Pues no es verdad. La propuesta de la ministra es una gran mentira con la que se quiere enmascarar el ataque a la enseñanza concertada y a la privada, en las que los padres, dicho sea de paso, ponen su dinero y, además, también con su dinero y sus impuestos, financian la pública.
La excelencia no es que todos los bachilleres sean iguales, sino que todos alcancen los máximos conocimientos y en un grado sobresaliente. Que todos partan con las mismas oportunidades para después obtener mejores o peores resultados, más y mejores conocimientos en función de sus talentos y de su capacidad de trabajo y de estudio. Y todos serán equitativa y justamente diferentes.
Y justicia es que los padres, puedan ejercer libremente su derecho a decidir la enseñanza que quieren para sus hijos.
Las justificaciones y la coartada de Celaá son mentirosas. La incógnita es saber si simplemente se cree sus alegaciones o lo hace para engañar a propios y extraños y fundamentalmente a quienes, por libre decisión, llevan a sus hijos a colegios privados o concertados y además pagan dos veces.
Pero mientras esos hijos, que no son de los padres, no acaben siendo hijos –intelectualmente se entiende- de la ministra, todos contentos.