En ocasiones, una palabra mal dicha o mal interpretada, puede dar al traste con lo que podría haber sido el inicio de una larga amistad, un idilio, un gran amor... Aunque lo que voy a decir no sea natural, tampoco es natural prejuzgar. Y como dice el refrán que me acabo de inventar:”Es preferible andar avisado que lamentarlo toda la vida”. Bien, para quedar bien ante los demás, realizando un alarde de humildad, provocando la admiración; consiguiendo con esto que el otro se sienta impulsado a imitarte acusándose a sí mismo o al mundo, se ha de nombrar los defectos del otro como si fueran propios. Por ejemplo: “Si digo que he sido egoísta, el otro seguramente dirá: ¿y quién no?" ¿Lo pillan? Otra posibilidad es que el otro, viendo el ejercicio de autoflagelación que realizas delante de él, se sienta conmovido en sus entrañas y se arroje a salvarte la vida exaltando las virtudes que él cree ver en ti. En este caso, también podría pasar que la persona con la que estás manteniendo la sincera y llana conversación, te aconseje que no te machaques demasiado porque esto podría afectar a tu ya débil autoestima. Con lo cual ya se habría ganado un terreno precioso en el aspecto personal. En fin, amigo, tampoco es conveniente que cargues demasiado las tintas, porque como somos muy dados a las etiquetas, te podrían colgar la de acomplejado.
|