Aunque Marruecos declara públicamente su respeto a la legalidad internacional, esto no es lo que dicen sus hechos, concretamente con sus fronteras marítimas con aguas que pertenecen a Canarias. Ni siquiera está todavía resuelta la cuestión de la soberanía que dejó abierta la retirada española del Sáhara en 1975. A esto se añade que Rabat tiene el poder de abrir o cerrar el grifo de los flujos migratorios y ha demostrado gran maestría en la utilización de esta herramienta de presión con el Gobierno español. González Laya, ministra de Exteriores, diplomática experimentada, tendrá ocasión de mostrar su capacidad de nadar y guardar la ropa. Pero como antigua alta funcionaria de la ONU sabrá también ser prudente y a la vez firme frente a las pretensiones del vecino y aliado del sur, al que a veces conviene recordar que entre países amigos no son aceptables las políticas de hechos consumados.
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