Por las salas de ese templo del arte, el Museo del Prado, como si fuera un espejo en el itinerario de la vida de cada uno, la persona que visita El Prado contempla los grandes relatos que han fascinado a la humanidad, las gestas de las que nos sentimos orgullosos y también los desastres que nos han hecho rectificar. Y sobre todo se encuentra con las más bellas representaciones de Cristo, de su Madre y de los testigos del resucitado. El bicentenario del Museo del Prado debe ser una oportunidad para sentirnos orgullosos de una España que sabe cuidar aquello que la hace ser en una gran nación.
|