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No me refiero a la marca de jabón. Se trata de hablar del final de nuestra vida en esta tierra

Palmolive

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Finalmente se ha puesto en marcha la aceleración del tránsito a la otra vida de una forma un poco forzada. Los actuales políticos se han apresurado a estrujar sus mentes para poner en marcha la ley de eutanasia activa. En una palabra y tomándonoslo un poco a broma: la ley del “Palmolive” (derivado del verbo palmar).


Quiero dejar constancia con este escrito que me dejen con vida hasta que “la palme”. He vivido de la experiencia de acompañar en sus últimos momentos a parientes muy cercanos y amigos entrañables. Siempre he recurrido a una oración al Cristo de la Buena Muerte y parece que Jesús me ha escuchado. He visto como su vida se extinguía en paz.

Lo mismo que soy enemigo de la llegada a este mundo de forma acelerada (parece que los nacimientos son programados ahora con una precisión envidiable), estimo que debemos morir cuando nos toque. Los facultativos están para aliviar daños y no para acelerarlos. Los protocolos que aplican los médicos en los últimos momentos de la vida son impecables y facilitan un tránsito lo menos doloroso posible y sin ningún tipo de aceleración –ni retraso- innecesarios.

Definitivamente nos colaran esta ley como tantas otras. Se basarán en el progreso y la modernidad y se quedarán tan tranquilos. Al final el “gran hermano” nos va a decir si podemos nacer cuando, donde y con los padres que quiera; nos van a decir donde, cómo y por quién debemos ser criados y educados; nos van a decir el tipo de relación y familia que debemos mantener; y, finalmente, cuando nos toca palmarla y como lo tenemos que hacer. Como otras tantas veces nos “las cuelan” de forma progresiva. La ley del aborto comenzó de forma muy estricta y hoy se puede “interrumpir el embarazo” casi a la carta. Con lo de la eutanasia va a suceder lo mismo. Comenzará de una forma muy estricta y acabará permitiéndola cuando padezcamos un resfriado con excesiva virulencia.

Que paren este mundo… que me bajo. Me voy a tener que exiliar a un cerro de la Axarquía. Sin teléfono ni televisión y con aquellos familiares que estén tan aburridos de tanto “progreso” como estoy yo.

Mi buena noticia de hoy me la proporcionan ese montón de enfermos de todo tipo que luchan día a día con la enfermedad y las secuelas de accidentes de todo tipo. Ellos no deciden tirar por la calle de en medio y renunciar a lo más hermoso que tenemos: la vida.

Me refiero a casos concretos, como ese hombre joven, que padece una de esas enfermedades raras y progresivas, que cada día se machaca con la natación terapéutica que le permite alargar sus vidas. Esos enfermos de ELA que dan vida a sus días. Esos ancianos llenos de dolencias que no borran la sonrisa de sus rostros.

Mi buena noticia de hoy me la transmiten esos médicos geriatras que realizan impecablemente un día tras otro un trabajo que permite vivir en paz esos últimos momentos sin acelerarlos ni atrasarlos.

Al final, me he puesto trascendente. Quiero acabar con una sonrisa; la de aquel invalido que en su carrito, ante un accidente inminente, gritaba: “Virgencita ¡¡déjame como estoy!!” O aquel que venía extenuado del entierro de su suegra y que al ser preguntado por su estado, contestó: -¡¡es que no se dejaba!!




Palmolive

No me refiero a la marca de jabón. Se trata de hablar del final de nuestra vida en esta tierra
Manuel Montes Cleries
lunes, 17 de febrero de 2020, 23:37 h (CET)

Finalmente se ha puesto en marcha la aceleración del tránsito a la otra vida de una forma un poco forzada. Los actuales políticos se han apresurado a estrujar sus mentes para poner en marcha la ley de eutanasia activa. En una palabra y tomándonoslo un poco a broma: la ley del “Palmolive” (derivado del verbo palmar).


Quiero dejar constancia con este escrito que me dejen con vida hasta que “la palme”. He vivido de la experiencia de acompañar en sus últimos momentos a parientes muy cercanos y amigos entrañables. Siempre he recurrido a una oración al Cristo de la Buena Muerte y parece que Jesús me ha escuchado. He visto como su vida se extinguía en paz.

Lo mismo que soy enemigo de la llegada a este mundo de forma acelerada (parece que los nacimientos son programados ahora con una precisión envidiable), estimo que debemos morir cuando nos toque. Los facultativos están para aliviar daños y no para acelerarlos. Los protocolos que aplican los médicos en los últimos momentos de la vida son impecables y facilitan un tránsito lo menos doloroso posible y sin ningún tipo de aceleración –ni retraso- innecesarios.

Definitivamente nos colaran esta ley como tantas otras. Se basarán en el progreso y la modernidad y se quedarán tan tranquilos. Al final el “gran hermano” nos va a decir si podemos nacer cuando, donde y con los padres que quiera; nos van a decir donde, cómo y por quién debemos ser criados y educados; nos van a decir el tipo de relación y familia que debemos mantener; y, finalmente, cuando nos toca palmarla y como lo tenemos que hacer. Como otras tantas veces nos “las cuelan” de forma progresiva. La ley del aborto comenzó de forma muy estricta y hoy se puede “interrumpir el embarazo” casi a la carta. Con lo de la eutanasia va a suceder lo mismo. Comenzará de una forma muy estricta y acabará permitiéndola cuando padezcamos un resfriado con excesiva virulencia.

Que paren este mundo… que me bajo. Me voy a tener que exiliar a un cerro de la Axarquía. Sin teléfono ni televisión y con aquellos familiares que estén tan aburridos de tanto “progreso” como estoy yo.

Mi buena noticia de hoy me la proporcionan ese montón de enfermos de todo tipo que luchan día a día con la enfermedad y las secuelas de accidentes de todo tipo. Ellos no deciden tirar por la calle de en medio y renunciar a lo más hermoso que tenemos: la vida.

Me refiero a casos concretos, como ese hombre joven, que padece una de esas enfermedades raras y progresivas, que cada día se machaca con la natación terapéutica que le permite alargar sus vidas. Esos enfermos de ELA que dan vida a sus días. Esos ancianos llenos de dolencias que no borran la sonrisa de sus rostros.

Mi buena noticia de hoy me la transmiten esos médicos geriatras que realizan impecablemente un día tras otro un trabajo que permite vivir en paz esos últimos momentos sin acelerarlos ni atrasarlos.

Al final, me he puesto trascendente. Quiero acabar con una sonrisa; la de aquel invalido que en su carrito, ante un accidente inminente, gritaba: “Virgencita ¡¡déjame como estoy!!” O aquel que venía extenuado del entierro de su suegra y que al ser preguntado por su estado, contestó: -¡¡es que no se dejaba!!




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