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Carta a un torero

No empezó el toro, empezaste tú, matador.
Julio Ortega Fraile
miércoles, 19 de febrero de 2020, 12:19 h (CET)

Cuando te pasas toda tu maldita vida torturando y matando a seres inocentes debes entender que, muy de vez en cuando, uno de ellos acierte a defenderse y recibas una milésima parte del sufrimiento que tú les causas.


Claro, que asistiéndote a ti, canalla indeseable, habrá monosabios y mozos de espadas para distraer al toro si te engancha, para recogerte y llevarte en volandas detrás de la barrera que transforma la cacareada lucha de igual a igual en una puta mentira taurina, tu valor en mierda perforada, el arte en cagarte encima del miedo cuando eres tú el jodido, la cultura en «¡corred por vuestra madre, corred que me muero!», la metáfora de la vida y la muerte en versos mortales para el toro y la ciencia, sin nada poesía y con mucho de medicina para salvar a su torturador, es decir: tú

Y después la noticia de "una gravísima cogida" que al final son unos pocos puntos en tu cerebro, perdón, en tu ano quería decir (me confundió la similitud entre ambos) y a las 48 horas el alta médica, pero es que os encanta vender desde los medios afines tragedia humana cuando sólo hay maldad, farsa y un chorrete de betadine en tu esfinter apretado, asesino repugnante.


Si es que hasta Gandhi -y mira que tenía flema- te habría soltado una buena hostia, matador. Y no sería un ojo por ojo para que todos acabasen ciegos, pero a ti, que torturas despacio hasta la muerte con toda la saña y cobardía que cabe en un torero, no te vendría nada mal que el ahimsa te dejase en toda la cara tal impronta que tu menoscabo físico te impidiese generar una respuesta normal de cortisol. Y así, fantoche cruel, cobarde y sádico, tendríamos «la prueba» de que no sufres. ¿Te suena la asquerosa coartada?


Si el destino natural del toro bravo es morir en la plaza, ¿por qué el tuyo es que te lleven a la enfermería y no las hemorragias de sangre y heces en la arena hasta que no quede en ti una gota de hemoglobina y excrementos?

Si su sino es salir arrastrado y mutilado, ¿por que el tuyo es hacerlo en brazos de tus secuaces y meterte dentro otra vez lo que te haya asomado de ese cuerpo que vino al mundo a destrozar otros?


En esta lucha amañada de principio a fin, miserable, tu valor, ética y decencia se reducen a la mancha que embadurne ese asta del toro cuando te lo saque del recto. Y es tú no vales más que ella porque vistos tus actos, no eres más que una deposición de la naturaleza. maestro de la depravación.


PD: ni la virgen a la que te encomiendas, ni la Fundación Toro de Lidia que diciendo haber nacido para protegerte te saca los cuartos, ni todos los invitados de Bertín Osborne a su casa van a lograr que la mayor parte de los ciudadanos cuando vean esta instantánea no piensen: te lo has buscado tu solito, rastrero vestido de luces sin una sola en tu cabeza.


PD II: que quede claro que no fue el toro quien empezó.


PD III: si alguien va a practicar una ablación, le resbala la cuchilla y se corta una arteria. ¿qué sentirías? ¿Y si va a formar parte de una lapidación y la piedra lanzada por como él le impacta en toda la sien por accidente? Pues eso, que interesa orto el tuyo, verduguillo tomando una cucharada de la medicina que administra por barreños. Ojalá del dolor no pudieras sentarte nunca más para firmar contratos para torturar y matar.


PD IV: que te den, más que nada para que dejes de dar tú.


Baustista

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