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Por primera vez en mi vida comprendo perfectamente el significado de esta palabra

​La metanoia

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La humanidad ha sufrido un cambio extraordinario a lo largo de los meses que llevamos recorridos del año 2020. Un virus desconocido y letal ha invadido todas las naciones en forma de pandemia procedente de la lejana China. Comenzó como un problema lejano y un tanto exótico. Finalmente ha invadido, inundado y cambiado nuestras vidas.

Los mayores –estos componentes de la sociedad a los que yo denomino como miembros del segmento de plata- somos los más amenazados por el virus. La naturaleza es sabia. Nosotros tenemos que estar más preparados que los jóvenes para afrontar la enfermedad, el sufrimiento y, en su día, la muerte. Tenemos que cambiar.

La situación actual nos ha puesto a todos en nuestro sitio. De pronto ha aflorado lo mejor de cada uno de nosotros. La condición solidaria, la necesidad de amar y de ser amado, el respeto a los mayores, el cuidado de los enfermos y la ternura por los niños, se han instalado en todos nosotros y, por una vez, espero que definitiva, ha eclipsado la mala baba, la envidia y el egoísmo de los seres humanos.

La gente sonríe, canta, saluda a los demás, llama por teléfono a personas a las que hacía años que no se dirigía, las familias están más unidas, se comprenden mejor, las riñas desaparecen, conocemos a los vecinos y aparece la bondad inherente en cada uno de nosotros que permanecía escondida.

Nos acordamos mucho más de Dios. Personalmente, participo en la Eucaristía matinal del Papa, rezo el rosario de otra manera y olvido mi pasado de hipocondríaco militante. Para mí esto es una metanoia casi definitiva. Lo triste de esta situación es que se desarrolla dentro del dolor y la incertidumbre sobre un futuro incierto. Jesús nos dijo: “no tengáis miedo. Estaré con vosotros hasta el final de los tiempos”. En Él confiamos. Ánimo. Dios quiera que cuando pase esta pesadilla mantengamos el mismo espíritu.

​La metanoia

Por primera vez en mi vida comprendo perfectamente el significado de esta palabra
Manuel Montes Cleries
miércoles, 1 de abril de 2020, 15:04 h (CET)

La humanidad ha sufrido un cambio extraordinario a lo largo de los meses que llevamos recorridos del año 2020. Un virus desconocido y letal ha invadido todas las naciones en forma de pandemia procedente de la lejana China. Comenzó como un problema lejano y un tanto exótico. Finalmente ha invadido, inundado y cambiado nuestras vidas.

Los mayores –estos componentes de la sociedad a los que yo denomino como miembros del segmento de plata- somos los más amenazados por el virus. La naturaleza es sabia. Nosotros tenemos que estar más preparados que los jóvenes para afrontar la enfermedad, el sufrimiento y, en su día, la muerte. Tenemos que cambiar.

La situación actual nos ha puesto a todos en nuestro sitio. De pronto ha aflorado lo mejor de cada uno de nosotros. La condición solidaria, la necesidad de amar y de ser amado, el respeto a los mayores, el cuidado de los enfermos y la ternura por los niños, se han instalado en todos nosotros y, por una vez, espero que definitiva, ha eclipsado la mala baba, la envidia y el egoísmo de los seres humanos.

La gente sonríe, canta, saluda a los demás, llama por teléfono a personas a las que hacía años que no se dirigía, las familias están más unidas, se comprenden mejor, las riñas desaparecen, conocemos a los vecinos y aparece la bondad inherente en cada uno de nosotros que permanecía escondida.

Nos acordamos mucho más de Dios. Personalmente, participo en la Eucaristía matinal del Papa, rezo el rosario de otra manera y olvido mi pasado de hipocondríaco militante. Para mí esto es una metanoia casi definitiva. Lo triste de esta situación es que se desarrolla dentro del dolor y la incertidumbre sobre un futuro incierto. Jesús nos dijo: “no tengáis miedo. Estaré con vosotros hasta el final de los tiempos”. En Él confiamos. Ánimo. Dios quiera que cuando pase esta pesadilla mantengamos el mismo espíritu.

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