A los treinta años de aquel acontecimiento profético, caída del muro de Berlín, la tentación de construir nuevos muros sigue presente en la historia. Como acaban de señalar los obispos europeos, la caída del muro de Berlín “nos ha enseñado que construir muros entre las personas nunca es la solución”. Esta efeméride fue una llamada a trabajar por una Europa libre y unida a través de un proceso renovado de diálogo entre mentalidades y culturas diversas, decían con este motivo los obispos. Han pasado treinta años y Europa aparece hoy bloqueada, como en un laberinto. Es preciso que los europeos volvamos a partir de nuestra herencia, como pedía San Juan Pablo II en Compostela. Sólo así podrá recuperar Europa su vitalidad cultural y espiritual y podrá ser motivo de esperanza para el mundo.
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