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​Introducción a la Estética

La Estética fue uno de los campos de la Filosofía que interesó especialmente al gran filósofo Hegel. En el libro Introducción a la Estética el pensador alemán se ocupa de analizar los principios del arte y de la finalidad del mismo
José Manuel López García
martes, 24 de diciembre de 2019, 08:51 h (CET)

A lo largo del tratado Hegel muestra como siempre su gran precisión conceptual y judicativa. Sus juicios son extraordinariamente agudos y establece distinciones muy acertadas sobre la naturaleza del arte y de la actividad artística.

Escribe que «lo bello artístico es engendrado únicamente por el espíritu y sólo como producto del espíritu es superior a la Naturaleza». Porque la verdad de las ideas es superior a lo natural, según Hegel. Podría decirse que la belleza natural no es la misma que la creada por los artistas.

Ya en su juventud el filósofo germano muestra una mayor estimación de la belleza creada humanamente respecto a la propia de la grandiosidad de las montañas. De todas formas, Hegel da mucha significación a lo bello en la realidad de la vida y el pensamiento puede ser aplicado a la comprensión de la belleza en todas sus manifestaciones.

Se puede reflexionar sobre el arte y a ello se dedica Hegel en el primer tercio del siglo XIX. Sus Lecciones de Estética en la Universidad de Berlín que suman 883 páginas son una magnífica demostración de su pasión por lo artístico.

En relación con la cuestión de las apariencias que conforman lo que se entiende como la expresión del arte, en realidad, son las representaciones de la actividad de los artistas y que son sensibles, sin duda, ya que no pueden poseer una naturaleza suprasensible o inmaterial.

Se entiende perfectamente que Hegel escriba: «Pero, en el fondo, ¿Qué es la apariencia?, ¿Cuáles son sus relaciones con la esencia? No olvidemos que toda esencia, toda verdad, para no quedarse en abstracción pura, debe aparecer». En sus reflexiones sobre las producciones o creaciones artísticas parte de la independencia de pensamiento y de la rigurosidad en sus reflexiones como hizo a lo largo de toda su trayectoria filosófica.

Desde el idealismo absoluto de Hegel el fin del arte o su destino está en armonía con el propio de la filosofía y de la religión o se puede decir también que es común con ambas. Existe también una cierta similitud entre el espíritu y el arte ya que buscan lo divino y expresan la razón o lo ideal y espiritual.

Su amigo el filósofo Schelling también escribió una Filosofía del arte a principios del siglo XIX que causó una indudable repercusión en el ambiente filosófico alemán de su tiempo. Escribe Schelling que «Se considera grosero e inculto a aquel que no se deja en absoluto influir por el arte y que quiere experimentar sus efectos». Una existencia sin el disfrute apasionado de las creaciones artísticas es una vida que pierde intensidad.

Y los efectos del arte son más importantes que la simple apreciación o la profunda valoración del mismo, al menos, para muchos. Si bien esto no es lo mejor. Ya que como también dice el filósofo idealista Schelling «Los que sienten su debilidad en la apreciación prefieren suspender su juicio antes que mostrar sus fallos, a pesar de que el efecto que tenga una obra de arte sobre ellos quizá sea muy decisivo y de que la opinión que pudieran tener sobre ella sea original».

Tanto Hegel como Schelling consideran necesaria una visión científica del arte. Y, por supuesto, es fundamental saber de lo que se está hablando al pronunciar o escribir la palabra verdad o belleza. A lo largo de la Historia de la Estética se han producido infinidad de discusiones teóricas sobre lo bello o lo hermoso y sobre la armonía y lo sublime.

Schelling de una forma parecida a Hegel está en contra de la subordinación del arte a la frivolidad y al cultivo exclusivo de la excitación de los sentidos en la apreciación de los fenómenos artísticos. Es posible, por tanto, una verdadera ciencia del arte, según Schelling.


La actividad estética es la producción de lo artificial que es bello. Y la creación del artista es una transformación libre que, a veces, proporciona resultados inesperados. Y si bien es cierto que los objetos artísticos se producen en un tiempo finito y existen en la finitud desde el idealismo perviven en la armonía del todo o del mundo en la eternidad.

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