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El esperpento, género literario que creara Ramón María del Valle-Inclán, se incorpora al escenario político con el nuevo episodio de los ordenadores que evoca al supercomputador Hal 9000

2013: una odisea del espacio político

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Hal9000
La cinematografía nos depara momentos estelares que permanecen en la memoria. Llegan a convertirse en iconos y se contemplan con cierta benevolencia a pesar del irrefrenable paso del tiempo, y la conjura artística que somete a cualquier obra a su juicio inapelable e insobornable. En el año 1968 el director Stanley Kubrick dirigió la película 2001: una odisea del espacio. Basada en la novela El centinela de Arthur C. Clarke, coguionista junto al propio director. Existen en tan memorable largometraje escenas que se recuerdan con especial predilección. Como lo es la voz aséptica y cuasi metálica de HAL 9000, el supercomputador que se rebela ante los astronautas y toma sus propias decisiones. El tono determinante, sabedor de su supremacía, no deja lugar a dudas de sus intenciones. Más tarde, la pericia de uno de los tripulantes consigue asestar el golpe definitivo al engendro electrónico. La agonía y la compasión se entremezclan en los ruegos de la máquina. La cadencia de su palabra va declinando en deforme y lenta hasta que el último hálito cibernético la silencia.

Las piruetas, cada vez más arriesgadas y sin red, del portavoz del Partido Popular –PP- no se estiman lo suficiente. El funambulismo dialéctico que practica es de un valor incalculable. Las esperpénticas descripciones, argumentaciones y refrendos de las sucesivas etapas, acontecimientos y hechos objetivos, que ha contraído su formación política durante el proceso que lo vincula a su extesorero, son tumefacciones del estado en que se encuentra su capacidad orgánica e institucional. Inciden en el ya célebre titubeo mendaz de la secretaria general, cuando explicó la indemnización del que ahora es un apestado y, hasta hace bien poco, su defensa jurídica era sufragada por el partido que lo repudia.

El último sainete de esta galería de personajes no parece tener fin, y en ese empeño por reconducir la situación ahondan más en su irrefrenable osadía. Porque sólo puede calificarse de este modo a quienes no dudan en anteponer sus propios intereses y destruyen las huellas del delito sin rubor. Este tipo de actitudes resquebraja la confianza democrática de los ciudadanos que observan expectantes la nueva ocurrencia con que sobrellevar este sinsentido. Como expresaría el personaje de El borracho en la obra teatral Luces de Bohemia, de Ramón María del Valle-Inclán, con ese grito último antes que el telón cierre la escena final, “¡Cráneo previlegiado¡”. Hall 9000 no volverá a hablar de sus memorias, de la inteligencia artificial que contiene y al que se ha desconectado definitivamente la corriente que lo alimenta.

2013: una odisea del espacio político

El esperpento, género literario que creara Ramón María del Valle-Inclán, se incorpora al escenario político con el nuevo episodio de los ordenadores que evoca al supercomputador Hal 9000
Pedro Luis Ibáñez Lérida
viernes, 6 de septiembre de 2013, 14:07 h (CET)


Hal9000
La cinematografía nos depara momentos estelares que permanecen en la memoria. Llegan a convertirse en iconos y se contemplan con cierta benevolencia a pesar del irrefrenable paso del tiempo, y la conjura artística que somete a cualquier obra a su juicio inapelable e insobornable. En el año 1968 el director Stanley Kubrick dirigió la película 2001: una odisea del espacio. Basada en la novela El centinela de Arthur C. Clarke, coguionista junto al propio director. Existen en tan memorable largometraje escenas que se recuerdan con especial predilección. Como lo es la voz aséptica y cuasi metálica de HAL 9000, el supercomputador que se rebela ante los astronautas y toma sus propias decisiones. El tono determinante, sabedor de su supremacía, no deja lugar a dudas de sus intenciones. Más tarde, la pericia de uno de los tripulantes consigue asestar el golpe definitivo al engendro electrónico. La agonía y la compasión se entremezclan en los ruegos de la máquina. La cadencia de su palabra va declinando en deforme y lenta hasta que el último hálito cibernético la silencia.

Las piruetas, cada vez más arriesgadas y sin red, del portavoz del Partido Popular –PP- no se estiman lo suficiente. El funambulismo dialéctico que practica es de un valor incalculable. Las esperpénticas descripciones, argumentaciones y refrendos de las sucesivas etapas, acontecimientos y hechos objetivos, que ha contraído su formación política durante el proceso que lo vincula a su extesorero, son tumefacciones del estado en que se encuentra su capacidad orgánica e institucional. Inciden en el ya célebre titubeo mendaz de la secretaria general, cuando explicó la indemnización del que ahora es un apestado y, hasta hace bien poco, su defensa jurídica era sufragada por el partido que lo repudia.

El último sainete de esta galería de personajes no parece tener fin, y en ese empeño por reconducir la situación ahondan más en su irrefrenable osadía. Porque sólo puede calificarse de este modo a quienes no dudan en anteponer sus propios intereses y destruyen las huellas del delito sin rubor. Este tipo de actitudes resquebraja la confianza democrática de los ciudadanos que observan expectantes la nueva ocurrencia con que sobrellevar este sinsentido. Como expresaría el personaje de El borracho en la obra teatral Luces de Bohemia, de Ramón María del Valle-Inclán, con ese grito último antes que el telón cierre la escena final, “¡Cráneo previlegiado¡”. Hall 9000 no volverá a hablar de sus memorias, de la inteligencia artificial que contiene y al que se ha desconectado definitivamente la corriente que lo alimenta.

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