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Vivir como si Dios no existiera resulta cómodo, demasiado cómodo

​¿Cómo encontrar la sabiduría?

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Dice el Libro de los Proverbios que el principio de la sabiduría es el temor del Señor. No es extraño que, si hemos hecho desaparecer al Señor de nuestro horizonte, la sabiduría brille por su ausencia.

Podemos saber muchas cosas, seremos eruditos pero no sabios. La pregunta fundamental está formulada en el evangelio: ¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si pierde su alma?

Pero el alma también es algo que ha desaparecido de nuestra vida diaria. La eliminación en nuestras vidas de Dios y de nuestra alma creo que es lo más funesto que nos ha ocurrido.

Seguramente nos sentimos cómodos, atentos solo a complacer a nuestro ego que busca el disfrute de todo lo que el mundo le ofrece: fama, comodidad, dinero, placeres. Pensar en la muerte es de mal gusto. Pensar que existe un Ser supremo que te pedirá cuenta de lo que hiciste en tu vida, ¡bah! Son antiguallas sin fundamento. ¡Si incluso se dice que Dios no condena a nadie, que el infierno está vacío…! ¡Comamos y bebamos que mañana moriremos y no dejemos de gozar de todo lo que apetezcamos!

Pero esta vida sin Dios y sin alma nos lleva a usar y abusar de nuestros semejantes. ¿Qué es eso del temor de Dios? No es miedo ni recelo sino la actitud prudente del que sabe lo suficiente para distinguir que no se hizo a sí mismo, que hay Alguien más arriba, que existe el bien y el mal, lo verdadero y lo falso. Para muchos no hay más bien ni más mal que lo que me agrada o desagrada y a esa actitud subordinamos toda nuestra vida.

Si alguien nos recuerda que debemos amar al prójimo, o no le hacemos caso o nos justificamos con nuestras contribuciones a cualquier ONG pero dar de comer al hambriento, vestir al desnudo, alojar a los que no tienen casa, decimos muy serios que eso es cosa del estado, que para eso pagamos nuestros impuestos, aunque no sepamos muy bien cómo los administran las autoridades.

Si uno contempla pasivamente las emisiones de televisión en las que hay un desfile interminable de personajes que dicen saber de todo, ya sea del calentamiento del planeta, del futuro de la economía, de los probables resultados de las próximas elecciones, si es que llegan a convocarse… Seguro que alguien me dirá que no hay duda de que se convocarán a su tiempo. ¡Pues ya veremos!

Si los políticos tuvieran el santo temor del Señor, seguro que se esforzarían con denuedo en servir al bien común, antes que a asegurar sus sueldos y prebendas, a cumplir sus promesas electorales, a respetar las leyes sin excusas ni pretextos, a llevar una vida ejemplar.

En cambio oigo que van a terminar con la religión en los colegios, que van a facilitar el aborto de las adolescentes, que van a apoyar la ideología de género, que desde niños pueden optar por el sexo que se les antoje, que hay varios tipos de familia, más líquidas y gaseosas que sólidas y permanentes. ¿A dónde llegaremos?

El problema de una España envejecida con extensas zonas vacías ¿cómo lo van a arreglar? Pues parece que impulsando el “derecho” a la eutanasia.

Sin temor de Dios no hay manera de llegar a la sabiduría para vivir, para convivir, para gobernar.

​¿Cómo encontrar la sabiduría?

Vivir como si Dios no existiera resulta cómodo, demasiado cómodo
Francisco Rodríguez
martes, 14 de enero de 2020, 08:16 h (CET)

Dice el Libro de los Proverbios que el principio de la sabiduría es el temor del Señor. No es extraño que, si hemos hecho desaparecer al Señor de nuestro horizonte, la sabiduría brille por su ausencia.

Podemos saber muchas cosas, seremos eruditos pero no sabios. La pregunta fundamental está formulada en el evangelio: ¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si pierde su alma?

Pero el alma también es algo que ha desaparecido de nuestra vida diaria. La eliminación en nuestras vidas de Dios y de nuestra alma creo que es lo más funesto que nos ha ocurrido.

Seguramente nos sentimos cómodos, atentos solo a complacer a nuestro ego que busca el disfrute de todo lo que el mundo le ofrece: fama, comodidad, dinero, placeres. Pensar en la muerte es de mal gusto. Pensar que existe un Ser supremo que te pedirá cuenta de lo que hiciste en tu vida, ¡bah! Son antiguallas sin fundamento. ¡Si incluso se dice que Dios no condena a nadie, que el infierno está vacío…! ¡Comamos y bebamos que mañana moriremos y no dejemos de gozar de todo lo que apetezcamos!

Pero esta vida sin Dios y sin alma nos lleva a usar y abusar de nuestros semejantes. ¿Qué es eso del temor de Dios? No es miedo ni recelo sino la actitud prudente del que sabe lo suficiente para distinguir que no se hizo a sí mismo, que hay Alguien más arriba, que existe el bien y el mal, lo verdadero y lo falso. Para muchos no hay más bien ni más mal que lo que me agrada o desagrada y a esa actitud subordinamos toda nuestra vida.

Si alguien nos recuerda que debemos amar al prójimo, o no le hacemos caso o nos justificamos con nuestras contribuciones a cualquier ONG pero dar de comer al hambriento, vestir al desnudo, alojar a los que no tienen casa, decimos muy serios que eso es cosa del estado, que para eso pagamos nuestros impuestos, aunque no sepamos muy bien cómo los administran las autoridades.

Si uno contempla pasivamente las emisiones de televisión en las que hay un desfile interminable de personajes que dicen saber de todo, ya sea del calentamiento del planeta, del futuro de la economía, de los probables resultados de las próximas elecciones, si es que llegan a convocarse… Seguro que alguien me dirá que no hay duda de que se convocarán a su tiempo. ¡Pues ya veremos!

Si los políticos tuvieran el santo temor del Señor, seguro que se esforzarían con denuedo en servir al bien común, antes que a asegurar sus sueldos y prebendas, a cumplir sus promesas electorales, a respetar las leyes sin excusas ni pretextos, a llevar una vida ejemplar.

En cambio oigo que van a terminar con la religión en los colegios, que van a facilitar el aborto de las adolescentes, que van a apoyar la ideología de género, que desde niños pueden optar por el sexo que se les antoje, que hay varios tipos de familia, más líquidas y gaseosas que sólidas y permanentes. ¿A dónde llegaremos?

El problema de una España envejecida con extensas zonas vacías ¿cómo lo van a arreglar? Pues parece que impulsando el “derecho” a la eutanasia.

Sin temor de Dios no hay manera de llegar a la sabiduría para vivir, para convivir, para gobernar.

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