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“Lo mucho se vuelve poco con desear otro poco más”, F. de Quevedo y Villegas

¿Es Miguel Roca el sucedáneo del señor Companys?

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¡Quién lo hubiera dicho de tan probo, serio, pacífico y templado caballero! Lo cierto es que el señor Miguel Roca Junyent nació, curiosamente, en Burdeos (Francia); es un conocido y bien valorado abogado catalán; padre, con otros insignes políticos, de la Constitución española de 1.978, miembro de CDC, fue diputado en Cortes (1.977 a 1.995) por Catalunya. Pretendió formar un partido de tendencia centrista, que tuviera un carácter parecido al de CDC, en el resto de España. Se presentó a las elecciones de 1.986, fracasando estrepitosamente en el intento ya que no obtuvo representación alguna en las Cortes. En esta aventura le acompañó el actual presidente del Real Madrid, Florentino Pérez. Tampoco obtuvo mejores resultados cuando se presentó a las elecciones municipales de Barcelona (1.995) frente al señor Pascual Maragall, quien lo derrotó ampliamente. Desde el 5 de abril de 2013 es elegido por la Casa Real para defender a la Infanta Cristina, en el proceso del Caso Nóos.

En fin, señores, una persona de la que no se podía esperar una reacción tan temperamental como la que parece haber tenido estos días pasados. Es cierto que ya mostró su intención de tomar parte activa en la “rebelión” catalana, cuando aceptó formar parte de este organismo de dudosa legalidad denominado “Comisión de Estudio del Derecho a Decidir”. Ha afirmado recientemente que “el modelo territorial de la Constitución está agotado”. Con toda seguridad no debió pensar lo mismo cuando consiguió que, en la Carta Magna se reconociera a la comunidad catalana como “Comunidad Histórica” y cuando, en el referéndum que se celebró para la aprobación de la Ley de leyes, la comunidad catalana fue una de las autonomías que cosechó mayor cantidad de síes. El mismo señor Roca fue coautor del artículo 2 del Título Preliminar donde se expone con extrema claridad: “Artículo 2 La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles, y reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre todas ellas.”. Y no debemos extrañarnos de ello porque nunca, en España, se habían concedido tal cantidad de derechos, privilegios, autonomía de acción y descentralización del Estado central, como se otorgaron a Catalunya en aquella nueva Constitución.

La edad, seguramente, hace olvidadizas a las personas que, en ocasiones, no dudan en renegar de sus propias acciones cuando, como parece que le está sucediendo al ensoberbecido señor Miguel Roca, atisban la posibilidad de llegar a ser “profeta en su tierra”, algo que es muy posible que “le ponga”, dado que ya ha conseguido todos sus mayores objetivos profesionales y, seguramente, todavía le siguen escociendo los fracasos electorales que lo han apartado del poder. Es curioso que ahora, cuando le ha convenido, haya hablado de que “el modelo territorial de la Constitución está agotado” No podemos entender como un abogado de su experiencia se pueda atrever a hacer semejante afirmación ¿Acaso, cuando redactaron la constitución, previeron que el país, al cabo de un determinado número de años, podía fraccionarse en pequeños estados? Porque ¿qué es lo que quiere decir este “padre de la Constitución” con semejante exabrupto? No queda más que suponer que hace causa común con el señor Junqueras y está chaqueteando para conseguir la simpatía de aquellos que llevan la batuta en la cuestión secesionista.

Conviene recordarles a todos estos engallados políticos que, el modelo autonómico español es, entre todos los casos europeos con los que se puede comparar; uno de los que concede mayores facultades de decisión a todas sus autonomías y, en especial y con harto disgusto de otras que se sienten discriminadas, el Catalán, con su Estatut, es, sin duda, el que más alto grado de autogobierno ha conseguido, muy superior al de los mismos Länders alemanes. Suponemos que, el señor Roca, lo que está patrocinando es que, el nuevo modelo territorial de nuestra Constitución, consista en permitir que cualquier autonomía pueda imponer su ley, incluso para separarse de España.

Resulta que don Miguel parece que ha cambiado de opinión. Cuando fue ponente, con otros, de la redacción del texto constitucional no parece que pusiera objeciones al artículo 2, anteriormente trascrito, en el que se precisa con claridad la unidad de la nación española. Ahora, no sólo propone lo contrario sino que se “irrita” cuando alguien le recuerda que la Constitución no les permite a los catalanes, por su cuenta, cambiar su “relación” con el resto del país. Él, ¡qué tantos beneficios consiguió colar en el texto constitucional para su patria chica!, ahora le parece mal que, aquel cuerpo legal al que dio forma, resulte que no le ayude a encontrar ningún resquicio que le permita apoyar su nueva causa, la de la independencia de Catalunya.

En todo caso, algo hay que parece que falla en el planteamiento de tan ilustre jurisconsulto. Yo diría que está afectado de un fenómeno egolátrico, que le hace sentirse el tuerto en el país de los ciegos, lo que es evidente que le hace pensar en un futuro político brillante, formando parte de un utópico gobierno independiente del “estado Catalán”, en el que ¿ por qué no? pudiera ocupar el puesto de Jefe del Estado. ¿Qué otro sentido se le puede atribuir a la lapidaria frase con la que se despacho en relación a la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatut catalán? En la Cámara autonómica, aparte de decir que el TC “no me merece ningún respeto”, sintiéndose apoyado por la mayoría catalanista, no tuvo inconveniente en exclamar: “Quieren discutirme que Catalunya se declare nación o no nación. ¿Pero qué se han creído? ¡Me siento nación y digo que soy nación! ¡ Bravo, señor Roca!, una representación brillante salvo, claro, que el hecho de que emule al rey Luis XIV de Francia cuando pronunció su célebre frase “¡El Estado soy yo!”, no quiere decir que usted tenga el poder del que disponía dicho monarca ni que esté en condiciones de enfrentarse al resto de España, por muy señor Roca que sea.

En ocasiones, como le viene ocurriendo a don Jordi Pujol, el transcurso de los años no perdona y puede suceder que los halagos, el respeto, el peloteo y .el peso de una excesiva autoestima sean tan grandes que tengan la capacidad de influir de tal forma en las personas, que las lleva a convencerse de que, en realidad, están muy por encima de las demás y que, esta circunstancia, les permite pasarse de rosca cuando les venga en gana. Algo muy peligroso, porque nadie está por encima de sus propias limitaciones físicas y mentales y, cuando se trata de un caso de la importancia del que está teniendo lugar en Catalunya, donde lo que se está pergeñando es, nada más y nada menos, que el independizarse de España; el querer emular a sus predecesores Maciá y Companys puede tener efectos muy desagradables, como los que tuvieron sus actos secesionistas, para aquellos señores.

Y un nuevo llamamiento para el señor Rajoy del PP. Hay alarmantes noticias de que un cierto tipo de diálogo tiene lugar, a espaldas del pueblo, en el que se pudieran tratar ciertos cambalaches para acordar algún tipo descafeinado de consulta en Catalunya o establecer otras concesiones económicas, en perjuicio del resto de las autonomías. Muchos de los que le votamos vamos a dejar de hacerlo si traiciona a España con contubernios, basados en intereses electorales. O así es como valoro yo la cuestión.

¿Es Miguel Roca el sucedáneo del señor Companys?

“Lo mucho se vuelve poco con desear otro poco más”, F. de Quevedo y Villegas
Miguel Massanet
domingo, 3 de noviembre de 2013, 20:44 h (CET)
¡Quién lo hubiera dicho de tan probo, serio, pacífico y templado caballero! Lo cierto es que el señor Miguel Roca Junyent nació, curiosamente, en Burdeos (Francia); es un conocido y bien valorado abogado catalán; padre, con otros insignes políticos, de la Constitución española de 1.978, miembro de CDC, fue diputado en Cortes (1.977 a 1.995) por Catalunya. Pretendió formar un partido de tendencia centrista, que tuviera un carácter parecido al de CDC, en el resto de España. Se presentó a las elecciones de 1.986, fracasando estrepitosamente en el intento ya que no obtuvo representación alguna en las Cortes. En esta aventura le acompañó el actual presidente del Real Madrid, Florentino Pérez. Tampoco obtuvo mejores resultados cuando se presentó a las elecciones municipales de Barcelona (1.995) frente al señor Pascual Maragall, quien lo derrotó ampliamente. Desde el 5 de abril de 2013 es elegido por la Casa Real para defender a la Infanta Cristina, en el proceso del Caso Nóos.

En fin, señores, una persona de la que no se podía esperar una reacción tan temperamental como la que parece haber tenido estos días pasados. Es cierto que ya mostró su intención de tomar parte activa en la “rebelión” catalana, cuando aceptó formar parte de este organismo de dudosa legalidad denominado “Comisión de Estudio del Derecho a Decidir”. Ha afirmado recientemente que “el modelo territorial de la Constitución está agotado”. Con toda seguridad no debió pensar lo mismo cuando consiguió que, en la Carta Magna se reconociera a la comunidad catalana como “Comunidad Histórica” y cuando, en el referéndum que se celebró para la aprobación de la Ley de leyes, la comunidad catalana fue una de las autonomías que cosechó mayor cantidad de síes. El mismo señor Roca fue coautor del artículo 2 del Título Preliminar donde se expone con extrema claridad: “Artículo 2 La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles, y reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre todas ellas.”. Y no debemos extrañarnos de ello porque nunca, en España, se habían concedido tal cantidad de derechos, privilegios, autonomía de acción y descentralización del Estado central, como se otorgaron a Catalunya en aquella nueva Constitución.

La edad, seguramente, hace olvidadizas a las personas que, en ocasiones, no dudan en renegar de sus propias acciones cuando, como parece que le está sucediendo al ensoberbecido señor Miguel Roca, atisban la posibilidad de llegar a ser “profeta en su tierra”, algo que es muy posible que “le ponga”, dado que ya ha conseguido todos sus mayores objetivos profesionales y, seguramente, todavía le siguen escociendo los fracasos electorales que lo han apartado del poder. Es curioso que ahora, cuando le ha convenido, haya hablado de que “el modelo territorial de la Constitución está agotado” No podemos entender como un abogado de su experiencia se pueda atrever a hacer semejante afirmación ¿Acaso, cuando redactaron la constitución, previeron que el país, al cabo de un determinado número de años, podía fraccionarse en pequeños estados? Porque ¿qué es lo que quiere decir este “padre de la Constitución” con semejante exabrupto? No queda más que suponer que hace causa común con el señor Junqueras y está chaqueteando para conseguir la simpatía de aquellos que llevan la batuta en la cuestión secesionista.

Conviene recordarles a todos estos engallados políticos que, el modelo autonómico español es, entre todos los casos europeos con los que se puede comparar; uno de los que concede mayores facultades de decisión a todas sus autonomías y, en especial y con harto disgusto de otras que se sienten discriminadas, el Catalán, con su Estatut, es, sin duda, el que más alto grado de autogobierno ha conseguido, muy superior al de los mismos Länders alemanes. Suponemos que, el señor Roca, lo que está patrocinando es que, el nuevo modelo territorial de nuestra Constitución, consista en permitir que cualquier autonomía pueda imponer su ley, incluso para separarse de España.

Resulta que don Miguel parece que ha cambiado de opinión. Cuando fue ponente, con otros, de la redacción del texto constitucional no parece que pusiera objeciones al artículo 2, anteriormente trascrito, en el que se precisa con claridad la unidad de la nación española. Ahora, no sólo propone lo contrario sino que se “irrita” cuando alguien le recuerda que la Constitución no les permite a los catalanes, por su cuenta, cambiar su “relación” con el resto del país. Él, ¡qué tantos beneficios consiguió colar en el texto constitucional para su patria chica!, ahora le parece mal que, aquel cuerpo legal al que dio forma, resulte que no le ayude a encontrar ningún resquicio que le permita apoyar su nueva causa, la de la independencia de Catalunya.

En todo caso, algo hay que parece que falla en el planteamiento de tan ilustre jurisconsulto. Yo diría que está afectado de un fenómeno egolátrico, que le hace sentirse el tuerto en el país de los ciegos, lo que es evidente que le hace pensar en un futuro político brillante, formando parte de un utópico gobierno independiente del “estado Catalán”, en el que ¿ por qué no? pudiera ocupar el puesto de Jefe del Estado. ¿Qué otro sentido se le puede atribuir a la lapidaria frase con la que se despacho en relación a la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatut catalán? En la Cámara autonómica, aparte de decir que el TC “no me merece ningún respeto”, sintiéndose apoyado por la mayoría catalanista, no tuvo inconveniente en exclamar: “Quieren discutirme que Catalunya se declare nación o no nación. ¿Pero qué se han creído? ¡Me siento nación y digo que soy nación! ¡ Bravo, señor Roca!, una representación brillante salvo, claro, que el hecho de que emule al rey Luis XIV de Francia cuando pronunció su célebre frase “¡El Estado soy yo!”, no quiere decir que usted tenga el poder del que disponía dicho monarca ni que esté en condiciones de enfrentarse al resto de España, por muy señor Roca que sea.

En ocasiones, como le viene ocurriendo a don Jordi Pujol, el transcurso de los años no perdona y puede suceder que los halagos, el respeto, el peloteo y .el peso de una excesiva autoestima sean tan grandes que tengan la capacidad de influir de tal forma en las personas, que las lleva a convencerse de que, en realidad, están muy por encima de las demás y que, esta circunstancia, les permite pasarse de rosca cuando les venga en gana. Algo muy peligroso, porque nadie está por encima de sus propias limitaciones físicas y mentales y, cuando se trata de un caso de la importancia del que está teniendo lugar en Catalunya, donde lo que se está pergeñando es, nada más y nada menos, que el independizarse de España; el querer emular a sus predecesores Maciá y Companys puede tener efectos muy desagradables, como los que tuvieron sus actos secesionistas, para aquellos señores.

Y un nuevo llamamiento para el señor Rajoy del PP. Hay alarmantes noticias de que un cierto tipo de diálogo tiene lugar, a espaldas del pueblo, en el que se pudieran tratar ciertos cambalaches para acordar algún tipo descafeinado de consulta en Catalunya o establecer otras concesiones económicas, en perjuicio del resto de las autonomías. Muchos de los que le votamos vamos a dejar de hacerlo si traiciona a España con contubernios, basados en intereses electorales. O así es como valoro yo la cuestión.

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