Nos encontramos, señores, quizá en uno de los momentos más críticos de nuestra
democracia. España está sometida a uno de los más intensos ataques por parte de
todos aquellos que se han confabulado para cambiar nuestro sistema democrático de
gobierno por otro que no se puede definir de otra manera que de totalitario y absolutista.
Se pretende que las reglas de toda democracia, tanto la europea como de la América
del Norte, sean sustituidas por lo que se podría entender como la expresión de la
dictadura de aquellos que más ruido hacen, que más salen a las calles a protestar, que
más destrozos producen en el mobiliario urbano o más lesiones causan a los inocentes
ciudadanos que circulan por las calles. En una palabra, la prisa por destruir España se
ha convertido en la principal prioridad para aquellos que lo vienen intentando, sin éxito,
desde que llegó la democracia a este país.
Estos días hemos tenido ocasión de escuchar a un señor Rubalcaba, convertido en un
Nostredamus apocalíptico, hablando de lo mal que lo está haciendo el actual gobierno
y de lo bien que lo haría él al mando de un PSOE, que fue precisamente el culpable
de que ahora nos encontremos en la crítica situación en la que nos hallamos. Como
contrapunto, hemos tenido ocasión de ver a un PSC firmando su defunción debido a la
escisión que se ha producido, en el mismo, con motivo de la votación por la consulta
catalana. En Burgos se ha desatado un nuevo brote de esta epidemia que nos viene
acosando, por el cual unos pocos cientos o miles de personas pretenden usurpar, sin
mayor respaldo que el que se atribuyen ellos mismos, la potestad para entorpecer un
proyecto aprobado por el Ayuntamiento, por las asociaciones de vecinos; que fue
llevado como propuesta estrella por el PSOE burgalés y por la misma IU. Ahora los
habituales carroñeros se desdicen y pretenden sacar provecho político de aquello que
ellos mismos defendieron.
En Catalunya se ha consumado el enfrentamiento directo al Estado con una votación
ganada por los separatistas por la que van a pedir al Parlamento español permiso
para poder llevar a cabo el referéndum para someter al pueblo catalán si desea o no
separarse de España, lo que ellos cínicamente, denominan “el derecho a decidir”. Los
vascos han puesto de manifiesto su apoyo a los presos etarras o lo que viene a ser lo
mismo a la ETA, representada en las instituciones por la legalizada BILDU, uno de
los errores más dolorosos de un TC politizado hasta sus cimientos. En Andalucía, la
tierra donde la corrupción se ha convertido en algo habitual, el señor Sánchez Gordillo,
uno de estos personajes que ha aprendido a vivir del cuento exasperando los ánimos
de sus conciudadanos, los andaluces, ya ha salido con sus reivindicaciones pidiendo
que Andalucía, como el País Vasco y Catalunya, sea una nación libre porque, según él
“Andalucía no es España” perdiéndose en unas disquisiciones sobre la convocatoria de
“un proceso constituyente” basándose en los reinos de los antiguos Tartessos y en la
ocupación árabe de España, coincidiendo con las peticiones de Marruecos, sobre un Al-
Andalus de soberanía árabe.
Y, a todo esto, a este panorama desquiciado en el que todo aquel al que le da la
gana se salta, impunemente, las leyes a la torera; se aplican las teorías de los hechos
consumados y se apela a la coacción, al chantaje, a la ocupación de las calles y a
los destrozos intimidatorios para torcer la voluntad de los políticos que, incapaces
de tomar una resolución eficaz, optan por ceder a la presión de la calle y envainarse
su orgullo, su autoridad y las leyes de la democracia, con la timorata excusa de
“evitar daños mayores”. Las consecuencias ya las estamos padeciendo; los agitadores
han conseguido sus objetivos y ahora sólo será cuestión de tiempo el que surjan
nuevos actos vandálicos, nuevos chantajes o nuevas algaradas que pongan sitio a
las autoridades locales para hacerles retroceder y claudicar ante la turba. Como ha
dicho una de las revolucionarias de Burgos: se trata de que se olvide el proyecto del
Ayuntamiento; se pongan en libertad a los detenidos por actos vandálicos, se atienda a
las recomendaciones de los alborotadores sobre la forma en la que se deben invertir los
dineros presupuestados para la obra que se anula y que, el señor Alcalde y su equipo de
gobierno, presenten su dimisión. ¡Todas estas demandas, para ellos, son innegociables!
Ya ha entrado el pueblo en La Bastilla y las guillotinas empezarán a cortar las cabezas
de todos aquellos a los que han votado cientos de miles de ciudadanos que, no obstante,
para estos alborotadores, no cuentan porque ¡la voz del pueblo!, por lo visto, es la suya.
Y, los ciudadanos de a pie, inermes, nos preguntamos para qué elegimos a un gobierno
de derechas; por qué le dimos una mayoría absoluta y cómo fue que pensamos que
cumpliría sus promesas electorales. Aquí, señores, tenemos al frente de la nación
a un Gobierno amilanado, abúlico, impasible y, si se me permite la expresión,
completamente desnortado que, incapaz de tomar una decisión firme de hacer respetar
las leyes y la Constitución, se dedica a hablar con palabras vacías de contenido para no
tener que enfrentarse con una realidad que, a poco que siga en esta línea de pasividad
ante los acontecimientos cada vez más preocupantes y levantiscos, cuando quiera
darse cuenta y reaccionar, el mal ya estará hecho, las soluciones inaplicables y la única
solución será volver al típico enfrentamiento entre los ciudadanos.
Es evidente que la confianza de los electores del PP se va desmoronando, cada vez con
mayor rapidez y ya somos muchos los que estamos a punto de abandonar este barco,
desfondado e incapaz de seguir navegando, buscando el salva vidas que sea capaz de
recoger aquellos valores y principios de los que se ha desprendido la actual dirección
del PP, en la que parece que los que mandan son aquellos que apoyan el aborto o las
pretensiones secesionistas de catalanes y vascos. Hasta en el tema etarra han sido
incapaces de ponerse del lado de las víctimas, acuciados por el miedo a recibir los
reproches de los “pactistas” o aquellos otros que piensan que los muertos están bien en
sus tumbas y que ahora los vivos debemos olvidarnos del sacrificio de aquellas familias
que sufrieron la infamia de los asesinos de la banda terrorista.
Hasta resulta que, en el tema fundamental de la vida de los fetos, están surgiendo voces
que, haciéndoles el juego a las izquierdas, consideran que la ley del señor Gallardón
perjudica a las mujeres porque les priva de masacrar a su antojo a sus hijos, como si
no fueran pequeños seres humanos con tanto derecho a vivir como pudieran tener sus
madres o quizá más, si tenemos en cuenta la catadura moral y ética de aquellas que
anteponen su placer a la vida de su hijo. Un Gobierno que no ha cumplido ninguna de
sus promesas y que, salvo en lo económico, ha sido incapaz de solventar los problemas
con los que prometieron que se enfrentarían. Es penoso tener que aceptarlo, pero no
vemos que el actual Ejecutivo tenga en sus manos el poner a salvo de sus detractores
y enemigos a esta patria, España, que parece que está en verdadero peligro de quedar
convertida en unos zorros. No se si habrá alguien capaz de evitar que estas predicciones
lleguen a consumarse. Si lo hay que no pierda tiempo. O así es como, con preocupación,
veo señores nuestra actual situación política y social.
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