Siglo XXI. Diario digital independiente, plural y abierto. Noticias y opinión
Viajes y Lugares Tienda Siglo XXI Grupo Siglo XXI
21º ANIVERSARIO
Fundado en noviembre de 2003
Opinión
Etiquetas | España | Cataluña | Independencia

Crisis económica y diálogo

El empeño por parte de los catalanes de la segregación de Cataluña es un sentimiento que merece todos los respeto
Manuel Senra
martes, 22 de octubre de 2013, 08:48 h (CET)
El empeño por parte de los catalanes de la segregación de Cataluña es un sentimiento que merece todos los respetos. Pero no todos los sentimientos pueden ponerse en práctica por el solo hecho de serlos, sobre todo sabiendo hay reglas de juego que se lo impiden.

Contrariamente a lo que algunos creen, son escasos los ciudadanos que sienten animadversión por los catalanes; yo, particularmente, los admiro, aun cuando es verdad que me duele ese empecinamiento por desgajarse de España, tras tantos siglos de ininterrumpida convivencia, en paz, progreso y concordia. Con sus pequeños roces, todo ha ido siempre marchando bien: ellos, ayudando a hacer una España mejor, y el resto de las comunidades apoyando a Cataluña a ser más rica y moderna cada día; aceptando incluso una densa inmigración, como la de aquellos 800.000 andaluces que dejaron su tierra para trabajar en esa comunidad cuya vida y ambiente eran bien distintos a los suyo: ni más ni menos que el que corresponde a los trabajadores del sector primario: pura mano de obra. De modo que no sé por qué hay tantas desavenencias políticas. Dicho lo dicho, aún quedamos, mejor con el siguiente pensamiento de Gandi: “No dejes que se haya muerto el sol sin que se mueran tus rencores”.

Claro. No debe haber rencores. A estas alturas, se demuestra poca inteligencia tirarse los trastos a la cabeza, o lanzarse duras frases los unos a los otros. Lo mejor es sentarnos y hablar, usando un lenguaje civilizado. Aunque diferentes -y cada uno en su propia casa- , todos cabemos en esta comunidad que se llama España.

Y fíjense: estoy convencido de que de las encuestas que en distintos momentos se les ha hecho a la población catalana, preguntándoles que si en vez de tener, como tenemos, esta situación tremendamente grave -solo está mejorando la financiera-, ¿si viviésemos un periodo de bonanza, la mayoría de los ciudadanos catalanes harían, en cierto modo, ese pretendida locura soberanista?.

Es claro que en momentos de tanta debilidad económica es cuando autonomías, ayuntamientos, ciudadanos…, tan castigados por la falta de trabajo, absolutamente necesario para sobrevivir dignamente, crispan sin duda los nervios hasta el sofoco más feroz. Cualquiera tiene los ánimos más exaltados, desesperado por alcanzar un horizonte más esplendoroso y feliz.

Yo estoy convencido de que usted convendría conmigo en que España quiere a Cataluña, igual que los catalanes a España.

No vale, por lo tanto, adoptar la actitud del amago, la grosería y hasta la amenaza. Y si cuando, pese a todo, nunca hemos llegado a puntos de verdadera conflictividad, ¿por qué ha de haberla ahora? Es claro, pues, que las dos partes tienen que respetarse. Y hablar. De lo contrario, el conflicto se irá enquistando, y acabaría al final situándose en el punto que empezó. Así será, claro, si no sacan la cabeza de este imposible proyecto soberanista.

Noticias relacionadas

El Colegio de Educación Infantil y Primaria Blasco Ibáñez, del municipio valenciano de Beniparrell, permanece cerrado desde hace más de seis meses por la trágica DANA. El desastre meteorológico arrasó los cimientos del edificio al que acudían 131 alumnos, afectando al sótano de la escuela y quedando las aulas inhabitables. Ahora, las familias denuncian una cadena de soluciones insuficientes y tardías.

El pesimismo suele llenarlo todo, y la preocupación se palpa en el ambiente. La palabra «crisis» (económica, moral, educativa, cultural, ética, social...) monopoliza todas y cada una de las conversaciones que se llevan a cabo a lo largo y ancho de este país. Con este comienzo, lo más normal es que los lectores piensen que les quiero agobiar, pero ni mucho menos es esa mi intención.

El impuesto a los beneficios extraordinarios e ingentes de la banca es una cuestión de justicia social en España y en cualquier país del mundo. La justificación económica de lo que se recauda, por parte de Hacienda o del sistema de impuestos responde a la necesidad de gravar los excesos de rentabilidad bancaria.

 
Quiénes somos  |   Sobre nosotros  |   Contacto  |   Aviso legal  |   Suscríbete a nuestra RSS Síguenos en Linkedin Síguenos en Facebook Síguenos en Twitter   |  
© 2025 Diario Siglo XXI. Periódico digital independiente, plural y abierto | Director: Guillermo Peris Peris
© 2025 Diario Siglo XXI. Periódico digital independiente, plural y abierto