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La famosa ciudad marroquí es protagonista en estos días de la mayor fiesta del libro en África

Feria del Libro en Casablanca: Tócala de nuevo, Sam

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La mayoría de los occidentales ha oído hablar de Casablanca bajo los sesgos de Hollywood, a través de la famosa película del año 1942, tantas veces recordada. Pero sin dudas esta ciudad y todo Marruecos es mucho más de lo que nos presentara la industria del cine siete décadas atrás.

En la España genuina disfrazada de turbante, el camino a las Canarias y la hispanidad americana, Marruecos, desembarque esa semana para la feria del libro de Casablanca, invitado por el ministerio de Cultura marroquí.

Quienes se quedaron con la Casablanca de los años cuarenta, administrada por la Francia ocupada por los nazis y que vieran en la célebre película de Bogart y Bergman, se sorprenderían de ver a esta metrópoli convertida en el mayor centro cultural del África.

Mientras el famoso café Rick a la vera del Mediterráneo yace casi olvidado en un rincón de la ciudad, a pocas cuadras el salón del libro de Casablanca es un hervidero. Adyacente a la gran Mezquita de la ciudad, un crisol de culturas sorprende al viajero que se asoma con ojos ajenos a una ciudad que ha superado con creces su imagen de antaño.

Puestos de todos los países del mundo, incluidos los hispanoamericanos, atiborran un imponente salón donde los caracteres árabes son abrumadora mayoría, demostrando la inferioridad numérica en que se encuentran las letras occidentales.

Países como los africanos, invitados de honor de este año por las autoridades marroquíes, mas estados de medio Oriente como Palestina o Kuwait, convierten a Casablanca en el mayor centro cultural del mundo hasta el 23 de este mes.

En los stands latinoamericanos, los procesos políticos de Venezuela y Argentina acaparan la atención de los lectores, interesados en figuras como Hugo Chávez o el matrimonio Kirchner, ya convertido en iconos de la historia latinoamericana. De libros españoles, nos cuenta la responsable Verónica Crespo, los preferidos siguen siendo los clásicos como los de Juan Ramón Giménez o Cervantes, muy conocidos por los lectores árabes.

En el stand de Paraguay, Augusto Roa Bastos, premio Cervantes de Literatura, deja bien parada la literatura paraguaya. La cordialidad y el respeto que los hispanos reciben por parte de Hassan El Ouazzani, organizador de la feria, es un indicador del respeto que las letras latinoamericanas han sabido ganarse en todo el mundo, incluido el árabe.

El resto de los espacios es dominado por esos extraños libros que para nosotros los occidentales se leen del revés, empezando por la contratapa y con caracteres ilegibles que parecen venidos de otro mundo.

Extrañas advertencias de personas que desconocen la realidad marroquí, o se guían por prejuicios sin fundamento, habían precedido a mi viaje con admoniciones que resultaron totalmente infundadas.

Marruecos aparece hoy a los ojos del visitante extranjero como un estado moderno, pacifico, pujante y la tan publicitada delincuencia de la que advierten los pre juiciosos es prácticamente imperceptible en las calles, inclusive en los barrios más modestos de las ciudades de este reino que en estos días se convierte en capital cultural del Mediterráneo.

Quienes nos complacemos de ver autoridades respaldando la cultura de su pueblo y la de otros países, no podemos que parafrasear al célebre epilogo que Humphrey Bogart da a la película Casablanca y repetir: Tócame esa canción de nuevo, Sam.

Feria del Libro en Casablanca: Tócala de nuevo, Sam

La famosa ciudad marroquí es protagonista en estos días de la mayor fiesta del libro en África
Luis Agüero Wagner
martes, 18 de febrero de 2014, 07:18 h (CET)
La mayoría de los occidentales ha oído hablar de Casablanca bajo los sesgos de Hollywood, a través de la famosa película del año 1942, tantas veces recordada. Pero sin dudas esta ciudad y todo Marruecos es mucho más de lo que nos presentara la industria del cine siete décadas atrás.

En la España genuina disfrazada de turbante, el camino a las Canarias y la hispanidad americana, Marruecos, desembarque esa semana para la feria del libro de Casablanca, invitado por el ministerio de Cultura marroquí.

Quienes se quedaron con la Casablanca de los años cuarenta, administrada por la Francia ocupada por los nazis y que vieran en la célebre película de Bogart y Bergman, se sorprenderían de ver a esta metrópoli convertida en el mayor centro cultural del África.

Mientras el famoso café Rick a la vera del Mediterráneo yace casi olvidado en un rincón de la ciudad, a pocas cuadras el salón del libro de Casablanca es un hervidero. Adyacente a la gran Mezquita de la ciudad, un crisol de culturas sorprende al viajero que se asoma con ojos ajenos a una ciudad que ha superado con creces su imagen de antaño.

Puestos de todos los países del mundo, incluidos los hispanoamericanos, atiborran un imponente salón donde los caracteres árabes son abrumadora mayoría, demostrando la inferioridad numérica en que se encuentran las letras occidentales.

Países como los africanos, invitados de honor de este año por las autoridades marroquíes, mas estados de medio Oriente como Palestina o Kuwait, convierten a Casablanca en el mayor centro cultural del mundo hasta el 23 de este mes.

En los stands latinoamericanos, los procesos políticos de Venezuela y Argentina acaparan la atención de los lectores, interesados en figuras como Hugo Chávez o el matrimonio Kirchner, ya convertido en iconos de la historia latinoamericana. De libros españoles, nos cuenta la responsable Verónica Crespo, los preferidos siguen siendo los clásicos como los de Juan Ramón Giménez o Cervantes, muy conocidos por los lectores árabes.

En el stand de Paraguay, Augusto Roa Bastos, premio Cervantes de Literatura, deja bien parada la literatura paraguaya. La cordialidad y el respeto que los hispanos reciben por parte de Hassan El Ouazzani, organizador de la feria, es un indicador del respeto que las letras latinoamericanas han sabido ganarse en todo el mundo, incluido el árabe.

El resto de los espacios es dominado por esos extraños libros que para nosotros los occidentales se leen del revés, empezando por la contratapa y con caracteres ilegibles que parecen venidos de otro mundo.

Extrañas advertencias de personas que desconocen la realidad marroquí, o se guían por prejuicios sin fundamento, habían precedido a mi viaje con admoniciones que resultaron totalmente infundadas.

Marruecos aparece hoy a los ojos del visitante extranjero como un estado moderno, pacifico, pujante y la tan publicitada delincuencia de la que advierten los pre juiciosos es prácticamente imperceptible en las calles, inclusive en los barrios más modestos de las ciudades de este reino que en estos días se convierte en capital cultural del Mediterráneo.

Quienes nos complacemos de ver autoridades respaldando la cultura de su pueblo y la de otros países, no podemos que parafrasear al célebre epilogo que Humphrey Bogart da a la película Casablanca y repetir: Tócame esa canción de nuevo, Sam.

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