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Opinión
Etiquetas | Pedro Sánchez | Política | Coronavirus
Ni se ha hecho todo lo que hacía falta, ni cuando hacía falta ni donde hacía falta, señor Sánchez

​Sánchez monopoliza las TV. ¿Remordimientos o intentos de hacerse perdonar?

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Cuando un Gobierno por meros intereses políticos, por cálculos electorales y por compromisos con sus partenaires de gabinete, retrasa emprender acciones preventivas; obvia analizar detenidamente las amenazas que llegan desde fuera; permite que se dilaten decisiones, evidentemente urgentes y precisas para preservar a los ciudadanos de un peligro evidente, previsible, inmediato y potencialmente letal, basándose en justificaciones tan pueriles como es la de no crear alarma, no propiciar la histeria colectiva o evitar el acaparamiento, el desabastecimiento, la picaresca, o la saturación de la sanidad, pensando que el pueblo se va a quedar impasible cuando, desde la propia Administración, se le recomienda que no se altere, que el peligro de que la epidemia del coronavirus se extienda por nuestra nación es mínimo y que, en todo caso, las víctimas que se iban a producir serían escasas (recordemos las primeras valoraciones del señor Fernando Simó, cuando en Italia ya se estaban muriendo personas a centenares) y, a medida que se van produciendo hechos fatales que demuestran que todo lo que se nos había advertido resulta ser falso y que, mientras van discurriendo los días, los contagios y las muertes que se van produciendo, en los diversos lugares de nuestro país, van creciendo exponencialmente de tal forma que nuestra nación va avanzando puestos en el ranking de las más afectadas por la pandemia; se va constatando que las medidas que se toman para contrarrestar los efectos del Colbi19, no son suficientes, que las víctimas van creciendo, que no hay medios adecuados para protegerse de él, que la sanidad está saturada y al borde del colapso, que los enfermeros y facultativos carecen de las protecciones adecuadas para preservarse del contagio y, en el aspecto médico, se sigue sin que se conozcan los medicamentos adecuados para contener la epidemia; que ahora nos venga el señor Pedro Sánchez, presidente del Gobierno, con fabulaciones de resistencia épica, suena a tomadura de pelo.

El que el Presidente del gobierno aparezca en TV con cara compungida, voz fúnebre y con las manos vacías de recursos, soluciones, esperanzas y propuestas optimistas, para pedirle al pueblo español que se prepare para un empeoramiento de la situación, que lo principal es “darle tiempo al tiempo” y para reclamar de los ciudadanos que nos preparemos sicológicamente y emocionalmente, porque lo peor está por llegar; sólo se puede interpretar desde la faceta de una persona incapaz, desesperada, sin recursos, débil, carente del vigor y fortaleza que se le debe pedir a cualquier gobernante; al que su propia soberbia, su falta de cualidades, su trapacería innata y su ambición personal, le han llevado a querer ocupar un puesto para el que se ha demostrado que no está capacitado, un bocado demasiado grande para sus mandíbulas socialistas para el que se ha visto obligado a buscar apoyo de otro sujeto, en este caso siniestro, el señor Pablo Iglesias, un comunista de la vieja casta bolchevique, del que depende y al que se ve obligado a pagarle tributo político, aunque ello suponga venderle el futuro de España.

Que no se nos pida, a los ciudadanos, que mientras vemos como el coronavirus va avanzando, en tanto que por incuria, dejadez, falta de previsión y, lo que es peor, viendo las evidentes discriminaciones en cuanto al apoyo a comunidades del PP, evidentemente postergadas en cuanto a ayudas sanitarias, como ha quedado evidenciado en el tratamiento doloso y discriminativo respecto a la comunidad madrileña, una de las más castigadas por el virus y, sin embargo, a la que desde la Administración socialista del Estado se la está penando, retrasando y poniendo trabas a las ayudas en medicamentos y personal médico que está precisando; pidiéndonos que nos contengamos, dejemos de criticar al Gobierno o retrasemos nuestras quejas para después de que esta pesadilla del coronavirus haya dejado de afectarnos y sigamos, pacientemente, sin pedirle cuentas al ejecutivo de la serie de errores garrafales, descalificaciones y discriminaciones contra las comunidades del PP, pese a ser las que mejor ejemplo dan de cómo debe afrontarse una crisis como la actual; sin que recriminemos la lentitud, falta de previsión, reacción tardía y no ataquemos al ejecutivo por ser precisamente el culpable de que, ante el claro ejemplo de Italia, hayamos dejado pasar un tiempo precioso para empezar a tomar las medidas idóneas, primero para prevenir, pertrecharse de las medidas de seguridad imprescindibles para afrontar una peste como la que padecemos, tales como mascarillas, ropa aislante, protectores, respiradores etc. y, en segundo lugar, avisar a la ciudadanía de las posibles consecuencias de un contagio de la enfermedad en España, tratando el tema con la seriedad que se merecía y no adornándolo con frases tranquilizadoras, restándole importancia y presentándolo como un peligro remoto; algo que el tiempo se ha encargado de desmentir rotundamente, con la retahíla de contagios y fallecimientos que han situado a nuestra nación en el tercer puesto en cuanto al número de víctimas y contagios de virus Cobid19.

Y lo más ruin de todo este macabro espectáculo que se está desarrollando en España, es que, por mucho que intenten disimularlo, por sutil que sea el intento de desviar la atención de los ciudadanos, por categóricas que sean la informaciones de los responsables de combatir la epidemia, no pueden evitar que, en cada comparecencia del señor Sánchez; en sus prolijas apariciones ante las TV; en todas las comparecencias de las autoridades sanitarias, policiales y responsables de transportes, no se deje caer alguna soterrada acusación contra sus adversarios políticos, una queja contra sus insistentes peticiones de ayuda nunca correspondidas y, por supuesto, largas peroratas dándose coba, presumiendo de lo que se está haciendo ( aunque sea poco o nada), de la forma con la que contabilizan las bajas y preparando al pueblo para que no se “escandalice” ante lo que ya califican como inevitable, un aumento de los contagios y de la mortalidad, que ya dan por descontado.

La actuación del presidente del gobierno, señor Pedro Sánchez, su monopolización de la TV, sin que haya TV o emisora nacional que se pueda sustraer al rodillo gubernamental; sus largas peroratas repitiendo las mismas excusas, sus repetitivos intentos pretendiendo demostrar que siempre han actuado correctamente; sus fríos análisis de la situación como si los muertos, el desorbitante número de ellos, no fueran más que números estadísticos; sus intentos de conmover a la galería con sus actuaciones histriónicas y sus cabildeos por aparentar unas emociones que no consigue trasmitir a la audiencia; no se puede valorar más que como una de las facetas más conocidas de su personalidad, su facultad para mentir, fingir, engañar y darle la vuelta a todas las circunstancias desfavorables a las que se ve obligado a enfrentarse, intentando ( a veces lo consigue) que las responsabilidad de todo lo desagradable que sucede en España, incluso lo que proviene de la actuación del actual Gobierno, se cargue en el debe de la oposición de derechas o los partidos a los que se les ha venido llamando como constitucionalistas de los que, actualmente, parece ser que el propio PSOE haya quedado excluido, vistas sus relaciones con quienes tienen como objetivo principal la división de nuestra nación o el cambio del actual régimen democrático por otro de carácter más “progresista” o lo que es lo mismo, comunista bolivariano.

Aplaudimos al pueblo español por su entereza y disciplina; agradecemos el esfuerzo de todos aquellos que, por su profesión, se ven obligados a ocupar los lugares más cercanos al contagio; valoramos muy positivamente a aquellos gobiernos de autonomías que, pese a todas las dificultades y obstáculos con los que deben enfrentarse, luchan valerosamente para sacar, por sus propios medios, lugares de acogida de donde no hay, facultativos de donde no existen y protecciones, que no se les facilitan, para dar a sus ciudadanos todo lo que está en sus manos para aliviar sus preocupaciones o luchar contra el maligno virus de la pandemia. Renegamos de aquellos que como los responsables de la Generalitat catalana o del gobierno vasco, anteponen sus ideas separatistas, sus proyectos de hundir España y sus intentos de conseguir sus propósitos separatistas, a lo que debiera ser una solidaridad sin fisuras en un caso tan flagrante como es la pandemia que está azotando a toda la nación española.

Es obvio que todos estamos obligados a acatar las normas de tipo sanitario y el estado de alarma que ha dictado el gobierno pero, señores, no creemos que esto signifique que debamos ser como una alfombra que deba soportar sin quejarse que quienes mandan y ejercen el poder puedan intentar pisotearlos y abusar de ello para remar en beneficio propio, cuando lo que estamos viendo a nuestro alrededor, entre nuestros vecinos y, en general, entre todos los españoles de a pie, es una solidaridad, una disciplina, un esfuerzo y una serenidad muy difícil de encontrar entre un pueblo que está sometido a la presión de una pandemia que mata sin piedad.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, seguimos teniendo la sensación de que la imprevisión, el retardo en aceptar lo inevitable y los prejuicios políticos y electorales, han contribuido de una manera decisiva a que, el virus Colbi19, haya encontrado más facilidades de las debidas para tomar por asalto nuestro país y cebarse con los españoles. “Fugit hora, hoc quod loquor inde est”, sigo sin estar de humor para traducirlo, dispensen.

​Sánchez monopoliza las TV. ¿Remordimientos o intentos de hacerse perdonar?

Ni se ha hecho todo lo que hacía falta, ni cuando hacía falta ni donde hacía falta, señor Sánchez
Miguel Massanet
lunes, 23 de marzo de 2020, 13:53 h (CET)

Cuando un Gobierno por meros intereses políticos, por cálculos electorales y por compromisos con sus partenaires de gabinete, retrasa emprender acciones preventivas; obvia analizar detenidamente las amenazas que llegan desde fuera; permite que se dilaten decisiones, evidentemente urgentes y precisas para preservar a los ciudadanos de un peligro evidente, previsible, inmediato y potencialmente letal, basándose en justificaciones tan pueriles como es la de no crear alarma, no propiciar la histeria colectiva o evitar el acaparamiento, el desabastecimiento, la picaresca, o la saturación de la sanidad, pensando que el pueblo se va a quedar impasible cuando, desde la propia Administración, se le recomienda que no se altere, que el peligro de que la epidemia del coronavirus se extienda por nuestra nación es mínimo y que, en todo caso, las víctimas que se iban a producir serían escasas (recordemos las primeras valoraciones del señor Fernando Simó, cuando en Italia ya se estaban muriendo personas a centenares) y, a medida que se van produciendo hechos fatales que demuestran que todo lo que se nos había advertido resulta ser falso y que, mientras van discurriendo los días, los contagios y las muertes que se van produciendo, en los diversos lugares de nuestro país, van creciendo exponencialmente de tal forma que nuestra nación va avanzando puestos en el ranking de las más afectadas por la pandemia; se va constatando que las medidas que se toman para contrarrestar los efectos del Colbi19, no son suficientes, que las víctimas van creciendo, que no hay medios adecuados para protegerse de él, que la sanidad está saturada y al borde del colapso, que los enfermeros y facultativos carecen de las protecciones adecuadas para preservarse del contagio y, en el aspecto médico, se sigue sin que se conozcan los medicamentos adecuados para contener la epidemia; que ahora nos venga el señor Pedro Sánchez, presidente del Gobierno, con fabulaciones de resistencia épica, suena a tomadura de pelo.

El que el Presidente del gobierno aparezca en TV con cara compungida, voz fúnebre y con las manos vacías de recursos, soluciones, esperanzas y propuestas optimistas, para pedirle al pueblo español que se prepare para un empeoramiento de la situación, que lo principal es “darle tiempo al tiempo” y para reclamar de los ciudadanos que nos preparemos sicológicamente y emocionalmente, porque lo peor está por llegar; sólo se puede interpretar desde la faceta de una persona incapaz, desesperada, sin recursos, débil, carente del vigor y fortaleza que se le debe pedir a cualquier gobernante; al que su propia soberbia, su falta de cualidades, su trapacería innata y su ambición personal, le han llevado a querer ocupar un puesto para el que se ha demostrado que no está capacitado, un bocado demasiado grande para sus mandíbulas socialistas para el que se ha visto obligado a buscar apoyo de otro sujeto, en este caso siniestro, el señor Pablo Iglesias, un comunista de la vieja casta bolchevique, del que depende y al que se ve obligado a pagarle tributo político, aunque ello suponga venderle el futuro de España.

Que no se nos pida, a los ciudadanos, que mientras vemos como el coronavirus va avanzando, en tanto que por incuria, dejadez, falta de previsión y, lo que es peor, viendo las evidentes discriminaciones en cuanto al apoyo a comunidades del PP, evidentemente postergadas en cuanto a ayudas sanitarias, como ha quedado evidenciado en el tratamiento doloso y discriminativo respecto a la comunidad madrileña, una de las más castigadas por el virus y, sin embargo, a la que desde la Administración socialista del Estado se la está penando, retrasando y poniendo trabas a las ayudas en medicamentos y personal médico que está precisando; pidiéndonos que nos contengamos, dejemos de criticar al Gobierno o retrasemos nuestras quejas para después de que esta pesadilla del coronavirus haya dejado de afectarnos y sigamos, pacientemente, sin pedirle cuentas al ejecutivo de la serie de errores garrafales, descalificaciones y discriminaciones contra las comunidades del PP, pese a ser las que mejor ejemplo dan de cómo debe afrontarse una crisis como la actual; sin que recriminemos la lentitud, falta de previsión, reacción tardía y no ataquemos al ejecutivo por ser precisamente el culpable de que, ante el claro ejemplo de Italia, hayamos dejado pasar un tiempo precioso para empezar a tomar las medidas idóneas, primero para prevenir, pertrecharse de las medidas de seguridad imprescindibles para afrontar una peste como la que padecemos, tales como mascarillas, ropa aislante, protectores, respiradores etc. y, en segundo lugar, avisar a la ciudadanía de las posibles consecuencias de un contagio de la enfermedad en España, tratando el tema con la seriedad que se merecía y no adornándolo con frases tranquilizadoras, restándole importancia y presentándolo como un peligro remoto; algo que el tiempo se ha encargado de desmentir rotundamente, con la retahíla de contagios y fallecimientos que han situado a nuestra nación en el tercer puesto en cuanto al número de víctimas y contagios de virus Cobid19.

Y lo más ruin de todo este macabro espectáculo que se está desarrollando en España, es que, por mucho que intenten disimularlo, por sutil que sea el intento de desviar la atención de los ciudadanos, por categóricas que sean la informaciones de los responsables de combatir la epidemia, no pueden evitar que, en cada comparecencia del señor Sánchez; en sus prolijas apariciones ante las TV; en todas las comparecencias de las autoridades sanitarias, policiales y responsables de transportes, no se deje caer alguna soterrada acusación contra sus adversarios políticos, una queja contra sus insistentes peticiones de ayuda nunca correspondidas y, por supuesto, largas peroratas dándose coba, presumiendo de lo que se está haciendo ( aunque sea poco o nada), de la forma con la que contabilizan las bajas y preparando al pueblo para que no se “escandalice” ante lo que ya califican como inevitable, un aumento de los contagios y de la mortalidad, que ya dan por descontado.

La actuación del presidente del gobierno, señor Pedro Sánchez, su monopolización de la TV, sin que haya TV o emisora nacional que se pueda sustraer al rodillo gubernamental; sus largas peroratas repitiendo las mismas excusas, sus repetitivos intentos pretendiendo demostrar que siempre han actuado correctamente; sus fríos análisis de la situación como si los muertos, el desorbitante número de ellos, no fueran más que números estadísticos; sus intentos de conmover a la galería con sus actuaciones histriónicas y sus cabildeos por aparentar unas emociones que no consigue trasmitir a la audiencia; no se puede valorar más que como una de las facetas más conocidas de su personalidad, su facultad para mentir, fingir, engañar y darle la vuelta a todas las circunstancias desfavorables a las que se ve obligado a enfrentarse, intentando ( a veces lo consigue) que las responsabilidad de todo lo desagradable que sucede en España, incluso lo que proviene de la actuación del actual Gobierno, se cargue en el debe de la oposición de derechas o los partidos a los que se les ha venido llamando como constitucionalistas de los que, actualmente, parece ser que el propio PSOE haya quedado excluido, vistas sus relaciones con quienes tienen como objetivo principal la división de nuestra nación o el cambio del actual régimen democrático por otro de carácter más “progresista” o lo que es lo mismo, comunista bolivariano.

Aplaudimos al pueblo español por su entereza y disciplina; agradecemos el esfuerzo de todos aquellos que, por su profesión, se ven obligados a ocupar los lugares más cercanos al contagio; valoramos muy positivamente a aquellos gobiernos de autonomías que, pese a todas las dificultades y obstáculos con los que deben enfrentarse, luchan valerosamente para sacar, por sus propios medios, lugares de acogida de donde no hay, facultativos de donde no existen y protecciones, que no se les facilitan, para dar a sus ciudadanos todo lo que está en sus manos para aliviar sus preocupaciones o luchar contra el maligno virus de la pandemia. Renegamos de aquellos que como los responsables de la Generalitat catalana o del gobierno vasco, anteponen sus ideas separatistas, sus proyectos de hundir España y sus intentos de conseguir sus propósitos separatistas, a lo que debiera ser una solidaridad sin fisuras en un caso tan flagrante como es la pandemia que está azotando a toda la nación española.

Es obvio que todos estamos obligados a acatar las normas de tipo sanitario y el estado de alarma que ha dictado el gobierno pero, señores, no creemos que esto signifique que debamos ser como una alfombra que deba soportar sin quejarse que quienes mandan y ejercen el poder puedan intentar pisotearlos y abusar de ello para remar en beneficio propio, cuando lo que estamos viendo a nuestro alrededor, entre nuestros vecinos y, en general, entre todos los españoles de a pie, es una solidaridad, una disciplina, un esfuerzo y una serenidad muy difícil de encontrar entre un pueblo que está sometido a la presión de una pandemia que mata sin piedad.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, seguimos teniendo la sensación de que la imprevisión, el retardo en aceptar lo inevitable y los prejuicios políticos y electorales, han contribuido de una manera decisiva a que, el virus Colbi19, haya encontrado más facilidades de las debidas para tomar por asalto nuestro país y cebarse con los españoles. “Fugit hora, hoc quod loquor inde est”, sigo sin estar de humor para traducirlo, dispensen.

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