestra pecaminosidad y llevarnos a Cristo. Este propósito tiene una razón de ser. Nos hace ver que somos pecadores. Esto es de una gran importancia porque tiene la virtud de llevarnos a Cristo que es el Médico que cura el pecado y sus efectos devastadores, tanto en el aspecto individual como colectivo.
En el caso de Cristo, el hombre también se subleva contra la solución que Dios le da al problema del pecado y sus efectos destructivos. Se las ingenia todas con el exclusivo propósito de no querer reconocer su condición pecadora para no tener que aceptar la solución divina. Se rechaza a Cristo en su condición humana y divina y, por tanto, su sacrificio expiatorio a favor de los pecadores. Se inventan filosofías con la pretensión de dar solución a los efectos sociales del pecado. Este propósito no lo consiguen. Todo lo contrario, los males se agravan un poco más a cada día de pasa.

El “silencio de Dios” del que se hace eco Espinàs, aun cuando no se lo crea tiene un propósito. Expresa la paciencia de Dios. En el ámbito cristiano del siglo I se creía que era inminente el regreso glorioso de Cristo que pondría fin al mundo actual. Viendo que el acontecimiento tan esperado no se producía, se introdujo el desaliento en las iglesias cristianas. El apóstol Pedro con el propósito de reintroducir la confianza en los creyentes les recuerda lo que había anunciado Jesús, que “el día del Señor vendrá como un ladrón de noche”. No os lo creáis. La tardanza en el cumplimiento de la promesa no quiere decir que no se realizará. No. Es la manifestación de que el Señor “es paciente con nosotros porque no quiere que nadie se pierda, sino que todos se arrepientan”.

Pasaron unos 100 años desde el momento que Dios anunció a Noé el Diluvio Universal. Durante este tiempo Noé y sus hijos se dedicaron a construir el arca que les daría cobijo durante el cataclismo. Tal vez, sus conciudadanos los tildaban de locos porque construían una nave en tierra firme. Por el otro lado no se había tenido la experiencia de un gran temporal. A pesar de ello, no abandonaron la construcción de la embarcación por fe. Llegado el momento oyen la voz de Dios que les dice que se embarquen.. El cataclismo se produce. Noé y su familia se salvaron de la inundación universal. La gente que se quedaron fuera del arca, perecieron. En este caso, la paciencia de Dios duró un siglo. Sólo ocho personas se salvaron.

Por lo que hace a la promesa de destrucción total de la Tierra anunciada por Cristo ya han pasado dos milenios. Son muy pocos quienes hacen caso del anuncio. La mayoría prefiere vivir guiados por su naturaleza caída y disfrutar de la vida que es muy corta. ¿Por qué culpan a Dios del mal del que son responsables?

No. No existe tal cosa como el “silencio de Dios”. Desde un buen principio Dios no ha dejado de hablar. En un principio de viva voz con algunos hombres. Más tarde por medio de sus profetas Ahora hace dos mil años por medio de su Hijo. Finalmente utilizando a los apóstoles. Hoy nos sigue hablando por medio de los escritos proféticos y apostólicos que se hallan unidos en un libro que llamamos Biblia. Dios no cesa de hablar. Para no variar el hombre sigue menospreciando a Dios y culpándoles de las consecuencias de su desobediencia. ¿No sería más sensato dejar de dar la espalda a un Dios que todo el día tiene los brazos extendidos esperando recibir a quienes andan extraviados como ovejas que no tienen pastor?

El silencio de Dios

Octavi Pereña
Octavi Pereña
jueves, 7 de diciembre de 2006, 12:55 h (CET)
El escritor José María Espinàs se hace eco de las palabras que el papa Benedicto XVI pronunció durante la visita que hizo al campo de exterminio nazi de Auschwitz, al referirse al “silencio de Dios”. Tratar el problema de la maldad en su relación con el Dios de los cristianos siempre levanta ampollas. ¿Por qué se le acusa de la malicie existente? Es muy extraño que una sociedad que está muy satisfecha de su libertad culpe a Dios de pasividad cuando no interviene para arreglar unos males provocados por nosotros mismos, haciendo uso de la libertad de la que estamos tan satisfechos.

Dios, desde el mismo instante de la creación del hombre la dio una Ley que de cumplirla, las cosas le irían bien: “Y mandó el Señor Dios al hombre, diciendo: de todo árbol del huerto podrás comer, mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás, porque el día que de él comieres, ciertamente morirás” (Génesis,2:16,17). Adán y Eva desobedecieron la orden que su Creador les había dado y comieron. Poco después se producía el primer asesinato de la historia: Caín mata a Abel.

Siglos más tarde, el mandamiento verbal se puso por escrito en unas tablillas de piedra. Su contenido ha llegado hasta nuestros días en las páginas de la Biblia para que los humanos tengamos constancia de su existencia y su cumplimiento nos otorgue larga vida y prosperidad. Siguiendo el ejemplo de nuestros primeros padres, seguimos desobedeciendo la Ley de Dios y, así nos van las cosas.

La Ley de Dios tiene el propósito de hacernos ver nuestra pecaminosidad y llevarnos a Cristo. Este propósito tiene una razón de ser. Nos hace ver que somos pecadores. Esto es de una gran importancia porque tiene la virtud de llevarnos a Cristo que es el Médico que cura el pecado y sus efectos devastadores, tanto en el aspecto individual como colectivo.
En el caso de Cristo, el hombre también se subleva contra la solución que Dios le da al problema del pecado y sus efectos destructivos. Se las ingenia todas con el exclusivo propósito de no querer reconocer su condición pecadora para no tener que aceptar la solución divina. Se rechaza a Cristo en su condición humana y divina y, por tanto, su sacrificio expiatorio a favor de los pecadores. Se inventan filosofías con la pretensión de dar solución a los efectos sociales del pecado. Este propósito no lo consiguen. Todo lo contrario, los males se agravan un poco más a cada día de pasa.

El “silencio de Dios” del que se hace eco Espinàs, aun cuando no se lo crea tiene un propósito. Expresa la paciencia de Dios. En el ámbito cristiano del siglo I se creía que era inminente el regreso glorioso de Cristo que pondría fin al mundo actual. Viendo que el acontecimiento tan esperado no se producía, se introdujo el desaliento en las iglesias cristianas. El apóstol Pedro con el propósito de reintroducir la confianza en los creyentes les recuerda lo que había anunciado Jesús, que “el día del Señor vendrá como un ladrón de noche”. No os lo creáis. La tardanza en el cumplimiento de la promesa no quiere decir que no se realizará. No. Es la manifestación de que el Señor “es paciente con nosotros porque no quiere que nadie se pierda, sino que todos se arrepientan”.

Pasaron unos 100 años desde el momento que Dios anunció a Noé el Diluvio Universal. Durante este tiempo Noé y sus hijos se dedicaron a construir el arca que les daría cobijo durante el cataclismo. Tal vez, sus conciudadanos los tildaban de locos porque construían una nave en tierra firme. Por el otro lado no se había tenido la experiencia de un gran temporal. A pesar de ello, no abandonaron la construcción de la embarcación por fe. Llegado el momento oyen la voz de Dios que les dice que se embarquen.. El cataclismo se produce. Noé y su familia se salvaron de la inundación universal. La gente que se quedaron fuera del arca, perecieron. En este caso, la paciencia de Dios duró un siglo. Sólo ocho personas se salvaron.

Por lo que hace a la promesa de destrucción total de la Tierra anunciada por Cristo ya han pasado dos milenios. Son muy pocos quienes hacen caso del anuncio. La mayoría prefiere vivir guiados por su naturaleza caída y disfrutar de la vida que es muy corta. ¿Por qué culpan a Dios del mal del que son responsables?

No. No existe tal cosa como el “silencio de Dios”. Desde un buen principio Dios no ha dejado de hablar. En un principio de viva voz con algunos hombres. Más tarde por medio de sus profetas Ahora hace dos mil años por medio de su Hijo. Finalmente utilizando a los apóstoles. Hoy nos sigue hablando por medio de los escritos proféticos y apostólicos que se hallan unidos en un libro que llamamos Biblia. Dios no cesa de hablar. Para no variar el hombre sigue menospreciando a Dios y culpándoles de las consecuencias de su desobediencia. ¿No sería más sensato dejar de dar la espalda a un Dios que todo el día tiene los brazos extendidos esperando recibir a quienes andan extraviados como ovejas que no tienen pastor?

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