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¿Héroes o profesionales?

La cifra de fallecidos en España cuya población es, poco más o menos cuarenta y siete millones de habitantes, supera a la de China que en 2017 tenía mil millones trescientos ochenta y seis mil habitantes
Manuel Villegas
miércoles, 8 de abril de 2020, 13:08 h (CET)

Oímos continuamente en todos los medios de comunicación que los trabajadores, entiéndase como tales a quienes, a costa de su salud y su propia vida, cuidan de nosotros, especialmente de los enfermos por esta siniestra calamidad que se cierne sobre la Humanidad, son unos héroes.

La palabra héroe proviene del latín heros, -ōis, y esta del griego ἥρως hḗrōs que en español significa héroe con su correspondiente en femenino, heroína.

En las mitologías griega, latina, nórdica y tantas otras más eran unos semidioses engendrados por dioses y humanos, o por humanos y diosas.

Todos ellos realizaban hazañas sobrehumanas que no referiremos porque no es el momento.

Nuestro DIRAE dice que se trata de una persona que realiza una acción muy abnegada en beneficio de una causa noble. Según esta definición podemos entender que la acción que lleva a cabo es puntual y sin solución de continuidad.

No les niego a quienes se sacrifican por todos aquejados por esta calamidad, su cualidad de héroes, pero considero que, posiblemente les cuadre mejor la palabra profesionales, pues, según el referido diccionario, son personas que ejercen su profesión con capacidad y aplicación relevante y profesión es el empleo, facultad u oficio que ejerce una persona, por el que percibe una retribución.

La remuneración que reciben es irrisoria, en muchos casos, el salario mínimo, y en otros, menos que el sueldo de otro trabajador cualquiera.

Su sacrificio y abnegación continuos, en algunos casos hasta la extenuación o fallecimiento, son sobrehumanos, máxime cuando, en muchos casos, carecen de los medios más elementales para ello.

Los hemos visto fabricarse batas protectoras con bolsas de basura, ¿cabe mayor descuido y despreocupación hacia ellos?

La cifra de fallecidos en España cuya población es, poco más o menos cuarenta y siete millones de habitantes, supera a la de China que en 2017 tenía mil millones trescientos ochenta y seis mil habitantes. Hoy tendrá muchos más.

¿Por qué hemos llegado, siendo un país insignificante en cuanto al número de habitantes, a superar al coloso chino? ¿Ineficiencia, dejadez, incompetencia de nuestros gobernantes?, que cada cual piense lo que mejor le parezca.

Lo cierto es que estos profesionales están demostrando un inigualable amor a su oficio y una dedicación, fuera de toda obligación, a los “apestados”. Están dando todo lo mejor de ellos, también hasta su vida.

Héroes, sí, profesionales, también, pues viven su quehacer diario como una vocación al servicio de los demás, al igual que los consagrados al servicio de Dios, ellos se han dedicado a cuidar de los más necesitados en estos momentos, los enfermos de la pandemia.

Ambas denominaciones se les pueden aplicar con todo derecho y enorgullecimiento.

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Hay noticias que rayan el insulto y el desprecio hacia quienes se dirigen. Que son asumidas como una verdad irrefutable y que en ese globo sonda enviado no tiene la menor respuesta indignada de quienes las reciben. El problema, por tanto, no es la noticia en sí, sino la palpable realidad de que han convertido al ciudadano en un tipo pusilánime. En un mendigo de migajas a quien los grandes poderes han decidido convertirle, toda su vida, en un esclavo del trabajo.

La sociedad española respira hoy un aire denso, cargado de indignación y desencanto. La sucesión de escándalos de corrupción que salpican al partido en el Gobierno, el PSOE, y a su propia estructura ejecutiva, investigados por la Guardia Civil, no son solo casos aislados como nos dicen los voceros autorizados. Son síntomas de una patología profunda que corroe la confianza ciudadana.

Frente a las amenazas del poder, siempre funcionaron los contrapesos. Hacen posible la libertad individual, que es la única real, aunque veces no seamos conscientes de la misma, pues se trata de una condición, como la salud, que solo se valora cuando se pierde. Los tiranos, o aspirantes a serlo, persiguen siempre el objetivo de concentrar todos los poderes. Para evitar que lo logren, están los contrapesos.

 
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