En medio de las discusiones en algún ámbito eclesiástico para “interpretar” la misión de la Iglesia en el mundo que nos rodea y, de paso, poner entre comillas la realidad de la Iglesia fundada por Jesucristo, he parado mi atención en un artículo del entonces profesor Ratzinger aparecido en un libro editado por ediciones Sígueme, en 2005, que lleva por título “¿Por qué permanezco en la Iglesia?”,
Vaya la cita por delante para que a nadie se le ocurra que estamos ante un nuevo ejemplo de plagio al leer transcritos algunos párrafos de este escrito que, publicado por vez primera en Alemania el año 1971, es de una innegable, y asombrosa, actualidad.
“Las instituciones y los aparatos eclesiásticos son sin duda objeto de una crítica radical como jamás ha existido, pero también absorben la atención general con una exclusividad más acentuada que antes, de manera que para muchos la Iglesia queda reducida a esa realidad institucional” (pág. 90) (…) “Detrás de todo esto se perfila el problema central de la cuestión: la crisis de la fe” (ib.)
“Es preciso reconocer que dentro de la Iglesia la fe ha entrado en una agitada fase de efervescencia” (pág. 91).
Aunque esperando que no suceda, y rezando por la unidad de y en la Iglesia fundada por Cristo, y no en una “unidad de federación de iglesias” -y va todo con minúsculas-; hasta el mismo Papa ha hablado de la presencia de un cierto espíritu de cisma.