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Daniel Tercero

El porno artístico

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Andan en Londres algo revueltos con la proliferación del porno en el arte. Parece ser que Charles Saatchi, coleccionista, marchante y publicitario británico (nacido en Bagdag, de familia judía sefardí) está agitando el arte que se expone en el Reino Unido. Su último descubrimiento es el nuevo arte estadounidense.

A partir del próximo 6 de octubre se podrá contemplar en la Royal Academy of Arts de Londres una exposición titulada USA Today y que ha sido calificada por algunos de los académicos de la insigne institución como una exposición pornográfica. Aluden a que en ella se podrá ver sexo explícito.

Mucho podríamos hablar sobre si el sexo, la pornografía, es arte en sí mismo. Encontramos escenas, fotografías, lienzos o representaciones escultóricas, que aportan tipos y modalidades de vida de nuestros antepasados. Batallas, celebraciones de guerras, cantos a los dioses... ¿Por qué no es arte una figura que representa un pene? ¿No puede ser un elemento fálico considerado como arte a vista de los entendidos? Recientemente, a mediados de septiembre, se ha celebrado el II Congreso Ibérico de Egiptología, en Tenerife, y en él se ha estudiado cómo eran los egipcios en la cama. Todo gracias, lógicamente, a la iconografía erótica que se conserva hoy día. ¿No es arte entonces los grafitos que representan a Hatshepsut copulando?

En Londres se podrá ver una obra en la que se representa a una joven -llamada Mónica- que realiza una felación al autor, Gerald Davis. Por cierto, los egiptólogos reunidos no tienen documentada, de momento, las felaciones en época egipcia. Davis lo explica así: “Mónica era una muchacha por la que sentí una gran atracción en 1986”. Y Saatchi, el revolucionario del arte, describe a Davis de esta manera: “[sabe] capturar la turbulencia de la juventud, exhibiendo su torpeza, su confusión y su sentimentalismo”.

Terence Koh, de 29 años, también está recibiendo críticas por su obra Sin título (Medusa). El artista de origen chino expondrá -si la censura de la Royal no lo evita- una escultura que combina diversos materiales: madera, pintura, espejos, orinal de acero y orín del mismo Koh. Además aparecen iconos cristalinos dispuestos alrededor de un orinal y con los respectivos penes. Saatchi dice de él que es un artista “con cara de ángel y alma de rata de alcantarilla”.

Ivor Abrahams, escultor y académico de la Royal, forma parte del comité de exposiciones y ha declarado a un diario londinense que hay obras ofensivas. Abrahams considera, al menos, diez de las expuestas como “obras que podrían ofender a algunos”.

Tenemos un dilema moral. Hay artistas, marchantes y críticos -llamémosle arte total- que consideran arte todo lo que el ser humano es capaz de producir, independientemente de su calidad y funcionalidad. Puede. Pero hay otro grupo, no menos numeroso, de artistas, comerciantes y especialistas en la materia, que definen al arte con tres premisas, al menos, siendo la primera la misma que los que defienden el arte total. Las otras dos -se las pueden imaginar-: que la obra artística tenga un mínimo de calidad y que entre en los cánones clásicos de la decencia o moral tradicional. ¡Ahí es nada!

De momento, y como algunos miembros de la Royal Academy piden, podemos empezar por diferenciar las salas en las exposiciones colgando un cartel de 'adultos' a la puerta de la sala que contenga una obra en la que el sexo sea explícito. Digo, de momento. ¿Alguien tiene otra solución?

El porno artístico

Daniel Tercero
Daniel Tercero
miércoles, 4 de octubre de 2006, 22:02 h (CET)
Andan en Londres algo revueltos con la proliferación del porno en el arte. Parece ser que Charles Saatchi, coleccionista, marchante y publicitario británico (nacido en Bagdag, de familia judía sefardí) está agitando el arte que se expone en el Reino Unido. Su último descubrimiento es el nuevo arte estadounidense.

A partir del próximo 6 de octubre se podrá contemplar en la Royal Academy of Arts de Londres una exposición titulada USA Today y que ha sido calificada por algunos de los académicos de la insigne institución como una exposición pornográfica. Aluden a que en ella se podrá ver sexo explícito.

Mucho podríamos hablar sobre si el sexo, la pornografía, es arte en sí mismo. Encontramos escenas, fotografías, lienzos o representaciones escultóricas, que aportan tipos y modalidades de vida de nuestros antepasados. Batallas, celebraciones de guerras, cantos a los dioses... ¿Por qué no es arte una figura que representa un pene? ¿No puede ser un elemento fálico considerado como arte a vista de los entendidos? Recientemente, a mediados de septiembre, se ha celebrado el II Congreso Ibérico de Egiptología, en Tenerife, y en él se ha estudiado cómo eran los egipcios en la cama. Todo gracias, lógicamente, a la iconografía erótica que se conserva hoy día. ¿No es arte entonces los grafitos que representan a Hatshepsut copulando?

En Londres se podrá ver una obra en la que se representa a una joven -llamada Mónica- que realiza una felación al autor, Gerald Davis. Por cierto, los egiptólogos reunidos no tienen documentada, de momento, las felaciones en época egipcia. Davis lo explica así: “Mónica era una muchacha por la que sentí una gran atracción en 1986”. Y Saatchi, el revolucionario del arte, describe a Davis de esta manera: “[sabe] capturar la turbulencia de la juventud, exhibiendo su torpeza, su confusión y su sentimentalismo”.

Terence Koh, de 29 años, también está recibiendo críticas por su obra Sin título (Medusa). El artista de origen chino expondrá -si la censura de la Royal no lo evita- una escultura que combina diversos materiales: madera, pintura, espejos, orinal de acero y orín del mismo Koh. Además aparecen iconos cristalinos dispuestos alrededor de un orinal y con los respectivos penes. Saatchi dice de él que es un artista “con cara de ángel y alma de rata de alcantarilla”.

Ivor Abrahams, escultor y académico de la Royal, forma parte del comité de exposiciones y ha declarado a un diario londinense que hay obras ofensivas. Abrahams considera, al menos, diez de las expuestas como “obras que podrían ofender a algunos”.

Tenemos un dilema moral. Hay artistas, marchantes y críticos -llamémosle arte total- que consideran arte todo lo que el ser humano es capaz de producir, independientemente de su calidad y funcionalidad. Puede. Pero hay otro grupo, no menos numeroso, de artistas, comerciantes y especialistas en la materia, que definen al arte con tres premisas, al menos, siendo la primera la misma que los que defienden el arte total. Las otras dos -se las pueden imaginar-: que la obra artística tenga un mínimo de calidad y que entre en los cánones clásicos de la decencia o moral tradicional. ¡Ahí es nada!

De momento, y como algunos miembros de la Royal Academy piden, podemos empezar por diferenciar las salas en las exposiciones colgando un cartel de 'adultos' a la puerta de la sala que contenga una obra en la que el sexo sea explícito. Digo, de momento. ¿Alguien tiene otra solución?

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