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Dios da instrucciones para que monarcas y presientes de gobierno gobiernen con justicia

Instrucciones para los gobernantes

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El Congreso veta investigar al rey emérito de presuntos hechos delictivos con el aval de los letrados. Los abogados dan tres motivos para no dar el visto bueno a la creación de una comisión de investigación: La existencia de precedentes, la jurisprudencia del Tribunal Constitucional y lo que establecen los artículos 56.3 y 65 de la Constitución. Para mí el más significativo es el 56.3 que dice. “La persona del Rey es inviolable y no está sujeta a responsabilidad…”. El artículo 14 de la Constitución establece que “los españoles somos iguales ante la ley…”. Cuando se hizo público el recorrido corrupto de Iñaki Undangarín , yerno del monarca emérito, el rey Juan Carlos enfatizó en el mensaje navideño de 2011:

“Cualquier actuación censurable tendrá que ser juzgada y sentenciadl tan como dispone la ley. La justicia es igual para todos”. No encaja que el PSOE siendo un partido de izquierdas, que ahora gobierna en coalición y que forma un gobierno que dice ser progresista, vete en el Congreso investigar las presuntas corruptelas reales.

<b>José Antonio Martín Pallín</b> termina su escrito <i>Sobre inmunidad y privilegios</i>, con estas palabras: “El intento de petrificar la inviolabilidad, extendiéndola a todo el período que duró su mandato, y a toda clase de delitos, no es compatible con la doctrina internacional y la jurisprudencia de nuestros tribunales. En ningún caso alcanzaría a los hechos que, al margen de su carácter delictivo, merece el reproche de una sociedad democrática. Las “razones de Estado” serían demoledoras para la estabilidad y la salud de nuestro sistema político, tan necesitado de confianza”.

Que la Constitución de 1978 diga que “la persona del Rey sea inviolable y no esté sujeta a responsabilidad”, nos recuerda a las monarquías absolutas que amparadas por teólogos que trabajando al servicio del absolutismo papal, afirmaban que el poder de los reyes emana de Dios. Es cierto que esta afirmación nace de este texto de la Biblia: “Sométase toda persona a las autoridades superiores, porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas” (Romanos 13: 1). El contexto general de la Biblia no nos permite pensar que Dios favorezca los absolutismos monárquicos ni las dictaduras de derechas que fomentan la injusticia en nombre de Dios. El absolutismo monárquico no tiene lugar en un Estado democrático.

La elección divina de los reyes está claramente expuesta en la elección de Saúl, el primer rey de Israel: “Y un día antes que Saúl viniese, el Señor había revelado al oído de Samuel, diciendo: Mañana a esta misma hora yo enviaré a ti un varón de la tribu de Benjamín, al cual ungirás por príncipe sobre mi pueblo Israel…”. El profeta Samuel le dijo al futuro rey: Mas espera tú un poco para que te declare la palabra de Dios. Tomando entonces Samuel un frasco de aceite, lo derramó sobre su cabeza, y lo besó y le dijo: ¿No te ha ungido el Señor por príncipe sobre tu pueblo Israel? (1 Samuel 9: 15- 10:1). Posteriormente Saúl fue reconocido públicamente como rey de Israel. El relato bíblico nos dice que Saúl fue infiel a Dios y fue desechado por Dios como rey. Tuvo un trágico final.

El verdadero Dios de Israel era Dios que le había liberado de la esclavitud egipcia. Anteponiéndose a los acontecimientos y sabiendo que pedirían tener un rey como las otras naciones, al profeta Samuel no le plugo que le hiciesen esta petición. Consulta al Señor que le dice. “Oye la voz del pueblo en todo lo que te digan, porque no te han desechado a ti, sino a mí han desechado, para que no reine sobre ellos” (1 Samuel 8: 7).

A pesar de la infidelidad de Israel Dios quiere lo mejor para su pueblo. A pesar de ser un pueblo duro de cerviz, de corazón endurecido, anteponiéndose a los acontecimientos, antes que entrasen en la Tierra Prometida les dio instrucciones precisas sobre las características morales que tenían que reunir los reyes que les iban a gobernar. Tenían que ser israelitas, no extranjeros. Con el fin de que no confiasen en el hombre, no tenían que hacer provisión de caballos, símbolo del poder bélico. Los reyes tenían que ser personas que confiasen plenamente en El, no en alianzas internacionales como era acudir a Egipto en busca de protección militar. Otra característica que tenían que reunir los monarcas, que va como anillo al dedo a nuestro rey emérito, es esto: “No tomará para sí muchas mujeres, para que su corazón no se desvié, ni plata y oro no amontonará para sí en abundancia”. Las mujeres pervierten el juicio y hacen cometer muchas sandeces del que si les queda un mínimo de juicio tendrán que arrepentirse..

Está claro que el ateísmo rechaza el teísmo, pero la instrucción que tienen que escuchar los reyes y los presidentes de una república, si es que de verdad quieren comportarse como servidores de sus conciudadanos, consiste en prestar atención a esta característica: “Cuando se siente sobre el trono de su reino, entonces escribirá para sí en un libro una copia de esta ley, del original que está al cuidado de los sacerdotes levitas, y lo tendrá consigo, y leerá en él todos los días de su vida para que aprenda a temer al Señor su Dios, para guardar todas las palabras de esta ley y estos estatutos para ponerlos por obra, para que no se eleve su corazón sobre sus hermanos, ni se aparte del mandamiento a diestra ni a siniestra, a fin que prolongue sus días en su reino, él y sus hijos, en medio de Israel” (Deuteronomio 17: 14-21). Muchos de los reyes de Israel no siguieron estos consejos y el resultado final fue que la monarquía y la nación fueron destruidas. Los gobernantes de hoy, por no atender estas instrucciones que el Señor ha dado para que sean escuchadas y obedecidas, así es porque la situación vaya de mal a peor sin encontrarle solución. El ateísmo no es el remedio a los males que empobrecen a los pueblos.

Instrucciones para los gobernantes

Dios da instrucciones para que monarcas y presientes de gobierno gobiernen con justicia
Octavi Pereña
miércoles, 25 de marzo de 2020, 13:53 h (CET)

El Congreso veta investigar al rey emérito de presuntos hechos delictivos con el aval de los letrados. Los abogados dan tres motivos para no dar el visto bueno a la creación de una comisión de investigación: La existencia de precedentes, la jurisprudencia del Tribunal Constitucional y lo que establecen los artículos 56.3 y 65 de la Constitución. Para mí el más significativo es el 56.3 que dice. “La persona del Rey es inviolable y no está sujeta a responsabilidad…”. El artículo 14 de la Constitución establece que “los españoles somos iguales ante la ley…”. Cuando se hizo público el recorrido corrupto de Iñaki Undangarín , yerno del monarca emérito, el rey Juan Carlos enfatizó en el mensaje navideño de 2011:

“Cualquier actuación censurable tendrá que ser juzgada y sentenciadl tan como dispone la ley. La justicia es igual para todos”. No encaja que el PSOE siendo un partido de izquierdas, que ahora gobierna en coalición y que forma un gobierno que dice ser progresista, vete en el Congreso investigar las presuntas corruptelas reales.

<b>José Antonio Martín Pallín</b> termina su escrito <i>Sobre inmunidad y privilegios</i>, con estas palabras: “El intento de petrificar la inviolabilidad, extendiéndola a todo el período que duró su mandato, y a toda clase de delitos, no es compatible con la doctrina internacional y la jurisprudencia de nuestros tribunales. En ningún caso alcanzaría a los hechos que, al margen de su carácter delictivo, merece el reproche de una sociedad democrática. Las “razones de Estado” serían demoledoras para la estabilidad y la salud de nuestro sistema político, tan necesitado de confianza”.

Que la Constitución de 1978 diga que “la persona del Rey sea inviolable y no esté sujeta a responsabilidad”, nos recuerda a las monarquías absolutas que amparadas por teólogos que trabajando al servicio del absolutismo papal, afirmaban que el poder de los reyes emana de Dios. Es cierto que esta afirmación nace de este texto de la Biblia: “Sométase toda persona a las autoridades superiores, porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas” (Romanos 13: 1). El contexto general de la Biblia no nos permite pensar que Dios favorezca los absolutismos monárquicos ni las dictaduras de derechas que fomentan la injusticia en nombre de Dios. El absolutismo monárquico no tiene lugar en un Estado democrático.

La elección divina de los reyes está claramente expuesta en la elección de Saúl, el primer rey de Israel: “Y un día antes que Saúl viniese, el Señor había revelado al oído de Samuel, diciendo: Mañana a esta misma hora yo enviaré a ti un varón de la tribu de Benjamín, al cual ungirás por príncipe sobre mi pueblo Israel…”. El profeta Samuel le dijo al futuro rey: Mas espera tú un poco para que te declare la palabra de Dios. Tomando entonces Samuel un frasco de aceite, lo derramó sobre su cabeza, y lo besó y le dijo: ¿No te ha ungido el Señor por príncipe sobre tu pueblo Israel? (1 Samuel 9: 15- 10:1). Posteriormente Saúl fue reconocido públicamente como rey de Israel. El relato bíblico nos dice que Saúl fue infiel a Dios y fue desechado por Dios como rey. Tuvo un trágico final.

El verdadero Dios de Israel era Dios que le había liberado de la esclavitud egipcia. Anteponiéndose a los acontecimientos y sabiendo que pedirían tener un rey como las otras naciones, al profeta Samuel no le plugo que le hiciesen esta petición. Consulta al Señor que le dice. “Oye la voz del pueblo en todo lo que te digan, porque no te han desechado a ti, sino a mí han desechado, para que no reine sobre ellos” (1 Samuel 8: 7).

A pesar de la infidelidad de Israel Dios quiere lo mejor para su pueblo. A pesar de ser un pueblo duro de cerviz, de corazón endurecido, anteponiéndose a los acontecimientos, antes que entrasen en la Tierra Prometida les dio instrucciones precisas sobre las características morales que tenían que reunir los reyes que les iban a gobernar. Tenían que ser israelitas, no extranjeros. Con el fin de que no confiasen en el hombre, no tenían que hacer provisión de caballos, símbolo del poder bélico. Los reyes tenían que ser personas que confiasen plenamente en El, no en alianzas internacionales como era acudir a Egipto en busca de protección militar. Otra característica que tenían que reunir los monarcas, que va como anillo al dedo a nuestro rey emérito, es esto: “No tomará para sí muchas mujeres, para que su corazón no se desvié, ni plata y oro no amontonará para sí en abundancia”. Las mujeres pervierten el juicio y hacen cometer muchas sandeces del que si les queda un mínimo de juicio tendrán que arrepentirse..

Está claro que el ateísmo rechaza el teísmo, pero la instrucción que tienen que escuchar los reyes y los presidentes de una república, si es que de verdad quieren comportarse como servidores de sus conciudadanos, consiste en prestar atención a esta característica: “Cuando se siente sobre el trono de su reino, entonces escribirá para sí en un libro una copia de esta ley, del original que está al cuidado de los sacerdotes levitas, y lo tendrá consigo, y leerá en él todos los días de su vida para que aprenda a temer al Señor su Dios, para guardar todas las palabras de esta ley y estos estatutos para ponerlos por obra, para que no se eleve su corazón sobre sus hermanos, ni se aparte del mandamiento a diestra ni a siniestra, a fin que prolongue sus días en su reino, él y sus hijos, en medio de Israel” (Deuteronomio 17: 14-21). Muchos de los reyes de Israel no siguieron estos consejos y el resultado final fue que la monarquía y la nación fueron destruidas. Los gobernantes de hoy, por no atender estas instrucciones que el Señor ha dado para que sean escuchadas y obedecidas, así es porque la situación vaya de mal a peor sin encontrarle solución. El ateísmo no es el remedio a los males que empobrecen a los pueblos.

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