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Daniel Tercero

Efluvio

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No cabe duda de que en el país en el que vivimos la libertad es un valor asegurado y nadie discute. La libertad entendida como la manera de obrar, o no, que tiene una persona siendo consciente y consecuente de sus actos. Es decir, la forma de elegir los actos de uno mismo. Y aplicando este concepto a la prensa y el pensamiento, en ocasiones, las respuestas a los actos suelen atufar a censura en lugar de abundar a libertad. Me explico.

Juan Abreu es un escritor cubano afincado en Barcelona, exiliado por tanto por defender la libertad en un país bajo régimen dictatorial, autor de más de una decena de obras (novelas, cuentos infantiles...). Hace unos meses escribió una novela, Rebelión en Catanya, para distribuirla por internet de forma totalmente gratuita. Abreu contactó con algunas editoriales para que, paralelamente, publicasen la novela en formato tradicional -offline- y se le diera salida en las librerías. Pero el bueno de Abreu no sabía que escribir en Cataluña contra la patria nacionalista tiene un coste.

El pasado verano el escritor cubano recibió un correo electrónico de Enrique Redel, responsable de Editorial Funambulista, que le había asegurado, semanas antes, que la novela estaría en las librerías bajo su sello, anunciándole que no publicarían su última novela ya que los libreros y distribuidores que había consultado no aseguraban su distribución. El señor Redel hacía suyas las palabras que le habían transmitido los libreros y le comunicaba a Abreu que su publicación era “una decisión muy equivocada” ya que se politizaría la obra y se convertiría en “un libro instrumentalizado por la derecha”. Pero ¿cuál era el pecado que había cometido Abreu?

Las presiones de los libreros, según Redel, han podido con la impresión y distribución de Rebelión en Catanya; presiones que hacen que la obra de Abreu pase del estante de novela histórica al estante de radiante actualidad. Editorial Funambulista ha ejercido la libertad, qué duda cabe. Su libertad. La de ceder a las presiones de la censura de los libreros y distribuidores, que por otro lado tienen la libertad de vender, y distribuir, lo que ellos consideren oportuno. Pero no me negarán que el tufo a censura invade las fosas nasales de cualquier lector de aquí o de Cuba. Escribir contra el nacionalismo, en Cataluña, es por lo menos pecado y la penitencia duradera.

La realidad es ficción, como se sabe, escribe Abreu en su blog. Y así es. Al menos en Catanya. Porque desde ya Catanya ha pasado del papel -online, de momento- a la realidad. No existe la libertad de las editoriales para publicar lo que consideren oportuno sin las posibles represalias “de fanáticos nacionalistas o de cualquier otro pelaje”.

Abreu tendrá que esperar a que otra editorial se interese por su obra. Mejor. Un editor que se pliega a las exigencias de los -pocos pero influyentes- fanáticos no parece el mejor de los empresarios. Pero no olvidemos que ser cobarde es de humanos y que como el escritor cubano responde a Redel, mediante correo electrónico: “Son necesarias estas preguntas: ¿por qué ciudadanos libres se pliegan tan fácilmente a la presión política de un distribuidor y unos libreros? ¿Vale tan poco la libertad editorial? ¿Quién es este distribuidor y quienes son estos libreros? Creo que tengo derecho a saberlo”.

Y todavía algunos se preguntan la razón del cántico ¡libertad, libertad! en boca de seguidores de un partido no nacionalista en las pasadas elecciones autonómicas en Cataluña. Suerte, don Juan.

Efluvio

Daniel Tercero
Daniel Tercero
jueves, 9 de noviembre de 2006, 23:41 h (CET)
No cabe duda de que en el país en el que vivimos la libertad es un valor asegurado y nadie discute. La libertad entendida como la manera de obrar, o no, que tiene una persona siendo consciente y consecuente de sus actos. Es decir, la forma de elegir los actos de uno mismo. Y aplicando este concepto a la prensa y el pensamiento, en ocasiones, las respuestas a los actos suelen atufar a censura en lugar de abundar a libertad. Me explico.

Juan Abreu es un escritor cubano afincado en Barcelona, exiliado por tanto por defender la libertad en un país bajo régimen dictatorial, autor de más de una decena de obras (novelas, cuentos infantiles...). Hace unos meses escribió una novela, Rebelión en Catanya, para distribuirla por internet de forma totalmente gratuita. Abreu contactó con algunas editoriales para que, paralelamente, publicasen la novela en formato tradicional -offline- y se le diera salida en las librerías. Pero el bueno de Abreu no sabía que escribir en Cataluña contra la patria nacionalista tiene un coste.

El pasado verano el escritor cubano recibió un correo electrónico de Enrique Redel, responsable de Editorial Funambulista, que le había asegurado, semanas antes, que la novela estaría en las librerías bajo su sello, anunciándole que no publicarían su última novela ya que los libreros y distribuidores que había consultado no aseguraban su distribución. El señor Redel hacía suyas las palabras que le habían transmitido los libreros y le comunicaba a Abreu que su publicación era “una decisión muy equivocada” ya que se politizaría la obra y se convertiría en “un libro instrumentalizado por la derecha”. Pero ¿cuál era el pecado que había cometido Abreu?

Las presiones de los libreros, según Redel, han podido con la impresión y distribución de Rebelión en Catanya; presiones que hacen que la obra de Abreu pase del estante de novela histórica al estante de radiante actualidad. Editorial Funambulista ha ejercido la libertad, qué duda cabe. Su libertad. La de ceder a las presiones de la censura de los libreros y distribuidores, que por otro lado tienen la libertad de vender, y distribuir, lo que ellos consideren oportuno. Pero no me negarán que el tufo a censura invade las fosas nasales de cualquier lector de aquí o de Cuba. Escribir contra el nacionalismo, en Cataluña, es por lo menos pecado y la penitencia duradera.

La realidad es ficción, como se sabe, escribe Abreu en su blog. Y así es. Al menos en Catanya. Porque desde ya Catanya ha pasado del papel -online, de momento- a la realidad. No existe la libertad de las editoriales para publicar lo que consideren oportuno sin las posibles represalias “de fanáticos nacionalistas o de cualquier otro pelaje”.

Abreu tendrá que esperar a que otra editorial se interese por su obra. Mejor. Un editor que se pliega a las exigencias de los -pocos pero influyentes- fanáticos no parece el mejor de los empresarios. Pero no olvidemos que ser cobarde es de humanos y que como el escritor cubano responde a Redel, mediante correo electrónico: “Son necesarias estas preguntas: ¿por qué ciudadanos libres se pliegan tan fácilmente a la presión política de un distribuidor y unos libreros? ¿Vale tan poco la libertad editorial? ¿Quién es este distribuidor y quienes son estos libreros? Creo que tengo derecho a saberlo”.

Y todavía algunos se preguntan la razón del cántico ¡libertad, libertad! en boca de seguidores de un partido no nacionalista en las pasadas elecciones autonómicas en Cataluña. Suerte, don Juan.

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