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Desigualdad

Uno de los principios que parece indiscutible es que los mercados por sí mismos crean altos niveles de desigualdad
José Manuel López García
viernes, 18 de julio de 2014, 07:15 h (CET)
Considero que es el término clave para un adecuado entendimiento de la crisis económica y social existente en Europa y, particularmente, en España. Se puede discutir hasta hartarse o ad nauseam la injusticia de las enormes desigualdades económicas entre los ciudadanos que causan gravísimas situaciones de pobreza y desamparo, pero esto no soluciona los problemas. El temor al derrumbe del sistema capitalista que aparentemente es el que garantiza el bienestar y la propiedad privada, a mi juicio, es infundado. Porque existen procedimientos o mecanismos de ajuste que si se aplican de un modo enérgico y suficiente pueden reducir en gran medida los desajustes económicos que mantienen la injusticia social en la que viven numerosos ciudadanos, por no disponer de los suficientes ingresos para vivir adecuadamente. Otra cuestión es que se quieran aplicar de un modo decidido, consecuente y razonable.

El libro de Thomas Piketty titulado El Capitalismo en el siglo XXI lanza propuestas que pueden parecer desproporcionadas y peligrosas para el mercado capitalista, pero que son modulables, y apuntan a una dirección de las acciones que estimo positiva. Piketty que es un profesor y experto en estas cuestiones económicas ya formuló en su tesis planteamientos sobre la redistribución de la riqueza. A juicio de este investigador: «Una imposición progresiva sobre la riqueza y las sucesiones es la única vía disponible para controlar la desigualdad». Y uno de los principios que parece indiscutible es que los mercados por sí mismos crean altos niveles de desigualdad. Si esto es así, la conclusión parece derivarse claramente es indispensable que el estado los regule del mejor modo posible.


Ciertamente, es innegable que determinados niveles reducidos de desigualdad son aceptables, si no perjudican o impiden el libre y pleno desarrollo de la vida de los ciudadanos. Un impuesto sobre la riqueza suficientemente elevado considero que puede ser una medida que pare la tendencia del sistema capitalista hacia la acumulación desigual y sobre todo desproporcionada de bienes en manos de unos pocos, en una franja que va desde el uno al diez por ciento aproximadamente. En esta línea de argumentación dice Piketty: «Mis conclusiones ante la creciente desigualdad son menos apocalípticas que las de Marx; la acumulación de la riqueza no es inexorable.

Hay políticas que pueden neutralizarla». En efecto, si bien en Francia él participó en la elaboración de un impuesto del 75% a los más ricos, en los diferentes países la gradación del mismo puede ser diferente, en función de las necesidades económicas de grandes capas de la población. Esto puede parecer descabellado, pero si no se toman medidas impositivas de este tipo la situación social es posible que se descontrole con unas consecuencias indeseadas imaginables. La rebelión contra la minoría rica puede suceder no es una hipótesis gratuita o carente de fundamento. También lo afirma Piketty en sus escritos.

Si se supone que estamos en una democracia, en la que debe imperar el mérito ante todo, las grandes desigualdades inmerecidas, y la corrupción económica y política deben desaparecer de la forma más rápida posible. Por tanto, la acción política y la toma de decisiones por parte de los gobernantes potenciando el bienestar general y la redistribución de la riqueza es lo que puede asegurar la sostenibilidad de la democracia. Además, un sistema educativo de más calidad, y con mayor nivel de exigencia y rigor aumentará la competitividad, lo que redundará en beneficio de todos los ciudadanos. Considero que ante la situación de pobreza de una parte considerable de la población no se pueden esperar tiempos mejores, y es necesario actuar ya con medidas, aunque sean graduales y por ensayo y error dentro de unos límites razonables y prudentes.

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