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Manuel para ser muy listo

Venancio Rodríguez Sanz, Zaragoza
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viernes, 15 de noviembre de 2019, 11:12 h (CET)

No creo que dentro del paquete de ideas que defiende o defenderá cada uno de los partidos políticos, sus seguidores estén de acuerdo en todo. Esto me plantea diferentes cuestiones:”En primer lugar, que el afiliado opine que su partido es el menos malo y por eso deja de lado sus propias ideas. Segundo, que no tenga un criterio forjado y abrace lo que le dictan. Tercero, que cierre los ojos ante los casos de corrupción de gran número de los miembros de su partido. Cuarto, que por su situación social le convenga más estar en un partido que en otro. Quinto, que quiera medrar y piense que estando en un partido tendrá más oportunidades que en otro. Sexto, también podría pasar que sus ideas coincidan con las de algún partido pero que le de vergüenza declararlo abiertamente". Supongo que habrá más variantes; incluso, seguro que habrá casos mixtos. Pero, en cualquier caso, aunque puedan ser legitimas las razones, ninguna de ellas me parece respetable. Dijo alguien que no hay nada más tonto que un obrero de derechas. Aunque, Einstein fue más democrático repartiendo la memez; al decir que hay dos cosas que son infinitas: el universo y la estupidez humana. Siguiendo en esta línea, creo que no hay nada más infamante que ser lo que no piensas para que te cataloguen lo que no eres. 

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Hay noticias que rayan el insulto y el desprecio hacia quienes se dirigen. Que son asumidas como una verdad irrefutable y que en ese globo sonda enviado no tiene la menor respuesta indignada de quienes las reciben. El problema, por tanto, no es la noticia en sí, sino la palpable realidad de que han convertido al ciudadano en un tipo pusilánime. En un mendigo de migajas a quien los grandes poderes han decidido convertirle, toda su vida, en un esclavo del trabajo.

La sociedad española respira hoy un aire denso, cargado de indignación y desencanto. La sucesión de escándalos de corrupción que salpican al partido en el Gobierno, el PSOE, y a su propia estructura ejecutiva, investigados por la Guardia Civil, no son solo casos aislados como nos dicen los voceros autorizados. Son síntomas de una patología profunda que corroe la confianza ciudadana.

Frente a las amenazas del poder, siempre funcionaron los contrapesos. Hacen posible la libertad individual, que es la única real, aunque veces no seamos conscientes de la misma, pues se trata de una condición, como la salud, que solo se valora cuando se pierde. Los tiranos, o aspirantes a serlo, persiguen siempre el objetivo de concentrar todos los poderes. Para evitar que lo logren, están los contrapesos.

 
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