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¿Por quién doblan las Campanas?

El caldo de cultivo parece que está servido
Josu Gómez Barrutia
domingo, 3 de noviembre de 2019, 09:58 h (CET)

Doblas las campanas de la absurdez con atronador sonido en estos tiempos de comicios electorales, procesos catalanes inconclusos y fascismos trasnochados de barbas conquistadoras. Doblan las campanas y el ruido de la incapacidad y la ceguera parece tomar forma en quienes no asisten a vislumbrar la compleja realidad de un mundo en cambio, de un tiempo en los que el sistema de bienestar y las democracias occidentales tendrán que orientar su estructura frente a los retos que tenemos por delante, esos que tienen apellidos de encaje tetraédrico: Generación de empleo, Reforma del Sistema Social y de Pensiones , Reforma del Estado de las Autonomías o construcción de tejido productivo en un marco de competitividad global ,son sólo algunos de esos apellidos definitorios sobre los que algunos nobles librepensadores patrios quieren poner su Vox, esa receta sencilla formulada con una pizca de nacionalismo, otra de bandera roja y gualda y un aderezo en forma de identificación del enemigo progre, rojo, inmigrante, homosexual o feminazi. No por menos ¿acaso no es más importante la familia, la fe y la bandera que cualquier otro pensamiento el que sirve hoy con claridad para responder a los retos del desempleo, la crisis global climática, la cuarta revolución industrial o la construcción del nuevo encaje de la sociedad del bienestar y territorial que nuestro país tiene por delante?. Y si acaso no fuera necesario, tampoco importa, recetas sencillas parecen elucubrarse en la mente de los verdolagas de Vox para la mejora de la economía nacional y el progreso de nuestro país : Bajada de impuestos a la pobre gente trabajadora y empresas, a las empresas, reducción de IVA, supresión de impuestos de sucesiones, patrimoniales y plusvalías nacionales son sólo algunas de las ideas maravillosas de Abascal y su corte aduladora que se complementan con otras maravillosas creaciones en su receta de 100 medias para España como las del fomento de la reindustrialización de España, el apoyo a los desempleados , a los autónomos o la exoneración de las cargas sociales para la contratación de jóvenes menores de 24 horas. Y vuelven a redoblar las campanas, esas que no enmudecen ante semejantes propuestas sin estructura alguna que no vienen a explicar ni el cómo se pagaran los servicios públicos ante tamaña bajada de recaudación ni como podrá dar respuesta ante las necesidades de los débiles un estado que será famélico o ni tan siquiera de qué forma se podrá hacer frente a la mejora y mantenimiento del sistema de salud, de educación o de transporte público sin recursos. Tal vez, estas cuestiones poco importen en la algarada de la ultraderecha de Vox , esa que como antaño hicieron los fascismos europeos quiere hoy en España dar respuestas sencillas a problemas complejos.


El caldo de cultivo parece que está servido así para el aquelarre patrio de Abascal y De Los Monteros encuentre en estas elecciones del 10 de Noviembre eco en forma de votos, esos que estarán respaldados en ese coctel de tensión social en forma de conflicto territorial entre Nacionalismos y de empobrecimiento de la clase obrera, hoy cifrado en los más de trece millones de personas que viven en nuestro país por debajo del umbral de la pobreza. Víctimas estas con necesidad en muchos casos ante la desesperanza y el hartazgo a su realidad, de buscar a sus enemigos y a sus salvadores, los primeros identificados por Vox en el ámbito del progresismo, de la inmigración, de la homosexualidad o del feminismo, los segundos ellos mismos. No por menos, ¿Por qué buscar más lejos si el iluminado salvador de la patria es uno mismo?


En definitiva, hoy las campanas de nuestro país parecen redoblar por la muerte de un sistema de bienestar, de una democracia que en la confianza de la lejanía al pasado fue incapaz de ver como el fascismo, el totalitarismo, la sinrazón y la radicalidad tomaban forma , esa que hoy ya se presenta con canciones falangistas en espacios de pensamiento libre, plural e igual como el Ateneo de Madrid, hoy mancillado por la vergüenza de las camisas azules y el yugo de la falange española.

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No es ninguna novedad que vivimos en un tiempo donde el pulso de la coexistencia social parece haberse acelerado en una deriva incomprensible, enfrentándonos con la paradoja de una humanidad cada vez más próxima, sin que ello se traduzca necesariamente en la cercanía o comprensión mutua.

El filólogo humanista Noam Chomsky decía que “si no se está de acuerdo con una cuestión, el hecho de formular y escuchar críticas, forma parte de la convivencia, y así se espera que sea”. De este modo, Chomsky argumenta el derecho y obligación a ejercer la crítica como proceso para la construcción de la convivencia.

 
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