Dios sabe que lo que voy a decir no es por revanchismo, ni por otras razones espurias. Lo que voy a decir es para demostrar que matar al mensajero no es el camino:”No hace mucho fui con un grupo de montañeros de Huesca al Valle de Hecho. Este grupo de montañeros tienen abierta una página de Facebook y conciertan salidas a través de este medio. Aquel día, según mi criterio y de varias personas que asistieron a la misma, se cometieron varios errores que gracias a Dios, no tuvieron mayores consecuencias. Al llegar a casa escribí una Carta al Director omitiendo el nombre del grupo y sin acusar a nadie en concreto, pero informando de lo que hicimos mal. Esta carta la publicó un diario de Zaragoza con el título de “Los efectos de la naturaleza”. Bien, la mandé a los periódicos y la colgué en mi muro. Al leer mi carta el responsable de la excursión no solo me expulsó del grupo, sino que me amenazó con pegarme: guardo con cariño sus amenazas en el Messenger de Facebook". Dicen que errar es humano, aprender divino. Pero ¿cómo se va a aprender nada si no se reconocen y no se puede hablar de ellos porque te amenazan, te expulsan y en el mejor de los casos, te retiran la palabra? El caso es que el fruto del error lo pagan también otras personas. Ante esta situación, ¿usted qué haría: se callaría haciéndose cómplice por miedo, o lo diría?
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