Siglo XXI. Diario digital independiente, plural y abierto. Noticias y opinión
Viajes y Lugares Tienda Siglo XXI Grupo Siglo XXI
21º ANIVERSARIO
Fundado en noviembre de 2003
Opinión
Etiquetas | Reflexión | Política | Tribunal Supremo
No estoy seguro de que hayamos mejorado en estos últimos tiempos

​Los mayores estamos confusos

|

Los mayores, los viejos como yo, nos sentimos confusos, bastante perdidos con las cosas que ocurren y no entendemos, mientras que recordamos con cariño lo que vivimos de niños. Quizás hemos olvidado lo que hicimos esta mañana pero recordamos lo que cantábamos en el parvulario, las lecciones que repetíamos todos a coro y lo que disfrutábamos jugando con una pelota de trapo, unas canicas o saltando sobre las espaldas de un compañero agachado.

Recuerdo que aprendimos los límites de España, los ríos, los cabos y las provincias de cada región a fuerza de repetirlos a coro. Parece como si estuviera oyendo aquello de España limita al norte con el mar cantábrico y los montes Pirineos que nos separan de Francia o cuando cantábamos que el Sur está Andalucía, más hacia el este está Murcia, más al norte está Valencia, más al norte Cataluña…

El maestro nos explicaba que España era una nación compuesta de cincuenta provincias, que había un gobierno central con varios ministros y que cada provincia, que tenía número variable de municipios, de pueblos, cada uno con su ayuntamiento, dependientes todos de las diputaciones provinciales, la regía un gobernador civil.

Aquello era suficiente para tener una idea de la organización de España. Cuando estudié en la facultad la historia de España comprobé que las constituciones del siglo XIX y principios del XX mantenían esta misma estructura de la nación, seguramente porque había resultado útil.

Pero llegó la transición, que nos vendieron como democrática, como el sistema que iba a terminar con todos los enfrentamientos y empezó la confusión: las cincuenta provincias se convirtieron en diecisiete comunidades autónomas con capacidad legislativa y la ansiada democracia, el gobierno del pueblo, resultó ser simplemente que cada español podía votar cada cuatro años a un partido que cuando tomaba el poder podía hacer lo que quisiera con nuestro voto, aunque las cosas que hiciera no tuvieran nada que ver con el programa con el que solicitó nuestros votos.

La administración central del estado cuyo funcionamiento era bastante bueno se troceó entre las comunidades autónomas y los españoles dejamos de ser iguales para ser más desiguales, al depender de cada gobierno autonómico organizar sus servicios y competencias, incluida la secesión. Las comunidades autónomas podían estar gobernadas por partidos distintos del gobierno del Estado y los ayuntamientos podían ser del mismo partido que el del gobierno estatal, del autonómico o de otro, todo lo cual planteaba dificultades que no se resuelven.

Así que a cada españolito pueden afectarle leyes nacionales, leyes autonómicas y leyes municipales, todas de obligado cumplimiento. Quedaba siempre el amparo de una justicia única, pero estamos viendo que desde que se inicia una cuestión judicial hasta que se dicta sentencia pasan varios años, ampliables por los recursos correspondientes.

Pero no solo tenemos gobierno central, autonómico y municipal, sino que para colmo formamos parte de la Unión Europea que tiene también potestades normativas, de obligado cumplimiento y tribunales que quedan por encima incluso de nuestro viejo Tribunal Supremo. La entrada de España en la Unión Europea también se nos vendió como un gran logro nacional, y quizás lo sea. Tenemos una moneda común pero una economía que puede ser intervenida en cualquier momento, la libre circulación por todo el espacio europeo, pero también la libre circulación de ideas que están terminando con muchos de nuestros valores, etc. etc.

​Los mayores estamos confusos

No estoy seguro de que hayamos mejorado en estos últimos tiempos
Francisco Rodríguez
martes, 11 de febrero de 2020, 08:29 h (CET)

Los mayores, los viejos como yo, nos sentimos confusos, bastante perdidos con las cosas que ocurren y no entendemos, mientras que recordamos con cariño lo que vivimos de niños. Quizás hemos olvidado lo que hicimos esta mañana pero recordamos lo que cantábamos en el parvulario, las lecciones que repetíamos todos a coro y lo que disfrutábamos jugando con una pelota de trapo, unas canicas o saltando sobre las espaldas de un compañero agachado.

Recuerdo que aprendimos los límites de España, los ríos, los cabos y las provincias de cada región a fuerza de repetirlos a coro. Parece como si estuviera oyendo aquello de España limita al norte con el mar cantábrico y los montes Pirineos que nos separan de Francia o cuando cantábamos que el Sur está Andalucía, más hacia el este está Murcia, más al norte está Valencia, más al norte Cataluña…

El maestro nos explicaba que España era una nación compuesta de cincuenta provincias, que había un gobierno central con varios ministros y que cada provincia, que tenía número variable de municipios, de pueblos, cada uno con su ayuntamiento, dependientes todos de las diputaciones provinciales, la regía un gobernador civil.

Aquello era suficiente para tener una idea de la organización de España. Cuando estudié en la facultad la historia de España comprobé que las constituciones del siglo XIX y principios del XX mantenían esta misma estructura de la nación, seguramente porque había resultado útil.

Pero llegó la transición, que nos vendieron como democrática, como el sistema que iba a terminar con todos los enfrentamientos y empezó la confusión: las cincuenta provincias se convirtieron en diecisiete comunidades autónomas con capacidad legislativa y la ansiada democracia, el gobierno del pueblo, resultó ser simplemente que cada español podía votar cada cuatro años a un partido que cuando tomaba el poder podía hacer lo que quisiera con nuestro voto, aunque las cosas que hiciera no tuvieran nada que ver con el programa con el que solicitó nuestros votos.

La administración central del estado cuyo funcionamiento era bastante bueno se troceó entre las comunidades autónomas y los españoles dejamos de ser iguales para ser más desiguales, al depender de cada gobierno autonómico organizar sus servicios y competencias, incluida la secesión. Las comunidades autónomas podían estar gobernadas por partidos distintos del gobierno del Estado y los ayuntamientos podían ser del mismo partido que el del gobierno estatal, del autonómico o de otro, todo lo cual planteaba dificultades que no se resuelven.

Así que a cada españolito pueden afectarle leyes nacionales, leyes autonómicas y leyes municipales, todas de obligado cumplimiento. Quedaba siempre el amparo de una justicia única, pero estamos viendo que desde que se inicia una cuestión judicial hasta que se dicta sentencia pasan varios años, ampliables por los recursos correspondientes.

Pero no solo tenemos gobierno central, autonómico y municipal, sino que para colmo formamos parte de la Unión Europea que tiene también potestades normativas, de obligado cumplimiento y tribunales que quedan por encima incluso de nuestro viejo Tribunal Supremo. La entrada de España en la Unión Europea también se nos vendió como un gran logro nacional, y quizás lo sea. Tenemos una moneda común pero una economía que puede ser intervenida en cualquier momento, la libre circulación por todo el espacio europeo, pero también la libre circulación de ideas que están terminando con muchos de nuestros valores, etc. etc.

Noticias relacionadas

Al fin, el sistema educativo (aunque fundamentalmente lo es, o habría de serlo, de enseñanza-aprendizaje) está dentro de una dinámica social y en su transcurrir diario forja futuros ciudadanos con base en unos valores imperantes de los que es complicado sustraerse. Desde el XIX hasta nuestros días dichos valores han estado muy influenciados por la evolución de la ética económico-laboral, a la que Jorge Dioni López se refería afinadamente en un artículo.

Acaba de fallecer Joe Lieberman, con 82 años, senador estadounidense por Connecticut durante cuatro mandatos antes de ser compañero de Al Gore en el año 2000. Desde que se retiró en 2013 retomó su desempeño en la abogacía en American Enterprise Institute y se encontraba estrechamente vinculado al grupo político No Label (https://www.nolabels.org/ ) y que se ha destacado por impulsar políticas independientes y centristas.

Me he criado en una familia religiosa, sin llegar a ser beata, que ha vivido muy de cerca la festividad del Jueves Santo desde siempre. Mis padres se casaron en Santo Domingo, hemos vivido en el pasillo del mismo nombre, pusimos nuestro matrimonio a los pies de la Virgen de la Esperanza, de la que soy hermano, y he llevado su trono durante 25 años.

 
Quiénes somos  |   Sobre nosotros  |   Contacto  |   Aviso legal  |   Suscríbete a nuestra RSS Síguenos en Linkedin Síguenos en Facebook Síguenos en Twitter   |  
© Diario Siglo XXI. Periódico digital independiente, plural y abierto | Director: Guillermo Peris Peris
© Diario Siglo XXI. Periódico digital independiente, plural y abierto