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Los zurdos

Francisco Arias
Redacción
domingo, 13 de agosto de 2006, 21:37 h (CET)
“Y siento que por tu mano
el verso que fue enemigo
de otro verso ya es hermano.”


Rafael Alberti

No hace más de cincuenta años que la ciencia se interesa por la problemática especial de los zurdos. Antes se les hacía trabajar con la derecha. Sin embargo, poco a poco ha empezado a afirmarse que esta “oposición a la fisiología” podía ser origen de alteraciones, de forma que la norma actual es no contrariar a los zurdos.

En un estudio de la lateralización aboca ipso facto al problema del predominio: el zurdo es el que trabaja con su cerebro derecho. En los diestros, por el contrario, se puede hablar de predominio hemisférico izquierdo. No obstante, parece que el hemisferio derecho de los zurdos presenta un predominio menos lateralizado.

La lateralización no se manifiesta hasta después del décimo mes, pero parece que está relacionada con un predominio de origen genético. Por supuesto, es necesario distinguir la zurdería natural, plenamente normal, de la zurdería falsa o patológica, que se relaciona con lesiones cerebrales pre o postnatales y que obliga al paciente a servirse de su mejor mano.

También hay una falsa zurdería psicológica que se entronca con una frustración de carácter diestro; los padres temerosos de que el niño sea zurdo, lo convierten en zurdo.

El término ambidextro ha caído en desuso, pues implica “doble diestro” lo que carece de sentido y cada vez se utiliza más el de equimano.

Se estima que de cada 100 personas adultas hay 71 casos de predominio manual derecho, 24 casos de predominio manual mixto y 5 casos de predominio manual izquierdo.

A la zurdería, y más particularmente a la zurdería contrariada, se le ha imputado toda una serie de alteraciones, dislexia, tartamudez, etc. Sin embargo, los últimos estudios han puesto de manifiesto que la inteligencia de los zurdos puede ser a la vez más sintética, rigurosa, sutil y original que la de los diestros, con un impulso vital a veces remarcable.

Respecto a su habilidad manual, los exámenes psicotécnicos sitúan a los zurdos en la zona media de los resultados y no puede decirse que tengan un comportamiento anómalo o que sean torpes.

La zurdería es un estado natural y no debe considerarse como de naturaleza patológica. Indudablemente, la contrariación, sobre todo en la escritura, puede ser causa de perturbaciones, pero estadísticamente estas son muchas menos importantes de lo que se ha dicho o supuesto. No obstante, cuando el niño es verdaderamente zurdo y se muestra reticente a convertirse en diestro, conviene dejarlo que escriba con la mano izquierda.

No existen profesiones contraindicadas para los zurdos; ante todo, porque se pueden modificar las herramientas y las posiciones para hacerlas fácilmente utilizables o accesibles a los zurdos; de lo contrario, el zurdo puede aprender perfectamente el esquema gestual necesario para hacer el movimiento correcto.

En conjunto la incapacidad será un riesgo mayor para los diestros que para los zurdos, ya que aquellos, no aprenderán a utilizar la mano izquierda; por el contra, la mayoría de los zurdos se convierten en equimanos, lo que es una gran ventaja en ciertas profesiones. Y es que, como dijo el poeta: “Lo que digan o no digan / de mí, lo mismo me da: / que ni me da ni me quita”.

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Lo que voy a decir no se apoya -no lo pretende, además lo rechaza- en ningún argumento científico. Rechazo en general lo científico porque proviene, tal caudal de conocimiento, de la mente humana matemática, fajada y limitada, sobre todo no mente libre sino observante desde muchos filtros atascados de prejuicios.

No es ninguna novedad que vivimos en un tiempo donde el pulso de la coexistencia social parece haberse acelerado en una deriva incomprensible, enfrentándonos con la paradoja de una humanidad cada vez más próxima, sin que ello se traduzca necesariamente en la cercanía o comprensión mutua.

El filólogo humanista Noam Chomsky decía que “si no se está de acuerdo con una cuestión, el hecho de formular y escuchar críticas, forma parte de la convivencia, y así se espera que sea”. De este modo, Chomsky argumenta el derecho y obligación a ejercer la crítica como proceso para la construcción de la convivencia.

 
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