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Irán, entre Oriente y Occidente

Jorge Pisa Sánchez
Redacción
sábado, 7 de octubre de 2006, 03:25 h (CET)
El territorio que actualmente ocupa el estado de Irán, ha sido siempre un lugar de paso y de contacto entre diferentes culturas, Además de contener amplias riquezas y recursos, lo que ha generado desde los tiempos más antiguos temor y rivalidad en los pueblos y estados más cercanos e incluso en los más lejanos.

Las tribus de Medos y Persas ocuparon la zona en tiempos prehistóricos (II milenio A.C.). Después de un breve periodo de dominio Medo (finales s. VII – mediados del s. VI a.C), los persas liderados por Ciro el Grande, desafiaron su poder y establecieron el imperio de los Persas Aquemenidas (559-330 a.C.). Tras del enfrentamiento entre griegos y persas que representaron las dos Guerras Médicas (490 – 479 a.C) el Imperio Persa fue derrotado y conquistado por el macedonio Alejandro Magno, cuya prematura muerte permitió a Seleuco, uno de sus generales, gobernar sobre el territorio del actual Irán, fundando la dinastía de los Seléucidas. A los macedonios les sucedieron los Partos, un pueblo de origen escita, que progresivamente fue ocupando el territorio de la meseta iraní.

De nuevo una dinastía persa, la de los Sasánidas, ocupó el poder en la zona (227-641 d.C.) y se enfrentó al Imperio Romano y Bizantino por los ricos territorios del Levante Mediterráneo y Anatolia.

Una nueva era comenzó en el Oriente Asiático con la llegada de los musulmanes y de su nueva religión, el Islam. Pronto el territorio iraní fue conquistado por los primeros califas sucesores del profeta (636-641 d.C.). Al primer dominio musulmán de Omeyas y Abbásidas siguió una época de división y fragmentación del poder. Poco después, a partir del siglo X, los Turcos Selyúcidas dominaron gran parte del mundo musulmán, y establecieron varios estados turcos. A éstos les siguió la conquista y dominio de los Mongoles de Gengis Khan y Tamerlán en los siglos XIII y XIV.

La dinastía autóctona de los Safawíes, controló el Irán en el siglo XVI, expulsando a los invasores y ordenando el territorio. Esta dinastía establecerá el Islam Chiíta como religión oficial del estado. En este periodo ya los comerciantes portugueses habían establecido colonias en el Golfo Pérsico, siendo expulsadas por los gobernantes Safawíes.
Después de un breve periodo de dominación afgana en el siglo XVII, se sucedieron varias dinastías persas, hasta que finalmente Aga Muhammad Jan tomó el título se Shah e estableció la dinastía que gobernará el territorio iraní hasta 1925. Durante este largo periodo Irán sufrió la creciente presión de las naciones europeas y en especial de la Rusia Zarista.

Con la llegada al poder del general Reza Shah Pahlevi en 1921, se inició una política de modernización y de reformas del estado. El en año 1934 se adoptó oficialmente el nombre de Irán.

El país se mantuvo neutral durante la I y II Guerra Mundial, aunque no pudo evitar que Gran Bretaña y la Unión Soviética ocuparan su territorio.
Con el exilio de Reza Shah Pahlevi llegó al poder su hijo, Muhammad Reza Shah Pahlevi.

Desde principios del siglo XX las potencias occidentales rivalizaron por controlar los enormes recursos petroleros iraníes. Países como Gran Bretaña, la URSS, EE.UU:, Francia y Holanda rivalizaron por conseguir las concesiones de explotación del petróleo iraní.

El Irán de Reza Shah Palhevi potenció una política de industrialización, modernización y potenció sus lazos con los estados occidentales, todo esto apoyado por una política interior de fuerte represión ante cualquier movimiento de oposición política y social.

Esta situación llevó, en el año 1979, al estallido de una revolución de carácter islámico dirigida por elementos conservadores y religiosos, que provocó la huida del Shah. Con el liderazgo del ayatolá Jomeini se creó una república islámica dominada por el estamento religioso, opuesta a la modernización y laicidad del mundo occidental y enfrentada a su principal representante, los EE.UU.

Poco después, en 1980, se inició la guerra contra Irak, el país vecino, gobernado por Saddam Hussein, con el cual mantenía desde hacía años un enfrentamiento de carácter territorial. La guerra finalizó ocho años más tarde dejando tras de sí alrededor de 500.000 muertos y debilitadas las economías de los dos países. En este conflicto las potencias occidentales, la URSS y EE.UU. apoyaron a Irak, cuyo régimen era considerado como el “menos malo” para Occidente.

En 1989 falleció el ayatolá Jomeini. El conficto entre Irán y Occidente se agravó más con la acusación por parte de EE.UU. de que Irán favorecía el terrorismo, llegando, posteriormente a incluirse a este país en su conocido Eje del Mal. Los atentados terroristas islámicos de las Torres Gemelas, el 11 de septiembre de 2001 no hizo más que radicalizar la situación, y la posterior invasión por parte de EE.UU. de Afganistán e Irak, ha tenido como consecuencia la creación de un panorama político internacional extremadamente inestable y conflictivo, en el cual la lucha contra el terrorismo internacional, que se atrevió a atacar el corazón de la primera potencia hegemónica mundial, se ha convertido en un objetivo prioritario.

El último episodio de la confrontación entre EE.UU. e Irán se centra en la política nuclear de este último. El anuncio hecho en 2003 por parte del presidente iranio Mohammad Kathami, de su programa nuclear no hizo más que aumentar la tensión en las relaciones entre EE.UU. e Irán, hecho que ha empeorado la situación política internacional y especialmente la de la zona del oriente Medio.

Ante esta escalada de tensión en la zona, será difícil averiguar si la política agresiva de los EE.UU. en Oriente está guiada por la pretendida lucha contra el omnipresente terrorismo internacional, o como en el caso de Irak, existen oscuros intereses en juego.

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Jorge Pisa Sánchez es licenciado en Historia.

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No es ninguna novedad que vivimos en un tiempo donde el pulso de la coexistencia social parece haberse acelerado en una deriva incomprensible, enfrentándonos con la paradoja de una humanidad cada vez más próxima, sin que ello se traduzca necesariamente en la cercanía o comprensión mutua.

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