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Las quimeras de Mas y Junqueras para liar a la ciudadanía catalana

En esta campaña los políticos no están solos, tienen sus legiones de adictos incondicionales, de funcionarios colaboradores
Miguel Massanet
lunes, 19 de mayo de 2014, 21:25 h (CET)
La mentira es como la bola de nieve, cuantas más vueltas da, mayor se hace
M. Lutero. 

La batalla, señores, no ha hecho más que empezar y aquellos que pretenden crear un clima favorable a sus pretensiones no reparan en medios para intentar, por todos los medios a su alcance, conseguir arrastrar el mayor número de acólitos a su terreno que, en el caso de las elecciones catalanas para el Parlamento Europeo, no es ni más ni menos que conseguir un número de votos a favor de los partidos más radicales en el tema independentista; para valerse de ellos para argumentar que, este apoyo, quiere indicar que la población catalana está a favor de la independencia de España. Todo vale para conseguirlo.

Claro que, en esta campaña, los políticos no están solos, tienen sus legiones de adictos incondicionales, de funcionarios colaboradores; de paniaguados que saben que necesitan de ellos para prosperar; de renegados que esperan vengarse de España por supuestas cuentas pendientes; de periodistas, de editorialistas y de directores de periódicos, que reciben apoyos económicos, precisamente para que sigan defendiendo la causa independentista. No se descuida el señor Mas de los que se han mostrado fieles colaboradores en realzar las cualidades de la economía catalana, buscar compararla con los, a su juicio, “fracasos” de España y del Gobierno español, mientras intentan, por activa y por pasiva, convencer a quienes les escuchan, desde todos los mítines en que intervienen los líderes del separatismo, repitiendo hasta la saciedad “vamos a remodelar Europa”, “vamos a hacernos oír en Europa” o “vamos a formar parte de Europa, como una de las naciones de economía mejor y mas rica”.

El periódico catalán, La Vanguardia, uno de los rotativos que más se viene empeñando en esta tarea de desinformar a la ciudadanía, pretendiendo vender que la independencia sería un bien del cielo para el pueblo catalán; hablando de que Catalunya es autosuficiente y que la industria catalana está en mejores condiciones de valerse por si misma en caso de una hipotética separación de España.; ha sido, a la vez, uno de los que mejor salen parados a la hora de recibir la recompensa de la Generalitat por su labor propagandista a favor de la causa. Por ello ha recibido, del señor Mas, la friolera de 835.436,20 euros simplemente por “usar el catalán”; le siguen: El Periódico con 520.865,24 euros y El Punt Avui (enteramente en catalán) con 481.788,12 euros y, así siguiendo hasta la no despreciable cantidad de 5.976.000 euros. Una más de las subvenciones, como las que se dan al teatro catalán o las que se dedican al pago de los gastos de las embajadas catalanas en países extranjeros, etc. Luego se quejarán de que no les basta lo que reciben del Estado español en concepto de financiación autonómica y se empeñan en decir que España les roba.

Vamos a ver si dejamos algo claro: la economía catalana no va bien porque los catalanes sean los que la hacen funcionar bien porque, señores, hace ya muchos años que aquellas familias burguesas catalanas, propietarias de la poderosa industria textil se hicieron ricas vendiendo tejidos a los dos bandos enfrentados en la I Guerra Mundial. Hoy en día, el comercio textil prácticamente no existe; la gran mayoría de lasa empresas establecidas en Catalunya son multinacionales venidas del extranjero, dirigidas por persona foráneo y con capital extranjero.

Tampoco es verdad que permanezcan aquí por gusto porque, si bien es cierto que algunas se han instalado en Catalunya, convencidas de que esto de la independencia nunca tendrá efecto; la mayoría llevan muchos años instaladas en estas tierras y, muchas de las que estaban operando en esta comunidad ya la han abandonado o la van abandonando, a medida que se han apercibido de que las condiciones laborales, los problemas salariales, los impuestos y determinadas imposiciones, de la Generalitat, sobre el etiquetado de sus productos y otras exigencias, se han hecho demasiado gravosas. Unas se marcharon a otros lugares de España y otras, las más, a Madrid y, un grupo importante de ellas, se han trasladado a otros países de la UE.

Lo que, el señor Mas y el señor Junqueras, se guardan mucho de decirles a los catalanes, es algo que se cae por su propio peso y no tiene vuelta de hoja. La legislación comunitaria es tajante respecto de lo que les sucedería a los países que se desgajen de alguno de los países que pertenecen a la UE. Inmediatamente quedarán fuera de ella y pasarán a tener el estatus de tercer país. No podrán seguir percibiendo ayudas del BCE, no se les permitirá recibir las subvenciones de Bruselas y, aunque podrán seguir usando el euro, no podrán pedir créditos ni del BCE ni del BEF. Pero lo que, sin duda, es peor y lo que motivaría que la mayoría de multinacionales abandonaran Catalunya, en caso de separarse de España; sería el hecho de que Catalunya quedaría fuera de los acuerdos arancelarios vigentes en la CE y también de los que hoy existen en el ámbito económico internacional. Esto supondría que, aparte de los aranceles que se vería obligada a soportar en sus relaciones comerciales internacionales con otros países de la UE, como una nación no perteneciente a ella; en el caso de países terceros, se vería obligada a pagar los aranceles más altos previstos en los baremos internacionales.

Otra cosa que no mencionan los líderes separatistas y que convendría que supiesen todos los catalanes es que, este supuesto reingreso, que tanto Mas como Junqueras dan como seguro que se produciría dentro de un corto espacio de tiempo; seguramente duraría muchos más años de los que suponen, por el simple hecho de que deberían ponerse a la cola de los que aspiran a ingresar en la CE y, aún así, cuando se estudiara su caso, quedaría supeditado a que todos los países, hoy en día 27, aceptaran la incorporación de Catalunya como nueva nación; algo que, por mucho que intenten conseguir la unanimidad de todas ellas, es evidente que va a resultarles muy difícil lograrlo, si tenemos en cuenta que deberían contar con el sí de España, algo que, evidentemente, sería problemático.

Es cierto que, tanto Artur Mas como Oriol Junqueras, conocen al dedillo la legislación de la UE y, por consiguiente, saben las dificultades con las que se van a encontrar. Es obvio que 8 años fuera de la CE pueden resultar suficientes para que la nación catalana se hundiera, si es que tenemos en cuenta que, para el pago de las pensiones, en la actualidad deben recibir aportaciones del Estado, lo que también sucede para el pago a proveedores, como ha sido el caso de las farmacia y de aquellas entidades de beneficencia que han tenido que pasar por el trago de no tener dinero para pagar a sus empleados. Ya no nos refiramos al pago de las prestaciones de la Seguridad Social y a lo que atañe a la Ley de Dependencia, hundida en el cajón del olvido por lo que se refiere a la aceptación de nuevos perceptores. ¿Acaso esta es la Catalunya, la nación catalana, autosuficiente, próspera y que va a proporcionar el bienestar que hoy no tienen a todos los ciudadanos catalanes? Primero deberán amortizar los casi 60.000 millones de euros de deudas, para cuya renovación y pago de intereses han precisado de préstamos del Estado y queda por ver como van a solucionar el problema de casi 600.000 parados por falta de trabajo.

En fin, señores, que una cosa es alardear, hacerse los patriotas, presentarse como los rescatadores de Catalunya de las zarpas de los españoles y otra muy distinta, es conseguir que esta autonomía pueda subsistir, sin llevar a la miseria a sus ciudadanos, fuera de España y de la comunidad internacional. O así es como, señores, desde la óptica del ciudadano de a pie, vemos venir el fracaso del independentismo catalán.

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