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Opinión
Etiquetas | Reflexión | Política | Pedro Sánchez
“En el fondo, la ideología tiene un poder de persuasión indiscutible. El discurso ideológico amenaza anestesiar nuestra mente, confundir la curiosidad, distorsionar la percepción de los hechos, de las cosas, de los acontecimientos.” Paulo Freire

​La Navidad y el empeño de Ada Colau de laicizarla

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Como diría el simpático personaje de la Verbena de la Paloma, don Hilarión: “Hoy los tiempos adelantan que es una barbaridad”. El mundo no ha dejado de dar vueltas a través de los siglos pero, si ha habido un periodo en el que se han acelerado los cambios, se han batido records de innovaciones, adelantos, nuevas invenciones y, por lo tanto, no deberíamos de extrañarnos que, en un país como el nuestro, donde tradicionalmente hemos sido renuentes a los cambios que pudieran afectar a nuestra existencia, convencidos de que lo tradicional era siempre lo mejor y que las innovaciones siempre entrañaban el riesgo de incurrir en peligrosos excesos o en imprevisibles consecuencias, que pudieran afectar negativamente a nuestro acomodado “modus vivendi”.

De hecho, si algo había conseguido mantenerse a través de los siglos, sin que nadie se hubiera atrevido a pretender innovarlo, darle el cambiazo, modernizarlo o alterarlo en lo que siempre se había considerado su tradicional estructura era, sin duda, este periodo del año que se conoce como periodo de Adviento que, para los cristianos en general, comprende desde el primer domingo de los cuatro que preceden a la celebración de la Navidad, en la que se celebra el nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo, hasta la vigilia de dicha fiesta. Tradicionalmente, a través de los siglos, con los cambios imprescindibles en materia de vestuario o en adelantos de mecanización de los movimientos de las figuras que los componen, las enraizadas representaciones, más o menos sofisticadas de lo que, de acuerdo con las explicaciones del Nuevo Testamento, fueron aquellos primeros momentos de la llegada del Mesías en aquel sencillo establo de Belén, con la sola presencia de José y María, el burro y la vaca que le daban aliento y toda la corte de pastores que acudían a adorarlo, con la presencia, en la lejanía, de los famosos reyes de oriente que, avisados de la llegada del redentor, acudían para adorarlo y hacer presentes de oro, incienso y mirra; se fueron repitiendo de año en año de modo que, entorno a aquella festividad religiosa, se fue creando lo que hoy consideraríamos como un “climax” de religiosidad, un estado de general complacencia, una explosión de buena voluntad hacia los demás, muchas veces expresado por un acercamiento entre familiares, que consideraban aquella fecha como momento propicio para celebrar, en compañía, el nacimiento de Cristo.

La costumbre y la tradición hicieron que desde la nochebuena, 24 de diciembre, hasta el día 6 de Enero, llegada de los Magos de Oriente, los municipios adornaran las calles, al menos las más céntricas, con iluminaciones, motivos religiosos, símbolos de paz y alegorías relativas al significado de aquellas fiestas de la cristiandad. Se ha de decir que, a la par de lo que se celebraba desde el punto de vista religioso, algo que nunca ha dejado de ocurrir en el mundo, se fueron añadiendo otras costumbres materialistas, paganas, económicas y festivas que se fueron incorporando con la pretensión de darle, al significado religioso de la efemérides, un complemento de divertimento, de intercambio de regalos, de jolgorio y comilonas que, como siempre ha ocurrido, aparte de complementar el buen entendimiento familiar, no dejaron de convertir las Navidades, para muchos no creyentes y, no podemos negarlo, también para creyentes, en un motivo más para gastarse el dinero y gozar de otros aspectos que poco tenían que ver con el aspecto religioso de la fiesta.

Pero, en España, ya hace tiempo que soplan vientos de cambio, corren rumores de modificaciones sustanciales de tipo social, rebrotan antiguos resentimientos largamente reprimidos y surgen, como eco de aquella nefasta época de Manuel Azaña, aquellas viejas intolerancias respeto a la Iglesia católica que, en tiempos de la II República y en el periodo de Guerra Civil que la siguió, tantas vidas de sacerdotes, obispos, religiosos y religiosas, seminaristas y católicos se perdieron, víctimas de la insania sacrílega de los antecesores políticos de algunos de los partidos y formaciones políticas que hoy parten el bacalao en la nación española. Ya, los comunistas de Podemos, hablan del Concordato que existe entre el gobierno y la Iglesia católica; ya se pone en cuarentena la enseñanza concertada, mayormente desempeñada por colegios religiosos; ya se habla de revisar los impuestos que pagan las iglesias y los monumentos de cuya conservación y cuidado se encargan diversas órdenes religiosas; ya Hacienda pretende extender sus brazos incautatorios sobre los bienes religiosos y la propaganda feminista, homosexual , lesbiana, progresista y comunista parece que ha decidido fijar su objetivo sobre esta religión puesto que, el resto de las implantadas en nuestra nación, parece que no les molestan o, al menos, no hacen mención expresa de ellas.

Pero, cuando estos sacamantecas que pretenden convertir a nuestra patria en su propiedad privada, para poder realizar todos los desmanes propios de su vasto repertorio de maldades, en un intento de darle un sentido nuevo a las Navidades, paganizarlas, mercantilizarlas, desposeerlas de su espíritu religioso y alejarlas de la imagen espiritual que, la mayoría de los españoles, siempre hemos tenido del periodo de Adviento; pretenden hacerlo con “sutilidad”, dar el cambiazo sin que, aparentemente, se pudiera interpretar como un veto a la religión católica.; asumir el protagonismo en la organización, configuración, escenificación, y ejecución del programa de eventos que acompañan a estas fiestas, de modo que, en cada uno de los actos que se celebren, por encima del substrato espiritual que pudiera subyacer, se imponga la parafernalia, la ornamentación, la figuración pagana y los medios para que cualquier aspecto que pudiera recordar aquella imagen tradicional de Belén o de los propios Reyes Magos, quede apartada de la primera fila de la atención ciudadana y quede relegada por los aspectos laicos que se les da a cada una de las festividades programadas.

Y hete aquí que, en Barcelona, la nueva Gomorra que los comunistas y separatistas han creado en nuestro país, la señora alcaldesa, Ada Colau, un modelo de lo que durante años han sido los progres antisistema, elevada por la estupidez de muchos votantes, a la categoría de la presidenta del municipio de Barcelona; pretendiendo evitar que se pueda decir que el Ayuntamiento de la ciudad Condal no ha cumplido con la tradición cristiana, ya hace años que pone a sus asesores a la tarea de cómo salir lo mejor posible del intento de poner un “nacimiento” en la Plaza de San Jaime que, aparentando, al menos de nombre, reproducir aquella imagen del portal de Belén, ha logrado que los mamotretos que intentan, burdamente, dar el pego a los ciudadanos que acuden a contemplarlo, se conviertan en el hazmerreír de creyentes y no creyentes, que sólo pueden interpretarlo como una broma de mal gusto, por parte de la alcaldía. La pobre señora Colau, incapaz de vencer su falta de cultura religiosa (tampoco va sobrada de lo que, para el resto de las personas, se considera como tal) y con una buena dosis de fanatismo antirreligioso, han conseguido crear una imagen perfecta de lo que, la mayoría de quienes lo contemplan, lo interpreten como una quincallería en la que, sin orden ni concierto, se acumulan una serie de objetos dispares. La mera posibilidad de que alguien, que vea semejante desaguisado y falta de respeto por la religión católica y sus símbolos, pudiera ver en aquellas desvencijadas cajas lo que se pudiera interpretar como uno de los “nacimientos o belenes” tradicionales, constituye una ofensa para cualquiera que no sea un psicótico incurable, cuya residencia habitual la tiene fijada entre los huéspedes de un manicomio municipal.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, estamos convencidos de que, en los meses que van a venir, no nos van a faltar temas que comentar si, como parece ser inevitable, el señor Pedro Sánchez y todos aquellos partidos de izquierdas que, seguramente, van a apoyarlo en su investidura, empiecen a hacerse cargo de la gobernación de esta nación, una circunstancia que, para muchos de nosotros, va a tener como consecuencia que lo que nos espera no va a ser más que una concatenación de sucesos que van a convertir la gobernabilidad de España en algo parecido a una carrera de obstáculos en la que, ninguno de los que formen parte de ella va a ser capaz de llegar a la meta y todos van a resultar perdedores y… como es evidente, los españoles, los peor parados.

​La Navidad y el empeño de Ada Colau de laicizarla

“En el fondo, la ideología tiene un poder de persuasión indiscutible. El discurso ideológico amenaza anestesiar nuestra mente, confundir la curiosidad, distorsionar la percepción de los hechos, de las cosas, de los acontecimientos.” Paulo Freire
Miguel Massanet
viernes, 29 de noviembre de 2019, 09:07 h (CET)

Como diría el simpático personaje de la Verbena de la Paloma, don Hilarión: “Hoy los tiempos adelantan que es una barbaridad”. El mundo no ha dejado de dar vueltas a través de los siglos pero, si ha habido un periodo en el que se han acelerado los cambios, se han batido records de innovaciones, adelantos, nuevas invenciones y, por lo tanto, no deberíamos de extrañarnos que, en un país como el nuestro, donde tradicionalmente hemos sido renuentes a los cambios que pudieran afectar a nuestra existencia, convencidos de que lo tradicional era siempre lo mejor y que las innovaciones siempre entrañaban el riesgo de incurrir en peligrosos excesos o en imprevisibles consecuencias, que pudieran afectar negativamente a nuestro acomodado “modus vivendi”.

De hecho, si algo había conseguido mantenerse a través de los siglos, sin que nadie se hubiera atrevido a pretender innovarlo, darle el cambiazo, modernizarlo o alterarlo en lo que siempre se había considerado su tradicional estructura era, sin duda, este periodo del año que se conoce como periodo de Adviento que, para los cristianos en general, comprende desde el primer domingo de los cuatro que preceden a la celebración de la Navidad, en la que se celebra el nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo, hasta la vigilia de dicha fiesta. Tradicionalmente, a través de los siglos, con los cambios imprescindibles en materia de vestuario o en adelantos de mecanización de los movimientos de las figuras que los componen, las enraizadas representaciones, más o menos sofisticadas de lo que, de acuerdo con las explicaciones del Nuevo Testamento, fueron aquellos primeros momentos de la llegada del Mesías en aquel sencillo establo de Belén, con la sola presencia de José y María, el burro y la vaca que le daban aliento y toda la corte de pastores que acudían a adorarlo, con la presencia, en la lejanía, de los famosos reyes de oriente que, avisados de la llegada del redentor, acudían para adorarlo y hacer presentes de oro, incienso y mirra; se fueron repitiendo de año en año de modo que, entorno a aquella festividad religiosa, se fue creando lo que hoy consideraríamos como un “climax” de religiosidad, un estado de general complacencia, una explosión de buena voluntad hacia los demás, muchas veces expresado por un acercamiento entre familiares, que consideraban aquella fecha como momento propicio para celebrar, en compañía, el nacimiento de Cristo.

La costumbre y la tradición hicieron que desde la nochebuena, 24 de diciembre, hasta el día 6 de Enero, llegada de los Magos de Oriente, los municipios adornaran las calles, al menos las más céntricas, con iluminaciones, motivos religiosos, símbolos de paz y alegorías relativas al significado de aquellas fiestas de la cristiandad. Se ha de decir que, a la par de lo que se celebraba desde el punto de vista religioso, algo que nunca ha dejado de ocurrir en el mundo, se fueron añadiendo otras costumbres materialistas, paganas, económicas y festivas que se fueron incorporando con la pretensión de darle, al significado religioso de la efemérides, un complemento de divertimento, de intercambio de regalos, de jolgorio y comilonas que, como siempre ha ocurrido, aparte de complementar el buen entendimiento familiar, no dejaron de convertir las Navidades, para muchos no creyentes y, no podemos negarlo, también para creyentes, en un motivo más para gastarse el dinero y gozar de otros aspectos que poco tenían que ver con el aspecto religioso de la fiesta.

Pero, en España, ya hace tiempo que soplan vientos de cambio, corren rumores de modificaciones sustanciales de tipo social, rebrotan antiguos resentimientos largamente reprimidos y surgen, como eco de aquella nefasta época de Manuel Azaña, aquellas viejas intolerancias respeto a la Iglesia católica que, en tiempos de la II República y en el periodo de Guerra Civil que la siguió, tantas vidas de sacerdotes, obispos, religiosos y religiosas, seminaristas y católicos se perdieron, víctimas de la insania sacrílega de los antecesores políticos de algunos de los partidos y formaciones políticas que hoy parten el bacalao en la nación española. Ya, los comunistas de Podemos, hablan del Concordato que existe entre el gobierno y la Iglesia católica; ya se pone en cuarentena la enseñanza concertada, mayormente desempeñada por colegios religiosos; ya se habla de revisar los impuestos que pagan las iglesias y los monumentos de cuya conservación y cuidado se encargan diversas órdenes religiosas; ya Hacienda pretende extender sus brazos incautatorios sobre los bienes religiosos y la propaganda feminista, homosexual , lesbiana, progresista y comunista parece que ha decidido fijar su objetivo sobre esta religión puesto que, el resto de las implantadas en nuestra nación, parece que no les molestan o, al menos, no hacen mención expresa de ellas.

Pero, cuando estos sacamantecas que pretenden convertir a nuestra patria en su propiedad privada, para poder realizar todos los desmanes propios de su vasto repertorio de maldades, en un intento de darle un sentido nuevo a las Navidades, paganizarlas, mercantilizarlas, desposeerlas de su espíritu religioso y alejarlas de la imagen espiritual que, la mayoría de los españoles, siempre hemos tenido del periodo de Adviento; pretenden hacerlo con “sutilidad”, dar el cambiazo sin que, aparentemente, se pudiera interpretar como un veto a la religión católica.; asumir el protagonismo en la organización, configuración, escenificación, y ejecución del programa de eventos que acompañan a estas fiestas, de modo que, en cada uno de los actos que se celebren, por encima del substrato espiritual que pudiera subyacer, se imponga la parafernalia, la ornamentación, la figuración pagana y los medios para que cualquier aspecto que pudiera recordar aquella imagen tradicional de Belén o de los propios Reyes Magos, quede apartada de la primera fila de la atención ciudadana y quede relegada por los aspectos laicos que se les da a cada una de las festividades programadas.

Y hete aquí que, en Barcelona, la nueva Gomorra que los comunistas y separatistas han creado en nuestro país, la señora alcaldesa, Ada Colau, un modelo de lo que durante años han sido los progres antisistema, elevada por la estupidez de muchos votantes, a la categoría de la presidenta del municipio de Barcelona; pretendiendo evitar que se pueda decir que el Ayuntamiento de la ciudad Condal no ha cumplido con la tradición cristiana, ya hace años que pone a sus asesores a la tarea de cómo salir lo mejor posible del intento de poner un “nacimiento” en la Plaza de San Jaime que, aparentando, al menos de nombre, reproducir aquella imagen del portal de Belén, ha logrado que los mamotretos que intentan, burdamente, dar el pego a los ciudadanos que acuden a contemplarlo, se conviertan en el hazmerreír de creyentes y no creyentes, que sólo pueden interpretarlo como una broma de mal gusto, por parte de la alcaldía. La pobre señora Colau, incapaz de vencer su falta de cultura religiosa (tampoco va sobrada de lo que, para el resto de las personas, se considera como tal) y con una buena dosis de fanatismo antirreligioso, han conseguido crear una imagen perfecta de lo que, la mayoría de quienes lo contemplan, lo interpreten como una quincallería en la que, sin orden ni concierto, se acumulan una serie de objetos dispares. La mera posibilidad de que alguien, que vea semejante desaguisado y falta de respeto por la religión católica y sus símbolos, pudiera ver en aquellas desvencijadas cajas lo que se pudiera interpretar como uno de los “nacimientos o belenes” tradicionales, constituye una ofensa para cualquiera que no sea un psicótico incurable, cuya residencia habitual la tiene fijada entre los huéspedes de un manicomio municipal.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, estamos convencidos de que, en los meses que van a venir, no nos van a faltar temas que comentar si, como parece ser inevitable, el señor Pedro Sánchez y todos aquellos partidos de izquierdas que, seguramente, van a apoyarlo en su investidura, empiecen a hacerse cargo de la gobernación de esta nación, una circunstancia que, para muchos de nosotros, va a tener como consecuencia que lo que nos espera no va a ser más que una concatenación de sucesos que van a convertir la gobernabilidad de España en algo parecido a una carrera de obstáculos en la que, ninguno de los que formen parte de ella va a ser capaz de llegar a la meta y todos van a resultar perdedores y… como es evidente, los españoles, los peor parados.

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