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Dedicado a los “demócratas” que ponen el anatema a los que no piensan como ellos

Los modernos inquisidores de la izquierda

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Existe un término –librepensador- de connotaciones algo decimonónicas, hoy caído en desuso, que define de maravilla la actitud ante la vida de los que a veces nos sentamos a la vera del camino a contemplar la existencia y su devenir. El librepensador alza a veces su vuelo, dejando atrás los tejados, las dehesas, las villas, los lagos, los bosques y los mares, como ese pájaro solitario magistralmente evocado en música por el compositor inglés Ralph Vaughn-Williams en su pequeña obra maestra, The Lark (La alondra) Busca el silencio de las cumbres y la soledad, única manera posible de acallar las voces, graznidos insistentes…y pensar.

El librepensador es mirado con recelo por muchos; especialmente por aquellos que intentan llevarle a su redil, a que comulgue con sus ideas machihembradas de prejuicios. El librepensador debe elegir a menudo entre dar su brazo a torcer o ser fiel a su esencia. Difícil dilema, ya que, como él bien sabe, eso le costará amistades, relaciones de todo tipo, y que será vetado en ciertos “círculos mágicos”. Me refiero a los que acogen a quienes se consideran garantes de la Verdad, la Rectitud y la Ética… y que casi siempre actúan como cancerberos de la Libertad.

El ambiente enrarecido que vivimos en España contribuye a exacerbar al inquisidor que muchos llevan dentro, y ese recelo al que me acabo de referir se acrecienta .Muchos, antes con piel de cordero, dejan asomar la patita de lobo y, aunque uno no sea precisamente Caperucita y mucho menos su abuela, se hace de pronto necesario proteger la yugular. Es inútil tratar de dialogar con el aprendiz o maestro depredador, aunque yo siempre lo intento al principio; hasta que veo la inutilidad de mis esfuerzos. Es entonces cuando me pongo en guardia y, sin rebajarme a su nivel, trato de desarmarlo.

El periodista vocacional –y yo lo soy- procura averiguar la verdad. Es algo que tenemos en común con los investigadores, los policías y los detectives. Una sola versión de los hechos no es suficiente; es preciso examinarlos desde distintos ángulos, separar el grano de la paja. Y esa tarea lleva tiempo y requiere una gran paciencia. Muchos no la tienen. Yo, sí.

Este gran preámbulo me sirve para explicar sucintamente por qué voy a votar a VOX, algo que algunos de mis “bienpensantes amigos y conocidos” achacan a un delirio ideológico o algo parecido.

En primer lugar he de decir que hasta hace algo más de un año apenas conocía la existencia de este partido. Se rumoreaba que era xenófobo, homófono, neo nazi o neo fascista y no sé cuántas cosas más…ninguna agradable. En un principio no indagué más y me dejé llevar hasta cierto punto por “lo que se oye”. La vedad es que VOX no me preocupaba ni poco ni mucho; aunque sí la situación política, cada vez más irrespirable. El PP, en manos de un blando melindroso que confundía la prudencia con la inacción, gobernaba entonces, acosado por una izquierda cada vez más radicalizada y sin saber atajar el chantaje separatista, que tuvo su epítome con la declaración de la República Catalana el 1 de octubre de 2017. Rajoy no era capaz siquiera de contentar a los suyos, con la excepción de aquellos a los que beneficiaba directamente. El acoso político culminó en una moción de censura en la que se encumbró a un individuo de dudosa trayectoria –incluso dentro de su propio partido- de nombre Pedro Sánchez. Enseguida se vio que el nuevo Presidente del Gobierno “había venido para quedarse”. Eran conocidas su arrogancia y su prepotencia; pero poco a poco fue revelándose además como un embustero (dijo que convocaría elecciones generales a la mayor brevedad, algo que no tenía la menor intención de hacer) plagiario de su tesis doctoral y, lo que es peor, quedó de manifiesto su intención de perpetuarse en el Poder y de pasar a la Historia como “estadista”. Entre otros proyectos (el que como periodista más me atañe) Pedro Sánchez pretendía eliminar la libertad de expresión por medio de una ampliación de la inicua “Ley de Memoria Histórica”, promulgada por su “digno” antecesor en el cargo, José Luis Rodríguez Zapatero. Todo el que se permitiera cuestionar su “versión oficial” sobre la II República, La Guerra Civil y el franquismo, sería duramente sancionado con penas de inhabilitación y cárcel. “Pues bien –pensé yo- Ahora sólo queda organizar piras con los libros prohibidos “Con el marchamo de lo democrático planeaba la sombra oscura de la intolerancia; cuyo colofón estaría en la creación de los “comités de la verdad”; algo así como la versión 2.0 de la Inquisición.

Pasaban los meses y ya bien avanzado 2019 escuché por primera vez a uno de los “ogros” de VOX. Se trataba de una entrevista televisada a Iván Espinosa de los Monteros. Me pareció un tipo correcto, culto, con las ideas claras y facilidad para expresarlas (no sólo en español sino también, como comprobé en otra ocasión, en un inglés oxfordiano) El acoso de la entrevistadora no parecía importarle; pero lo que más me llamó la atención fue el propósito de su partido de acatar la Constitución en todos sus términos, aplicando la ley sin complejos en el lacerante caso de Cataluña. Escuché muchas cosas que me “sonaron” bien y que consideré completamente sensatas; como “preservar la unidad de España”, “cuidar nuestras fronteras”, “reducir el número de autonomías”, “que el Estado recuperase las competencias en Educación, Sanidad, Administración de Justicia etc.” “poner coto a la inmigración ilegal”… En fin, nada que sonara a fascismo o nazismo. Entonces…

La curiosidad innata del periodista se puso en activo y desde ese momento procuré escuchar cualquier declaración o entrevista en la que interviniera un miembro de VOX. Descubrí varias cosas; entre ellas que uno de sus fundadores era José Antonio Ortega Lara, alguien que había sufrido un cautiverio de casi 600 días a manos de ETA y cuya bonhomía estaba fuera de toda duda. El líder del partido, Santiago Abascal, había llevado gran parte de su vida adulta amenazado por la organización terrorista por el simple hecho de pertenecer al Partido Popular y defender sus ideas en el País Vasco. Entonces…

Analicé cada declaración para ver si detectaba el más ligero indicio de alguna de las cosas que se les atribuía. Nada. ¿Racismo?... Su representante en Cataluña, Ignacio Garriga, era un odontólogo de origen guineano al que le gustaba ponerse como ejemplo del pretendido racismo de VOX. ¿Xenofobia?... Pues la verdad, no creo que deba entenderse por tal el afirmar que haya que impedir la inmigración ilegal o gestionar la deportación inmediata de los que no estén dispuestos a acatar nuestras leyes ¿Machismo?... A esto habría que responder con otra pregunta: ¿Es machista abogar por la derogación de una ley injusta, la de “violencia de género”, según la cual a igual delito, el hombre recibe una pena mucho mayor que la mujer? Entonces…

El Gobierno usurpador creado tras la moción de censura, se vio obligado a convocar elecciones generales debido a la falta de apoyo de sus socios separatistas y de la extrema izquierda para aprobar los Presupuestos Generales del Estado. Se celebraron el 28 de abril y el PSOE tuvo una victoria pírrica que le impedía gobernar en solitario. VOX pasó de la nada a tener 24 diputados en las Cortes. Ya no era un partido marginal sino una importante fuerza política. Se habló hasta la hartura de “populismo” y el 90% de los medios de comunicación, dominados por lobbys de poder favorables a la izquierda, pusieron todo su afán en denigrarlos o, en el mejor de los casos, ningunearlos. Pasó el verano y ya avanzado septiembre se vio que nuestro inefable Pedro Sánchez (que parece una mala copia de George Clooney, what else?) no sería capaz de establecer tan siquiera un equilibrio inestable con Podemos para formar Gobierno. En algo más de seis meses los españoles tendríamos que volver a las urnas para tratar de enmendar lo que todavía parece un callejón sin salida. El próximo 10 de noviembre saldremos de dudas.

Y ahora, a esos “amigos bienintencionados” tan preocupados por mi “equilibrio ideológico” y mi estabilidad mental, les digo:

Mi voto lleva mucho tiempo decidido, porque la democracia (algo que sólo entienden a medias y para lo que les conviene) conlleva libertad de pensamiento y elección.

Les dejo con unas palabras de mi amigo y admirado político socialista Joaquín Leguina a ver si reflexionan:

“¿Por qué dicen que VOX es anticonstitucional?

-Porque están en contra de las autonomías tal y como se hallan concebidas (Y yo también)

-Porque están en contra de la inmigración ilegal (Y yo también)

-Porque están en contra de la Ley de violencia de género tal y como está aprobada (Y yo también)

Además –añadió- Pedro Sánchez habla de España como “nación de naciones”. Eso sí que es anticonstitucional”

Y ahora llamadme “facha”. No me molesta. Os observo como un entomólogo a su insecto favorito

Los modernos inquisidores de la izquierda

Dedicado a los “demócratas” que ponen el anatema a los que no piensan como ellos
Luis del Palacio
viernes, 8 de noviembre de 2019, 08:31 h (CET)

Existe un término –librepensador- de connotaciones algo decimonónicas, hoy caído en desuso, que define de maravilla la actitud ante la vida de los que a veces nos sentamos a la vera del camino a contemplar la existencia y su devenir. El librepensador alza a veces su vuelo, dejando atrás los tejados, las dehesas, las villas, los lagos, los bosques y los mares, como ese pájaro solitario magistralmente evocado en música por el compositor inglés Ralph Vaughn-Williams en su pequeña obra maestra, The Lark (La alondra) Busca el silencio de las cumbres y la soledad, única manera posible de acallar las voces, graznidos insistentes…y pensar.

El librepensador es mirado con recelo por muchos; especialmente por aquellos que intentan llevarle a su redil, a que comulgue con sus ideas machihembradas de prejuicios. El librepensador debe elegir a menudo entre dar su brazo a torcer o ser fiel a su esencia. Difícil dilema, ya que, como él bien sabe, eso le costará amistades, relaciones de todo tipo, y que será vetado en ciertos “círculos mágicos”. Me refiero a los que acogen a quienes se consideran garantes de la Verdad, la Rectitud y la Ética… y que casi siempre actúan como cancerberos de la Libertad.

El ambiente enrarecido que vivimos en España contribuye a exacerbar al inquisidor que muchos llevan dentro, y ese recelo al que me acabo de referir se acrecienta .Muchos, antes con piel de cordero, dejan asomar la patita de lobo y, aunque uno no sea precisamente Caperucita y mucho menos su abuela, se hace de pronto necesario proteger la yugular. Es inútil tratar de dialogar con el aprendiz o maestro depredador, aunque yo siempre lo intento al principio; hasta que veo la inutilidad de mis esfuerzos. Es entonces cuando me pongo en guardia y, sin rebajarme a su nivel, trato de desarmarlo.

El periodista vocacional –y yo lo soy- procura averiguar la verdad. Es algo que tenemos en común con los investigadores, los policías y los detectives. Una sola versión de los hechos no es suficiente; es preciso examinarlos desde distintos ángulos, separar el grano de la paja. Y esa tarea lleva tiempo y requiere una gran paciencia. Muchos no la tienen. Yo, sí.

Este gran preámbulo me sirve para explicar sucintamente por qué voy a votar a VOX, algo que algunos de mis “bienpensantes amigos y conocidos” achacan a un delirio ideológico o algo parecido.

En primer lugar he de decir que hasta hace algo más de un año apenas conocía la existencia de este partido. Se rumoreaba que era xenófobo, homófono, neo nazi o neo fascista y no sé cuántas cosas más…ninguna agradable. En un principio no indagué más y me dejé llevar hasta cierto punto por “lo que se oye”. La vedad es que VOX no me preocupaba ni poco ni mucho; aunque sí la situación política, cada vez más irrespirable. El PP, en manos de un blando melindroso que confundía la prudencia con la inacción, gobernaba entonces, acosado por una izquierda cada vez más radicalizada y sin saber atajar el chantaje separatista, que tuvo su epítome con la declaración de la República Catalana el 1 de octubre de 2017. Rajoy no era capaz siquiera de contentar a los suyos, con la excepción de aquellos a los que beneficiaba directamente. El acoso político culminó en una moción de censura en la que se encumbró a un individuo de dudosa trayectoria –incluso dentro de su propio partido- de nombre Pedro Sánchez. Enseguida se vio que el nuevo Presidente del Gobierno “había venido para quedarse”. Eran conocidas su arrogancia y su prepotencia; pero poco a poco fue revelándose además como un embustero (dijo que convocaría elecciones generales a la mayor brevedad, algo que no tenía la menor intención de hacer) plagiario de su tesis doctoral y, lo que es peor, quedó de manifiesto su intención de perpetuarse en el Poder y de pasar a la Historia como “estadista”. Entre otros proyectos (el que como periodista más me atañe) Pedro Sánchez pretendía eliminar la libertad de expresión por medio de una ampliación de la inicua “Ley de Memoria Histórica”, promulgada por su “digno” antecesor en el cargo, José Luis Rodríguez Zapatero. Todo el que se permitiera cuestionar su “versión oficial” sobre la II República, La Guerra Civil y el franquismo, sería duramente sancionado con penas de inhabilitación y cárcel. “Pues bien –pensé yo- Ahora sólo queda organizar piras con los libros prohibidos “Con el marchamo de lo democrático planeaba la sombra oscura de la intolerancia; cuyo colofón estaría en la creación de los “comités de la verdad”; algo así como la versión 2.0 de la Inquisición.

Pasaban los meses y ya bien avanzado 2019 escuché por primera vez a uno de los “ogros” de VOX. Se trataba de una entrevista televisada a Iván Espinosa de los Monteros. Me pareció un tipo correcto, culto, con las ideas claras y facilidad para expresarlas (no sólo en español sino también, como comprobé en otra ocasión, en un inglés oxfordiano) El acoso de la entrevistadora no parecía importarle; pero lo que más me llamó la atención fue el propósito de su partido de acatar la Constitución en todos sus términos, aplicando la ley sin complejos en el lacerante caso de Cataluña. Escuché muchas cosas que me “sonaron” bien y que consideré completamente sensatas; como “preservar la unidad de España”, “cuidar nuestras fronteras”, “reducir el número de autonomías”, “que el Estado recuperase las competencias en Educación, Sanidad, Administración de Justicia etc.” “poner coto a la inmigración ilegal”… En fin, nada que sonara a fascismo o nazismo. Entonces…

La curiosidad innata del periodista se puso en activo y desde ese momento procuré escuchar cualquier declaración o entrevista en la que interviniera un miembro de VOX. Descubrí varias cosas; entre ellas que uno de sus fundadores era José Antonio Ortega Lara, alguien que había sufrido un cautiverio de casi 600 días a manos de ETA y cuya bonhomía estaba fuera de toda duda. El líder del partido, Santiago Abascal, había llevado gran parte de su vida adulta amenazado por la organización terrorista por el simple hecho de pertenecer al Partido Popular y defender sus ideas en el País Vasco. Entonces…

Analicé cada declaración para ver si detectaba el más ligero indicio de alguna de las cosas que se les atribuía. Nada. ¿Racismo?... Su representante en Cataluña, Ignacio Garriga, era un odontólogo de origen guineano al que le gustaba ponerse como ejemplo del pretendido racismo de VOX. ¿Xenofobia?... Pues la verdad, no creo que deba entenderse por tal el afirmar que haya que impedir la inmigración ilegal o gestionar la deportación inmediata de los que no estén dispuestos a acatar nuestras leyes ¿Machismo?... A esto habría que responder con otra pregunta: ¿Es machista abogar por la derogación de una ley injusta, la de “violencia de género”, según la cual a igual delito, el hombre recibe una pena mucho mayor que la mujer? Entonces…

El Gobierno usurpador creado tras la moción de censura, se vio obligado a convocar elecciones generales debido a la falta de apoyo de sus socios separatistas y de la extrema izquierda para aprobar los Presupuestos Generales del Estado. Se celebraron el 28 de abril y el PSOE tuvo una victoria pírrica que le impedía gobernar en solitario. VOX pasó de la nada a tener 24 diputados en las Cortes. Ya no era un partido marginal sino una importante fuerza política. Se habló hasta la hartura de “populismo” y el 90% de los medios de comunicación, dominados por lobbys de poder favorables a la izquierda, pusieron todo su afán en denigrarlos o, en el mejor de los casos, ningunearlos. Pasó el verano y ya avanzado septiembre se vio que nuestro inefable Pedro Sánchez (que parece una mala copia de George Clooney, what else?) no sería capaz de establecer tan siquiera un equilibrio inestable con Podemos para formar Gobierno. En algo más de seis meses los españoles tendríamos que volver a las urnas para tratar de enmendar lo que todavía parece un callejón sin salida. El próximo 10 de noviembre saldremos de dudas.

Y ahora, a esos “amigos bienintencionados” tan preocupados por mi “equilibrio ideológico” y mi estabilidad mental, les digo:

Mi voto lleva mucho tiempo decidido, porque la democracia (algo que sólo entienden a medias y para lo que les conviene) conlleva libertad de pensamiento y elección.

Les dejo con unas palabras de mi amigo y admirado político socialista Joaquín Leguina a ver si reflexionan:

“¿Por qué dicen que VOX es anticonstitucional?

-Porque están en contra de las autonomías tal y como se hallan concebidas (Y yo también)

-Porque están en contra de la inmigración ilegal (Y yo también)

-Porque están en contra de la Ley de violencia de género tal y como está aprobada (Y yo también)

Además –añadió- Pedro Sánchez habla de España como “nación de naciones”. Eso sí que es anticonstitucional”

Y ahora llamadme “facha”. No me molesta. Os observo como un entomólogo a su insecto favorito

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