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Betis: echar a Mel no es la solución

Mucho teme la Sevilla bética que la directiva del club de sus amores se haya dado un clamoroso tiro en el pie con la destitución de Pepe Mel
Victor Diaz
martes, 3 de diciembre de 2013, 12:49 h (CET)
Víctima de los números, tan fríos como contundentes, Pepe Mel fue relevado anoche en el banquillo del Betis tras cosechar el que hasta ayer fue su equipo tan sólo dos puntos en los dos últimos meses de competición liguera y aparecer en el fondo de la tabla, con unos escuálidos diez puntos en quince jornadas. Su sustituto, presentado ya este mismo mediodía, será el ex entrenador del Villarreal, Juan Carlos Garrido.  

Pero si algo tienen más que claro en la capital de Andalucía –opinión que comparte rotundamente un servidor- es que prescindir de Mel ni mucho menos es la solución para los males del club de las trece barras. 

Pésima planificación deportiva 

Sin pretender vivir del pasado –ese que dice que con la misma base de jugadores, el Betis logró con Mel, en tres temporadas completas, un ascenso, una holgada permanencia y una clasificación europea-, y asumiendo los errores tácticos que el otrora goleador bético ha cometido en determinados momentos, la responsabilidad principal del descalabro en lo que llevamos de liga no es suya, ni mucho menos. 

Habría que preguntarle a los señores Bosch –que tan magistralmente está llevando las cuentas pero que tanto está metiendo la pata cuando hablamos de fútbol- y Stosic –tan buen jugador como nefasto director deportivo- en qué estaban pensando el pasado verano a la hora de renovar un plantel al que las bajas de Beñat, Adrián, Cañas o Pabón –luego encima vendría la fatal lesión de Rubén Castro- habían dejado clarísimamente debilitado hasta el punto de no parecerse casi en nada al que tan brillantemente se clasificó la pasada temporada para jugar competiciones continentales. 

Sería muy interesante que alguno de ellos se pusiera delante de los micrófonos para dar su versión acerca de los fichajes tan ramplones –sólo Verdú, que además sigue sin enterarse de qué va el tema, llegaba con una vitola y un sólido prestigio detrás- que trajeron para reemplazar a la columna vertebral antes mencionada; y también para que le explicaran a la afición el porqué del cese de la actividad del mismo hombre al que tres meses antes se le había renovado por cinco años. 

Sin Mel y sin refuerzos, a Segunda de cabeza 

La afición bética no sólo no es tonta, sino que es sumamente entendida –salvo los censurables descerebrados de siempre, que ayer hicieron de nuevo gala de su vandalismo apedreando la sala de prensa del Villamarín- en todo lo que pasa en torno a su club. Por eso no le han retirado jamás el cariño ni el apoyo a Mel; y por ello se manifestaron anoche nada más conocerse la noticia. 

Ellos saben perfectamente que el gran problema deportivo del Betis no está en el banquillo, sino en el césped y, sobre todo, en los despachos. Porque el doble error mayúsculo de la planificación en verano y del despido del técnico se puede convertir en triple si la directiva no le da a Garrido –al que por el bien del Betis deseo toda la suerte del mundo y más, porque me da que la va a necesitar en dosis industriales- los refuerzos no ya necesarios, sino imprescindibles, que deben arribar en el mercado de invierno. 

Tenga usted por seguro, estimado lector, que sin Mel y sin nuevos fichajes, sólo un milagro puede salvar a este pésimo Betis de lo que sería la gran catástrofe para el centenario club heliopolitano en todo el proceso de saneamiento económico que, repito, tan brillantemente está manejando el señor Bosch: bajar de nuevo a Segunda División. O Liga Adelante, si gusta más.

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