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Reinosa, 22 de noviembre de 2012

El Principado de la Fortuna/Capítulo XVII

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El Principado de la Fortuna/Capítulo XVI

Campurrianas

Tengo la picha hecha un lío. Mis vivencias de los últimos meses me parecen un sueño lejano, ya no una pesadilla. No llegué a temer por mi integridad física en los largos días de asedio; confiaba en Ahmed y en esos hombres, mujeres y hasta niños que se jugaban la vida para asegurar nuestra integridad física y mental. Quizá, lo más duro para mí era soportar la diferencia, la que sentía yo mismo, aunque ellos se esforzaban para disiparla.

No soy un tuareg, no. Por mucho que me esfuerce, no he sido esculpido por esa realidad límpida y cruel del Sahara. En vano traté de compartirla; solamente podía ofrecer gestos y desde luego, mucho agradecimiento. Nunca me he sentido tan arropado y hasta comprendido.

Lo que me torturaba venía de mí y ya no solamente por haber formado parte de un Quai del que reniegan mis entrañas, también por hacer posible, como simple ciudadano, con mi voto y mi abstención, un sistema que genera lo que hay.

No es que antes no fuera consciente; lo era, pero me decía que nada podía hacer para cambiarlo. Ahora tampoco, claro. La única diferencia es que ya no puedo combatir la nausea; no solamente ante el regreso a mi puesto, sino también ante París.

Admiro, sin embargo, más que nunca, a Sophie. Seguro que se siente tan desgarrada como yo; pero tiene que seguir en la brecha, porque Ahmed la necesita. Claro que no le hemos dejado otras opciones. Yo tengo mi vida resuelta y ella depende de una nómina, como la mayoría de los mortales. He tenido que ser muy cruel. Cualquier contacto que pudiéramos tener sería perjudicial y solamente tiene noticias mías por conversaciones privadas con Ahmed o con Aisha.

Siento en mis propias carnes la sangría que se avecina en Azawad. Francia ha logrado, el 12 de octubre, la adopción de la resolución 2071 por el Consejo de Seguridad de la ONU. Ya está bendecida la intervención militar en Azawad. También, el pasado 19, se ha dado luz verde a la Operación Europea de Formación del Ejército de Mali. Los ministros de Defensa y de Asuntos Exteriores han aprobado el principio, el concepto se debatirá el próximo diciembre.

Todo indica que Francia y Mali van a precipitar la guerra, pese a las reticencias de Argelia y de USA. Seguiremos haciendo burradas. ¿Cómo puede esperar la UE que un Estado inexistente, como bien indicó Bigot, pueda rehacer su ejército con la premura que requiere la situación? Es iluso o cínico. Probablemente ambos. En mi experiencia en el Quai he podido comprobar la tendencia a recurrir a acciones de este perfil, como ha sido el caso de la operación de nuestro rescate encomendada a Maggi. Se sacrifica a poblaciones y se hace gala de frivolidad. Todos conocemos el problema de Azawad y el de tantos otros territorios, especialmente en África. La ONU y Francia, que lo han creado, tienen argumentos para continuar la felonía y para sacrificar a poblaciones cuyo único pecado es haberlas incluido en Estados impuestos por otros intereses.

He recuperado mi apellido Pisdoé y aún me cuesta firmar como Yves Pisdoé, espero acostumbrarme algún día. He logrado acercarme mucho más de lo que hubiera podido esperar, a mi padre biológico, David. Una pena que hayamos perdido tanto tiempo, porque es alguien que vale la pena. El papel que jugó en nuestra liberación es una prueba manifiesta de su valía.

Conoce el desierto y comprende a las poblaciones del mismo. Sabía lo que había que hacer y cómo hacerlo. ¡Qué lejos está de esa pobre Maggi, apresada en el “Vellocino de oro”! ¡Ay si nuestra salida hubiera dependido de ella!.

Mohamed Amine El GHORFI me sugirió una tregua en mi obsesión de terminar la restauración de mi domicilio en Marrakech.

-No comprendiste bien el mensaje que intenté transmitirte en El Aaiún, mi querido Yves. Es cierto que has disminuido la velocidad de crucero con la que aterrizaste, pero aún continúas acelerado… Te encontré la casa y los artesanos, déjame organizarlo, vete, porfa.

Tenía razón Mohamed; no les dejo trabajar. Tengo demasiadas prisas y lo único que consigo es retrasar. Quiero una réplica reducida del palacete de Ahmed y Morocco Support Advisor ha captado muy bien mi deseo; obviamente, no necesito controlar. Mohamed siempre sonríe con la amistad de que hace gala.

-Esto necesita tiempo, querido amigo y nosotros somos fabricantes de sueños, no somos canguros. Vete tan lejos que no sintamos tus premuras…

Es muy fácil decirlo. No se me ocurría a dónde ir. Pasó un tiempo hasta que me vino la idea de venirme a Reinosa. En las partidas contables de los Sevilla existen unos pedidos importantes de Diego Hurtado de Mendoza y Figueroa, el hermano de don Pedro, el cardenal, que corresponden a las fechas en que su señorío de Campóo fue distinguido con el marquesado, julio de 1475. Explicable por los hechos que relatan las memorias. Sin embargo ya no resulta tan fácil comprender que unos Sevilla, supuestamente inexistentes, hicieran envíos desde Reinosa, al menos hasta la primera decena del siglo XVI.

Es un hecho curioso, puesto que la ciudad, fundada por Enrique IV, en 1465 estaba escasamente poblada. Sin embargo, se trata de un excelente emplazamiento en el centro de la merindad de Campóo; nudo de comunicaciones entre la meseta castellana y el mar Cantábrico y espacio de encuentro ¿desencuentro? entre las tierras del marqués de Santillana, Campóo, Argüeso y duque del Infantado, por una parte y las de los marqueses de Aguilar de Campóo y de Castañeda; de los Manrique y de los Bustamante. Me han llamado la atención las partidas registradas a nombre de Rebolledo, familia, para algunos, marrana, de la que se encuentran pistas en Nestares hasta que se instala en Reinosa en el siglo XV. Eran ya lo suficientemente ricos para tener casa digna para alojar a Carlos I, en su primer viaje a España y para ser unos de los promotores del convento de San Francisco.

Mi viaje no ha servido para aclarar gran cosa; tampoco lo esperaba. Dejemos los misterios de los Sevilla, que ellos mismos se han cuidado tanto en disimular. No me arrepiento del viaje, porque estoy excelentemente alojada en la Posada Villa Rosa, asentada en una de esas casas señoriales de principios del siglo XX, construidas por familias adineradas en los entornos de la estación de tren, en estilo inglés, para pasar los veranos al abrigo del calor de Madrid, cuidar su salud y poder acceder, de vez en cuando, a Santander, puesto que la familia real y una parte de la corte, se trasladaba al palacio de la Magdalena.

Hay muchas razones para esta elección; una de ellas es la niebla que se levanta por las tardes, que proviene del cantábrico y está impregnada de yodo. Con posterioridad, el doctor López Ibor fue uno de los grandes defensores de las bondades de este fenómeno; supuestamente, los tesoros marinos llegan filtrados por el oxígeno de las altas cumbres de Brañavieja.

Una de las últimas, el Pico Tresmares, es la cuna del Nansa y del Híjar. El primero desemboca en el Cantábrico y ambos son afluentes, respectivamente del Pisuerga, que a su vez se une al Duero y del Ebro. He aquí un pico que une a una gran parte de territorios de la península Ibérica y sobre todo, a las costas de la misma.

Mi estancia en la Posada Villa Rosa ha sido mi fuente de información. En efecto, su dueño, Agustín es un hombre inteligente que sabe recibir. Adquirió una de esas casonas aludidas y se lanzó a crear, en los huéspedes “la agradable sensación de volver a un lugar donde nunca habías estado”. No se ha equivocado, no. Desde mi entrada me he sentido aliviado por la ausencia de rigor. Un inglés no hubiera pintado su casa de rosa y tampoco hubiera sabido mezclar con tanto encanto una silla isabelina, un secreter victoriano y un espejo Luis XV. Lo mejor, ha recuperado la identidad del lugar con una galería cántabra.

Este hombre me recuerda la hospitalidad de Ahmed. ¡Cuánto echo en falta al último! Me tranquilizo, porque sé que está protegido por la límpida sabiduría del desierto… Agustín es lo suficientemente sensible para captar mi profunda tristeza y me indica que tiene un Spa a disposición de los clientes, con privacidad garantizada. Opto por retirarme a mi habitación.

Nunca había sufrido de una depresión tan profunda. No es que me arrepienta de mi viaje al Sahara, por muy rocambolesca que haya resultado la preparación del mismo; pero, para mí, ha supuesto una revelación para la que no estaba preparado. Había sido cuidadosamente mediatizado en mi formación y en mi trabajo, de manera que me contentaba con lo que había, con mis críticas, claro, pero, en la certeza de que no podía ir más allá…

La historia de los Sevilla, con todas las ocultaciones y manipulaciones, me ha mostrado que lo que consideramos que es, no es sino el resultado de intrigas y de crímenes que justificamos, en puro maquiavelismo, como “razones de Estado”. No estaríamos donde estamos si se hubiera aplicado realmente el Código de las Siete Partidas; el más avanzado en el mundo occidental de la época o si Etienne Marcel y su proyecto no hubieran sido impunemente aniquilados. La historia de occidente dista mucho de haber sido ejemplar y esto es lo que hay y lo que se impone.

Los Lakkhoua y los antepasados de apellido desconocido pasaron su existencia en una constante huída de los extremismos, el de los almorávides en el caso, pero eso no ha impedido que ahora, Azawad se encuentre en manos de sanguinarios extremistas, provenientes de Argelia, de Afganistán o de cualquier territorio de donde han sido expulsados. Lo que ocurre en ese territorio, más grande que Francia es que lo que hay es una ausencia del Estado al que se ha sometido a unas poblaciones. No queremos verlo y nos hemos negado a escuchar las justas reivindicaciones de unas poblaciones que, hasta ahora habían sido capaces de organizar, con mucho esfuerzo y privaciones, su vida.

He sido excluido del Quai por la lucidez que he adquirido y porque mi testimonio y sobre todo, el ejemplo que representa una liberación por esas mismas poblaciones a las que ahora vamos a castigar con la guerra, son muy dañinos para las políticas de la “civilización”.

Me he abrigado bien para salir; hace mucho frío. Mi castellano hace sonreír, pese a que saqué buenas notas cuando lo estudiaba en bachillerato, no puedo evitar el mezclar el nuevo con el antiguo de los marranos, que fue mi lengua materna. He degustado las mollejas que preparan Jose y Raquel en el bar Ibiza y el pulpo de Francisco y Ana, en el Wila. Son delicias y sobre todo, me encuentro acogido, como en Villa Rosa. He conocido a Carmina Boyer, una excelente fotógrafa, ya jubilada, que, junto a su marido, habitan y conservan la casa de los Mioño; una sólida construcción del siglo XVI, que forma parte de la plaza de España, centrada en el Ayuntamiento, alojado en los torreones de Navamuel y Manrique, del siglo XV y Navamuel y Calderón, del siglo XVI.

Hay mucho que ver en Reinosa; a parte de los monumentos ya mencionados, desde la terraza del bar Ibiza se puede ver la Casa de las Princesas o de las Infantas, del siglo XV, donde algunas fuentes señalan que se realizó el encuentro y el enlace del Infante don Juan, hijo de los Reyes Católicos con doña Margarita de Austria, hermana de Felipe el Hermoso. El edificio está muy deteriorado y el Ayuntamiento ha anunciado su intención de restaurarlo.

Curiosamente, la fogosidad sexual de Felipe el Hermoso y de su hermana Margarita ha sido objeto de algunos comentarios jocosos; la del primero, por arrastrar a la locura a doña Juana, apodada la loca y la de la segunda por desgastar, hasta la muerte al que estaba destinada a suceder a Isabel y Fernando. Me lo ha contado Ana Mary, una chica yeyé y tanto, porque pese a su edad, ya inconfesable, se viste con un cierto atrevimiento y se cuelga del cuello todo lo que le viene en gana. Un personaje que todos quisiéramos ser cuando seamos mayores. Estaba sentada, en la terraza del Ibiza, con sus amigos Cuca y Julio, todos ellos de la edad dorada. Yo estaba en la mesa de al lado, disfrutábamos de un otoño benigno. Miraba, con pena, el edificio de las Princesas cuando me despertó su voz que me narraba la triste historia de los amores que iniciaran en el edificio.

Después se me sometió a un interrogatorio digno de la Gestapo, sin respetar los turnos de mis preguntas. Se me informó de que tenía que continuar la calle Mayor, para contemplar el teatro Principal y la fuente de la Aurora, de que Vejo tiene un menú baratísimo, de que no puedo dejar de degustar las pantortillas y los hojaldres de invierno o de contemplar el Ebro bajo el puente de Carlos III y de visitar la Casona. Reconozco que todos ellos eran consejos dignos de escucha que he seguido al pie de la letra, pero me sentía atosigado. Claro que lo he visitado todo; además añadí Julióbrega, la colegiata de San Pedro de Cerbatos, Fontibre, Brañavieja y el pantano del Ebro, hasta Corconte y obviamente visité el castillo de Argüeso, la torre de los Bustamante y las joyas del románico que se encuentran en los entornos de Reinosa.

Mis guías o confesores, no sé muy bien cómo llamarles, estaban a plena marcha, hasta que Julio miró el reloj y anunció que tenía que marcharse; Ana Mary se apresuró a responder:

-Nosotras, las solteras o viudas, no tenemos prisa o quien nos la meta.

Por una vez había acuerdo en el grupo, compartiendo una carcajada.

Yo tenía previsto degustar un plato delicioso en la brasearía La Cabaña: alubias con jabalí, cocinadas en salsa de caza. Hay cocina de chef en Reinosa. Estaba delicioso y aunque me resistí, completé el plato con crepes, muy ligeras, rellenas de cacao y una copa de orujo de Potes. No lo hice por desobedecer a Ana Mary; había descubierto, antes de mi encuentro con ella, el plato anunciado a la puerta de la brasearía, mientras visitaba lo que queda del mercado de abastos. No me arrepiento de mi desobediencia, puesto que no dejé de degustar las ofertas de Vejo y de otros restaurantes, como el asador El Molino. Se come muy bien en Reinosa.

Así han pasado los días, degustando, visitando y conversando. Hoy se acaba mi estancia. Ignoro si lo de las nieblas yodadas es cierto o no, pero yo me siento mucho más relajado que cuando llegué y tengo la intención de volver.

El Principado de la Fortuna/Capítulo XVII

Reinosa, 22 de noviembre de 2012
Carlos Ortiz de Zárate
miércoles, 7 de agosto de 2013, 07:52 h (CET)
El Principado de la Fortuna/Capítulo XVI

Campurrianas

Tengo la picha hecha un lío. Mis vivencias de los últimos meses me parecen un sueño lejano, ya no una pesadilla. No llegué a temer por mi integridad física en los largos días de asedio; confiaba en Ahmed y en esos hombres, mujeres y hasta niños que se jugaban la vida para asegurar nuestra integridad física y mental. Quizá, lo más duro para mí era soportar la diferencia, la que sentía yo mismo, aunque ellos se esforzaban para disiparla.

No soy un tuareg, no. Por mucho que me esfuerce, no he sido esculpido por esa realidad límpida y cruel del Sahara. En vano traté de compartirla; solamente podía ofrecer gestos y desde luego, mucho agradecimiento. Nunca me he sentido tan arropado y hasta comprendido.

Lo que me torturaba venía de mí y ya no solamente por haber formado parte de un Quai del que reniegan mis entrañas, también por hacer posible, como simple ciudadano, con mi voto y mi abstención, un sistema que genera lo que hay.

No es que antes no fuera consciente; lo era, pero me decía que nada podía hacer para cambiarlo. Ahora tampoco, claro. La única diferencia es que ya no puedo combatir la nausea; no solamente ante el regreso a mi puesto, sino también ante París.

Admiro, sin embargo, más que nunca, a Sophie. Seguro que se siente tan desgarrada como yo; pero tiene que seguir en la brecha, porque Ahmed la necesita. Claro que no le hemos dejado otras opciones. Yo tengo mi vida resuelta y ella depende de una nómina, como la mayoría de los mortales. He tenido que ser muy cruel. Cualquier contacto que pudiéramos tener sería perjudicial y solamente tiene noticias mías por conversaciones privadas con Ahmed o con Aisha.

Siento en mis propias carnes la sangría que se avecina en Azawad. Francia ha logrado, el 12 de octubre, la adopción de la resolución 2071 por el Consejo de Seguridad de la ONU. Ya está bendecida la intervención militar en Azawad. También, el pasado 19, se ha dado luz verde a la Operación Europea de Formación del Ejército de Mali. Los ministros de Defensa y de Asuntos Exteriores han aprobado el principio, el concepto se debatirá el próximo diciembre.

Todo indica que Francia y Mali van a precipitar la guerra, pese a las reticencias de Argelia y de USA. Seguiremos haciendo burradas. ¿Cómo puede esperar la UE que un Estado inexistente, como bien indicó Bigot, pueda rehacer su ejército con la premura que requiere la situación? Es iluso o cínico. Probablemente ambos. En mi experiencia en el Quai he podido comprobar la tendencia a recurrir a acciones de este perfil, como ha sido el caso de la operación de nuestro rescate encomendada a Maggi. Se sacrifica a poblaciones y se hace gala de frivolidad. Todos conocemos el problema de Azawad y el de tantos otros territorios, especialmente en África. La ONU y Francia, que lo han creado, tienen argumentos para continuar la felonía y para sacrificar a poblaciones cuyo único pecado es haberlas incluido en Estados impuestos por otros intereses.

He recuperado mi apellido Pisdoé y aún me cuesta firmar como Yves Pisdoé, espero acostumbrarme algún día. He logrado acercarme mucho más de lo que hubiera podido esperar, a mi padre biológico, David. Una pena que hayamos perdido tanto tiempo, porque es alguien que vale la pena. El papel que jugó en nuestra liberación es una prueba manifiesta de su valía.

Conoce el desierto y comprende a las poblaciones del mismo. Sabía lo que había que hacer y cómo hacerlo. ¡Qué lejos está de esa pobre Maggi, apresada en el “Vellocino de oro”! ¡Ay si nuestra salida hubiera dependido de ella!.

Mohamed Amine El GHORFI me sugirió una tregua en mi obsesión de terminar la restauración de mi domicilio en Marrakech.

-No comprendiste bien el mensaje que intenté transmitirte en El Aaiún, mi querido Yves. Es cierto que has disminuido la velocidad de crucero con la que aterrizaste, pero aún continúas acelerado… Te encontré la casa y los artesanos, déjame organizarlo, vete, porfa.

Tenía razón Mohamed; no les dejo trabajar. Tengo demasiadas prisas y lo único que consigo es retrasar. Quiero una réplica reducida del palacete de Ahmed y Morocco Support Advisor ha captado muy bien mi deseo; obviamente, no necesito controlar. Mohamed siempre sonríe con la amistad de que hace gala.

-Esto necesita tiempo, querido amigo y nosotros somos fabricantes de sueños, no somos canguros. Vete tan lejos que no sintamos tus premuras…

Es muy fácil decirlo. No se me ocurría a dónde ir. Pasó un tiempo hasta que me vino la idea de venirme a Reinosa. En las partidas contables de los Sevilla existen unos pedidos importantes de Diego Hurtado de Mendoza y Figueroa, el hermano de don Pedro, el cardenal, que corresponden a las fechas en que su señorío de Campóo fue distinguido con el marquesado, julio de 1475. Explicable por los hechos que relatan las memorias. Sin embargo ya no resulta tan fácil comprender que unos Sevilla, supuestamente inexistentes, hicieran envíos desde Reinosa, al menos hasta la primera decena del siglo XVI.

Es un hecho curioso, puesto que la ciudad, fundada por Enrique IV, en 1465 estaba escasamente poblada. Sin embargo, se trata de un excelente emplazamiento en el centro de la merindad de Campóo; nudo de comunicaciones entre la meseta castellana y el mar Cantábrico y espacio de encuentro ¿desencuentro? entre las tierras del marqués de Santillana, Campóo, Argüeso y duque del Infantado, por una parte y las de los marqueses de Aguilar de Campóo y de Castañeda; de los Manrique y de los Bustamante. Me han llamado la atención las partidas registradas a nombre de Rebolledo, familia, para algunos, marrana, de la que se encuentran pistas en Nestares hasta que se instala en Reinosa en el siglo XV. Eran ya lo suficientemente ricos para tener casa digna para alojar a Carlos I, en su primer viaje a España y para ser unos de los promotores del convento de San Francisco.

Mi viaje no ha servido para aclarar gran cosa; tampoco lo esperaba. Dejemos los misterios de los Sevilla, que ellos mismos se han cuidado tanto en disimular. No me arrepiento del viaje, porque estoy excelentemente alojada en la Posada Villa Rosa, asentada en una de esas casas señoriales de principios del siglo XX, construidas por familias adineradas en los entornos de la estación de tren, en estilo inglés, para pasar los veranos al abrigo del calor de Madrid, cuidar su salud y poder acceder, de vez en cuando, a Santander, puesto que la familia real y una parte de la corte, se trasladaba al palacio de la Magdalena.

Hay muchas razones para esta elección; una de ellas es la niebla que se levanta por las tardes, que proviene del cantábrico y está impregnada de yodo. Con posterioridad, el doctor López Ibor fue uno de los grandes defensores de las bondades de este fenómeno; supuestamente, los tesoros marinos llegan filtrados por el oxígeno de las altas cumbres de Brañavieja.

Una de las últimas, el Pico Tresmares, es la cuna del Nansa y del Híjar. El primero desemboca en el Cantábrico y ambos son afluentes, respectivamente del Pisuerga, que a su vez se une al Duero y del Ebro. He aquí un pico que une a una gran parte de territorios de la península Ibérica y sobre todo, a las costas de la misma.

Mi estancia en la Posada Villa Rosa ha sido mi fuente de información. En efecto, su dueño, Agustín es un hombre inteligente que sabe recibir. Adquirió una de esas casonas aludidas y se lanzó a crear, en los huéspedes “la agradable sensación de volver a un lugar donde nunca habías estado”. No se ha equivocado, no. Desde mi entrada me he sentido aliviado por la ausencia de rigor. Un inglés no hubiera pintado su casa de rosa y tampoco hubiera sabido mezclar con tanto encanto una silla isabelina, un secreter victoriano y un espejo Luis XV. Lo mejor, ha recuperado la identidad del lugar con una galería cántabra.

Este hombre me recuerda la hospitalidad de Ahmed. ¡Cuánto echo en falta al último! Me tranquilizo, porque sé que está protegido por la límpida sabiduría del desierto… Agustín es lo suficientemente sensible para captar mi profunda tristeza y me indica que tiene un Spa a disposición de los clientes, con privacidad garantizada. Opto por retirarme a mi habitación.

Nunca había sufrido de una depresión tan profunda. No es que me arrepienta de mi viaje al Sahara, por muy rocambolesca que haya resultado la preparación del mismo; pero, para mí, ha supuesto una revelación para la que no estaba preparado. Había sido cuidadosamente mediatizado en mi formación y en mi trabajo, de manera que me contentaba con lo que había, con mis críticas, claro, pero, en la certeza de que no podía ir más allá…

La historia de los Sevilla, con todas las ocultaciones y manipulaciones, me ha mostrado que lo que consideramos que es, no es sino el resultado de intrigas y de crímenes que justificamos, en puro maquiavelismo, como “razones de Estado”. No estaríamos donde estamos si se hubiera aplicado realmente el Código de las Siete Partidas; el más avanzado en el mundo occidental de la época o si Etienne Marcel y su proyecto no hubieran sido impunemente aniquilados. La historia de occidente dista mucho de haber sido ejemplar y esto es lo que hay y lo que se impone.

Los Lakkhoua y los antepasados de apellido desconocido pasaron su existencia en una constante huída de los extremismos, el de los almorávides en el caso, pero eso no ha impedido que ahora, Azawad se encuentre en manos de sanguinarios extremistas, provenientes de Argelia, de Afganistán o de cualquier territorio de donde han sido expulsados. Lo que ocurre en ese territorio, más grande que Francia es que lo que hay es una ausencia del Estado al que se ha sometido a unas poblaciones. No queremos verlo y nos hemos negado a escuchar las justas reivindicaciones de unas poblaciones que, hasta ahora habían sido capaces de organizar, con mucho esfuerzo y privaciones, su vida.

He sido excluido del Quai por la lucidez que he adquirido y porque mi testimonio y sobre todo, el ejemplo que representa una liberación por esas mismas poblaciones a las que ahora vamos a castigar con la guerra, son muy dañinos para las políticas de la “civilización”.

Me he abrigado bien para salir; hace mucho frío. Mi castellano hace sonreír, pese a que saqué buenas notas cuando lo estudiaba en bachillerato, no puedo evitar el mezclar el nuevo con el antiguo de los marranos, que fue mi lengua materna. He degustado las mollejas que preparan Jose y Raquel en el bar Ibiza y el pulpo de Francisco y Ana, en el Wila. Son delicias y sobre todo, me encuentro acogido, como en Villa Rosa. He conocido a Carmina Boyer, una excelente fotógrafa, ya jubilada, que, junto a su marido, habitan y conservan la casa de los Mioño; una sólida construcción del siglo XVI, que forma parte de la plaza de España, centrada en el Ayuntamiento, alojado en los torreones de Navamuel y Manrique, del siglo XV y Navamuel y Calderón, del siglo XVI.

Hay mucho que ver en Reinosa; a parte de los monumentos ya mencionados, desde la terraza del bar Ibiza se puede ver la Casa de las Princesas o de las Infantas, del siglo XV, donde algunas fuentes señalan que se realizó el encuentro y el enlace del Infante don Juan, hijo de los Reyes Católicos con doña Margarita de Austria, hermana de Felipe el Hermoso. El edificio está muy deteriorado y el Ayuntamiento ha anunciado su intención de restaurarlo.

Curiosamente, la fogosidad sexual de Felipe el Hermoso y de su hermana Margarita ha sido objeto de algunos comentarios jocosos; la del primero, por arrastrar a la locura a doña Juana, apodada la loca y la de la segunda por desgastar, hasta la muerte al que estaba destinada a suceder a Isabel y Fernando. Me lo ha contado Ana Mary, una chica yeyé y tanto, porque pese a su edad, ya inconfesable, se viste con un cierto atrevimiento y se cuelga del cuello todo lo que le viene en gana. Un personaje que todos quisiéramos ser cuando seamos mayores. Estaba sentada, en la terraza del Ibiza, con sus amigos Cuca y Julio, todos ellos de la edad dorada. Yo estaba en la mesa de al lado, disfrutábamos de un otoño benigno. Miraba, con pena, el edificio de las Princesas cuando me despertó su voz que me narraba la triste historia de los amores que iniciaran en el edificio.

Después se me sometió a un interrogatorio digno de la Gestapo, sin respetar los turnos de mis preguntas. Se me informó de que tenía que continuar la calle Mayor, para contemplar el teatro Principal y la fuente de la Aurora, de que Vejo tiene un menú baratísimo, de que no puedo dejar de degustar las pantortillas y los hojaldres de invierno o de contemplar el Ebro bajo el puente de Carlos III y de visitar la Casona. Reconozco que todos ellos eran consejos dignos de escucha que he seguido al pie de la letra, pero me sentía atosigado. Claro que lo he visitado todo; además añadí Julióbrega, la colegiata de San Pedro de Cerbatos, Fontibre, Brañavieja y el pantano del Ebro, hasta Corconte y obviamente visité el castillo de Argüeso, la torre de los Bustamante y las joyas del románico que se encuentran en los entornos de Reinosa.

Mis guías o confesores, no sé muy bien cómo llamarles, estaban a plena marcha, hasta que Julio miró el reloj y anunció que tenía que marcharse; Ana Mary se apresuró a responder:

-Nosotras, las solteras o viudas, no tenemos prisa o quien nos la meta.

Por una vez había acuerdo en el grupo, compartiendo una carcajada.

Yo tenía previsto degustar un plato delicioso en la brasearía La Cabaña: alubias con jabalí, cocinadas en salsa de caza. Hay cocina de chef en Reinosa. Estaba delicioso y aunque me resistí, completé el plato con crepes, muy ligeras, rellenas de cacao y una copa de orujo de Potes. No lo hice por desobedecer a Ana Mary; había descubierto, antes de mi encuentro con ella, el plato anunciado a la puerta de la brasearía, mientras visitaba lo que queda del mercado de abastos. No me arrepiento de mi desobediencia, puesto que no dejé de degustar las ofertas de Vejo y de otros restaurantes, como el asador El Molino. Se come muy bien en Reinosa.

Así han pasado los días, degustando, visitando y conversando. Hoy se acaba mi estancia. Ignoro si lo de las nieblas yodadas es cierto o no, pero yo me siento mucho más relajado que cuando llegué y tengo la intención de volver.

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