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​Misericordia, Señor, hemos pecado

Algunas reflexiones para estos días de confinamiento y para toda nuestra vida
Francisco Rodríguez
lunes, 30 de marzo de 2020, 14:48 h (CET)

Aprendí los mandamientos de la ley de Dios recitándolos de corrido cuando estaba en la clase de párvulos, allá por los años 40. Hoy no sé si mucha gente se los sabe, si no llegaron nunca a aprenderlos o si los han olvidado por completo.

De acuerdo con el viejo catecismo de Ripalda el primer mandamiento decía: Amarás a Dios sobre todas las cosas. Pienso que la gente ama todas las cosas antes que a Dios. Muchos dicen que no creen Él, otros que son antiguallas y hasta algunos, que se la dan de filósofos, afirman que no hay más dios que el hombre en su devenir. Lo que me parece cierto es que nos hemos alejado de Dios y que Él no representa nada o casi nada en nuestras vidas.

Quizás ahora que vivimos confinados en nuestras casas y estamos descubriendo que hay muchas personas estupendas incluso entre nuestros vecinos, a lo mejor Dios vuelve a ocupar nuestros pensamientos. Os lo deseo a todos.

El segundo mandamiento decía: no jurarás por el nombre de Dios en vano. El juramento que era la expresión solemne de que decíamos la verdad lo hemos rebajado hasta hacerlo equivalente a prometer -¿juras o prometes?- Ha quedado relegado a los tribunales el juramento de decir la verdad, solo la verdad y nada más que la verdad. Quizás en la misma medida que hemos devaluado la idea de Dios también nos hemos devaluado nosotros y pocos creemos en la palabra de otro sino que exigimos papeles debidamente firmados ante notario.

El tercer mandamiento decía: Santificarás las fiestas, es decir, no trabajarás y ocuparás el día en hacer buenas obras y acudirás a oír misa. Hemos reducido este precepto a disfrutar de las fiestas. Lo de hacer buenas obras y oír misa pues ha quedado en poca cosa. A oír misa: solo a las de amigos y familiares difuntos las buenas obras casi nos preguntamos de qué obras se trata. También podíamos pensar en estos días en las personas aparcadas en una residencia, en un hospital o en su propia casa, que no reciben el afecto de nadie.

El cuarto mandamiento decía: honrarás padre y madre. Este precepto suponía una familia estable con un padre y una madre unidos, viviendo para sus hijos. Ahora, con muchos modelos de familia, muchas son simplemente parejas inestables, sin hijos o con un solo hijo. Hay pocas familias numerosas y poca convivencia de hermanos. Honrar a tus padres ya no pasa de sacar buenas notas y exigir dinero y comodidades. ¿Cómo es, de verdad, nuestra familia?

El quinto mandamiento decía escuetamente: no matarás, pero incluía a todos tanto a los niños por nacer como a los viejos enfermos. Hoy hemos llegado a la aceptación social del aborto y su legalización, también preparamos una despenalización de la eutanasia, mientras presumimos de respeto a los derechos humanos, cuando el primer derecho es el de la vida. Como no nos ha dado por matar a nadie a tiros o a puñaladas, este mandamiento parece no ir con nosotros.

Como la cuarentena se va a prolongar habrá ocasión de comentar los otros cinco mandamientos restantes.

Estamos en la semana llamada de pasión, buen momento para arrepentirnos de nuestros pecados y confesarlos para que Dios nos perdone. Todos los medios de comunicación nos dicen que estamos sacando lo mejor de nosotros mismos, cosa que no dudo, pero no podernos olvidar que somos pecadores y que hemos de morir y presentarnos ante Dios.

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