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Opinión
Etiquetas | Política | Coronavirus | Pedro Sánchez
Empresas españolas se ofrecieron a adelantar dinero para los pedidos porque veían que el Ministerio no hacía nada y se estaba llegando al desabastecimiento total

​¿Cuántos muertos pudieron evitarse?

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Quiero pensar que el derecho a la información sigue en vigor y que nadie del Gobierno se lo ha metido en el bolsillo con cleptómana intención, aunque soy consciente de que lo han intentado. Ya no hay duda de que carecemos de un gobierno de competentes gestores. Nos ha salido un Gobierno de mentirosos, trafulleros y propagandistas sin escrúpulos. ¿Y alguien se extraña de que seamos el hazmerreír de Europa y del mundo?

Cierto es que el Gobierno Sánchez reúne todas las acepciones de “trafullero”. Hasta el diccionario lo dice: personas que hacen las cosas mal y desordenadamente, enredadores y maquinadores. Lo tienen todo, sí, pero todo lo negativo del incompetente reiterativo. Por eso deben dar hasta la última explicación: lo espero y lo deseo; es más, se lo exijo al Gobierno, tanto en memoria de los fallecidos como en la de los que fallecerán, además de por el inmenso dolor personal que han producido a muchas familias, así como por la desastrosa situación económica en que va a quedar esta España nuestra.

Cientos de testimonios escritos y gráficos circulan por internet. En esos los familiares se muestran destrozados y denuncian cómo sus familiares han sufrido o han dejado de ser atendidos por falta de material sanitario. Ayer se me heló el corazón al leer la carta de la hija de un fallecido de 60 años, médico él y médico ella.

No vamos a olvidar, ni podemos olvidar cómo el mundo sanitario se ha echado al hombro cuanto el Gobierno no ha sabido atender ni gestionar. Los aplausos de las ocho de la tarde dejaron de ser rutina para ser sincero compromiso, como lo es el de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado; esos a quienes desde el Gobierno se dice que son superfluos y un paranoico periodista insinúa que “si no querías ser policía, haber estudiado” ante el brutal caos de la rueda de prensa.

Es nuestra obligación y de toda la sociedad española -- en forma de iniciativa popular, organizaciones públicas o privadas-- llevar ante la Justicia la negligencia de estos descastados dirigentes que forman un Gobierno tan mediocre, digno de ser olvidado y condenado por la Historia. No sé si los entendidos del mundo de la Justicia verán “irresponsabilidad reiterada y manifiesta con resultado de genocidio”. Pero si no lo es, lo parece. Me sitúo en el 18 de marzo y recuerdo que el Ministerio intentó hacerse con material sanitario cuando ni siquiera quedaban restos en el mercado internacional; de ahí el envío fallido de miles de test a precio de ganga o del “Todo 100”. Hoy ya hay pruebas suficientes de quién pretendía hacer el agosto en abril. La ciudadanía exige/exigimos explicaciones y un castigo ejemplarizante para el ocasional timador.

El Gobierno llegó tarde a los mercados y no tuvo previsión de ningún tipo, a pesar de la recomendación de la OMS. Estamos hablando de primeros de marzo. Por eso, amparado en el estado de alarma, confiscó test y mascarillas a algunas comunidades autónomas. Los gráficos de incidencia demuestran que “nuestros médicos y resto del personal sanitario trabajaban desnudos ante el virus”. Pero voy más lejos: dos empresas españolas se ofrecieron a adelantar dinero para los pedidos porque veían que el Ministerio no hacía nada y se estaba llegando al desabastecimiento total. “Es dramático el tiempo valiosísimo que perdieron, sobre todo desde que saltó lo de Italia. Era pura impotencia lo que sentíamos”, confiesa uno de los dirigentes de las dos compañías que habitualmente abastecen al Ministerio de Sanidad.

Yo quiero saber, como quieren saber todos españoles. Necesitamos conocer por qué se alentaron las manifestaciones del 8M, si desde el día 3 se tenían pruebas irrefutables y objetivas del peligro. Hoy conocemos el número de muertos, a pesar de la orden del Gobierno a las comunidades autónomas socialistas de ocultar el número real; ahí tienen a Castilla La Mancha, donde los tribunales hablan de 800 muertos más de los que contabilizaba el Gobierno. Hablarán los registros no tardando. De momento la cantidad de ellos es “durísima”, “inaguantable”, “enorme”, “abrumadora”, “dolorosa”…

Yo me pregunto: ¿Cuántos muertos pudieron evitarse? Nunca nos pondremos de acuerdo por la forma en que se cuentan, los criterios diversos y el hecho de que en lugares, como Cataluña, no se contabilizan como fallecidos por el Covid-12 aquellos que ingresaron con insuficiencia respiratoria u otra causa. ¡El caso es hacer daño a la población y agudizar su dolor! Es el mismo sadismo que utilizaba el comunista, Jossif Stalin, en sus sueños de sangre.

Desde el Gobierno tratarán de que olvidemos esta “guerra”. Las negligencias no está permitido olvidarlas. Existe una ética que nos obliga a buscar a los responsables. Necesitamos respuestas porque no lo vamos a olvidar. Hay algo que es cierto: si un profesor filósofo es la cabeza pensante de esta “guerra” cruel y mortífera, cualquier día los pajaritos dispararán con escopeta o formarán Gobierno. Quiero suponer que en las próximas elecciones, recibirán su castigo los partidos que han gestionado tan mal esta crisis. Esta vez la pesadumbre es nuestra, pero los muertos son suyos, aunque también sean de los nuestros.

​¿Cuántos muertos pudieron evitarse?

Empresas españolas se ofrecieron a adelantar dinero para los pedidos porque veían que el Ministerio no hacía nada y se estaba llegando al desabastecimiento total
Jesús  Salamanca
miércoles, 8 de abril de 2020, 13:18 h (CET)

Quiero pensar que el derecho a la información sigue en vigor y que nadie del Gobierno se lo ha metido en el bolsillo con cleptómana intención, aunque soy consciente de que lo han intentado. Ya no hay duda de que carecemos de un gobierno de competentes gestores. Nos ha salido un Gobierno de mentirosos, trafulleros y propagandistas sin escrúpulos. ¿Y alguien se extraña de que seamos el hazmerreír de Europa y del mundo?

Cierto es que el Gobierno Sánchez reúne todas las acepciones de “trafullero”. Hasta el diccionario lo dice: personas que hacen las cosas mal y desordenadamente, enredadores y maquinadores. Lo tienen todo, sí, pero todo lo negativo del incompetente reiterativo. Por eso deben dar hasta la última explicación: lo espero y lo deseo; es más, se lo exijo al Gobierno, tanto en memoria de los fallecidos como en la de los que fallecerán, además de por el inmenso dolor personal que han producido a muchas familias, así como por la desastrosa situación económica en que va a quedar esta España nuestra.

Cientos de testimonios escritos y gráficos circulan por internet. En esos los familiares se muestran destrozados y denuncian cómo sus familiares han sufrido o han dejado de ser atendidos por falta de material sanitario. Ayer se me heló el corazón al leer la carta de la hija de un fallecido de 60 años, médico él y médico ella.

No vamos a olvidar, ni podemos olvidar cómo el mundo sanitario se ha echado al hombro cuanto el Gobierno no ha sabido atender ni gestionar. Los aplausos de las ocho de la tarde dejaron de ser rutina para ser sincero compromiso, como lo es el de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado; esos a quienes desde el Gobierno se dice que son superfluos y un paranoico periodista insinúa que “si no querías ser policía, haber estudiado” ante el brutal caos de la rueda de prensa.

Es nuestra obligación y de toda la sociedad española -- en forma de iniciativa popular, organizaciones públicas o privadas-- llevar ante la Justicia la negligencia de estos descastados dirigentes que forman un Gobierno tan mediocre, digno de ser olvidado y condenado por la Historia. No sé si los entendidos del mundo de la Justicia verán “irresponsabilidad reiterada y manifiesta con resultado de genocidio”. Pero si no lo es, lo parece. Me sitúo en el 18 de marzo y recuerdo que el Ministerio intentó hacerse con material sanitario cuando ni siquiera quedaban restos en el mercado internacional; de ahí el envío fallido de miles de test a precio de ganga o del “Todo 100”. Hoy ya hay pruebas suficientes de quién pretendía hacer el agosto en abril. La ciudadanía exige/exigimos explicaciones y un castigo ejemplarizante para el ocasional timador.

El Gobierno llegó tarde a los mercados y no tuvo previsión de ningún tipo, a pesar de la recomendación de la OMS. Estamos hablando de primeros de marzo. Por eso, amparado en el estado de alarma, confiscó test y mascarillas a algunas comunidades autónomas. Los gráficos de incidencia demuestran que “nuestros médicos y resto del personal sanitario trabajaban desnudos ante el virus”. Pero voy más lejos: dos empresas españolas se ofrecieron a adelantar dinero para los pedidos porque veían que el Ministerio no hacía nada y se estaba llegando al desabastecimiento total. “Es dramático el tiempo valiosísimo que perdieron, sobre todo desde que saltó lo de Italia. Era pura impotencia lo que sentíamos”, confiesa uno de los dirigentes de las dos compañías que habitualmente abastecen al Ministerio de Sanidad.

Yo quiero saber, como quieren saber todos españoles. Necesitamos conocer por qué se alentaron las manifestaciones del 8M, si desde el día 3 se tenían pruebas irrefutables y objetivas del peligro. Hoy conocemos el número de muertos, a pesar de la orden del Gobierno a las comunidades autónomas socialistas de ocultar el número real; ahí tienen a Castilla La Mancha, donde los tribunales hablan de 800 muertos más de los que contabilizaba el Gobierno. Hablarán los registros no tardando. De momento la cantidad de ellos es “durísima”, “inaguantable”, “enorme”, “abrumadora”, “dolorosa”…

Yo me pregunto: ¿Cuántos muertos pudieron evitarse? Nunca nos pondremos de acuerdo por la forma en que se cuentan, los criterios diversos y el hecho de que en lugares, como Cataluña, no se contabilizan como fallecidos por el Covid-12 aquellos que ingresaron con insuficiencia respiratoria u otra causa. ¡El caso es hacer daño a la población y agudizar su dolor! Es el mismo sadismo que utilizaba el comunista, Jossif Stalin, en sus sueños de sangre.

Desde el Gobierno tratarán de que olvidemos esta “guerra”. Las negligencias no está permitido olvidarlas. Existe una ética que nos obliga a buscar a los responsables. Necesitamos respuestas porque no lo vamos a olvidar. Hay algo que es cierto: si un profesor filósofo es la cabeza pensante de esta “guerra” cruel y mortífera, cualquier día los pajaritos dispararán con escopeta o formarán Gobierno. Quiero suponer que en las próximas elecciones, recibirán su castigo los partidos que han gestionado tan mal esta crisis. Esta vez la pesadumbre es nuestra, pero los muertos son suyos, aunque también sean de los nuestros.

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