Lo dice el Cardenal Sarah: “La Iglesia tiene una responsabilidad respecto a la creación y la debe hacer valer en público. Y, al hacerlo, no solo debe defender la tierra, el agua y el aire como dones de la creación que pertenecen a todos. Debe proteger sobre todo al hombre contra la destrucción de sí mismo. Es necesario que exista una especie de ecología del hombre bien entendida. En efecto, la degradación de la naturaleza está estrechamente unida a la cultura que modela la convivencia humana: cuando se respeta la ecología humana en la sociedad, también la ecología ambiental se beneficia”.
Quieren cuidar la naturaleza, y es algo positivo y encomiable. Pero nadie se preocupa de que haya tantas manifestaciones de anti-ecologismo humano: la homosexualidad, el transhumanismo. ¿Cómo es posible que haya una lucha tan notoria para erradicar los plásticos, por poner un ejemplo, y apenas se note una acción decidida contra la prostitución? ¿No es eso algo tremendamente antinatural? No parece que a Greta Thunberg le importe demasiado esta lacra, que produce una situación de esclavitud en tantísimas mujeres de todo el mundo.
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