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Ni le proporciona financiación, ni aparece a su lado. Lo que otrora fue lluvia de gestos con Camps, ha devenido en abandono a Fabra

Rajoy abandona a su suerte a Alberto Fabra

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El presidente nacional del Partido Popular, Mariano Rajoy, llegó a perder buena parte de su dignidad política a lo largo de 2010 y 2011, al jurar amor eterno al entonces presidente de la Generalitat y del Partido Popular en la Comunidad Valenciana, Francisco Camps, a quien brindó todo el apoyo del mundo cuando el gürteliano asunto de los trajes saltó a las portadas de los principales medios de comunicación. El gallego, que debía la presidencia nacional del partido al apoyo que en 2008 le ofreció Camps en el Congreso celebrado en Valencia, optó por ponerse “al lado, delante y detrás” del entonces president. Lo que fuera menester. Con el mismo entusiasmo con el que un buen día gritó lo de “viva el vino”, otro proclamó a los cuatro vientos aquello de “creo en ti, Paco”. Amor del bueno, pura pasión programada en actos cara al sol, en la Plaza de toros de Valencia o en el Puerto de Alicante. Si Camps quería “un huevo” a su “amiguito del alma”, ahora rebautizado como ‘El barbas’, por aquel entonces no era menor el amor que Mariano profesaba al señor de los trajes.

Pero como cantaba la más grande, un buen día a Rajoy y a Camps se les rompió el amor de tanto usarlo. Una mañana gris, al abrazarse, sintieron un crujido frío y seco. Fue entonces cuando se dieron cuenta de que jamás una flor duró dos primaveras.

Era el 20 de julio de 2011, justo el día que Mariano Rajoy decidió cobrarse la cabeza de un Camps esperpéntico y fuera de sí. Acto seguido ungió con su dedo índice de la mano derecha al entonces alcalde de Castellón, Alberto Fabra, quien en cuestión de horas se convirtió en presidente regional del partido y presidente de la Generalitat Valenciana. Dos veces presidente y dos veces abandonado a su suerte.

Han pasado casi dos años y sigue sorprendiendo el abandono político al que Alberto Fabra está siendo sometido desde el Palacio de la Moncloa y desde el número 13 de la madrileña calle de Génova. El presidente del Gobierno sabe perfectamente que, tras la gestión de Camps, la Generalitat Valenciana está en bancarrota. Pero no parece importarle lo más mínimo. El president Fabra, que no puede pagar lo que debe a los farmacéuticos, dependientes o partidos políticos, no sabe qué hacer para seguir tapando agujeros. La Comunidad está al borde del colapso y Montoro se niega a mejorar el sistema de financiación autonómica. Gestionar así el día a día resulta prácticamente imposible. No hay dinero ni para la Sanidad, ni para el mantenimiento de los colegios, a pesar de que ya se han dado dos casos de derrumbe del techo en plena clase, estando los niños dentro del aula.

El president de la Generalitat está desbordado y Rajoy sigue sin tener gesto alguno con él. Ni le proporciona financiación, ni aparece a su lado. Lo que otrora fue lluvia de gestos con Camps, ha devenido en abandono a Alberto Fabra.

Un abandono con consecuencias orgánicas importantes en la Comunidad Valenciana, donde el president de la Generalitat sigue teniendo dificultades para hacerse con las riendas del partido. En Las Cortes Valencianas tiene que mantener a diez diputados populares imputados en casos de corrupción, que se niegan a dimitir. Lo mismo ocurre con Sonia Castedo, la alcaldesa de Alicante. Por si no era suficiente, el nuevo alcalde de Castellón, Alfonso Bataller, amigo personal del propio Alberto Fabra, también acaba de ser imputado en el caso Gürtel.

Además, el presidente de la Diputación de Valencia y del Partido Popular en esa provincia, Alfonso Rus, y la alcaldesa de la capital, Rita Barberá, se encargan constantemente de marcar distancias con la gestión de Alberto Fabra. Y también de segarle la hierba. Una actividad a la que pareció sumarse en el día de ayer el expresidente provincial del PP en Castellón y de la Diputación de aquella provincia, Carlos Fabra, al sugerir que si el aeropuerto todavía no está operativo, quizá sea por culpa de la propia Generalitat. Parece claro que el más veterano de los Fabra sangra por la herida. Impulsor en su día de la carrera política del hoy presidente de la Generalitat, no puede digerir que éste le obligara a abandonar la presidencia de Aerocas, la empresa pública que gestiona el archiconocido aeropuerto peatonal y sin aviones de Castellón.

Rajoy abandona a su suerte a Alberto Fabra

Ni le proporciona financiación, ni aparece a su lado. Lo que otrora fue lluvia de gestos con Camps, ha devenido en abandono a Fabra
Rafa García
viernes, 10 de mayo de 2013, 08:41 h (CET)
El presidente nacional del Partido Popular, Mariano Rajoy, llegó a perder buena parte de su dignidad política a lo largo de 2010 y 2011, al jurar amor eterno al entonces presidente de la Generalitat y del Partido Popular en la Comunidad Valenciana, Francisco Camps, a quien brindó todo el apoyo del mundo cuando el gürteliano asunto de los trajes saltó a las portadas de los principales medios de comunicación. El gallego, que debía la presidencia nacional del partido al apoyo que en 2008 le ofreció Camps en el Congreso celebrado en Valencia, optó por ponerse “al lado, delante y detrás” del entonces president. Lo que fuera menester. Con el mismo entusiasmo con el que un buen día gritó lo de “viva el vino”, otro proclamó a los cuatro vientos aquello de “creo en ti, Paco”. Amor del bueno, pura pasión programada en actos cara al sol, en la Plaza de toros de Valencia o en el Puerto de Alicante. Si Camps quería “un huevo” a su “amiguito del alma”, ahora rebautizado como ‘El barbas’, por aquel entonces no era menor el amor que Mariano profesaba al señor de los trajes.

Pero como cantaba la más grande, un buen día a Rajoy y a Camps se les rompió el amor de tanto usarlo. Una mañana gris, al abrazarse, sintieron un crujido frío y seco. Fue entonces cuando se dieron cuenta de que jamás una flor duró dos primaveras.

Era el 20 de julio de 2011, justo el día que Mariano Rajoy decidió cobrarse la cabeza de un Camps esperpéntico y fuera de sí. Acto seguido ungió con su dedo índice de la mano derecha al entonces alcalde de Castellón, Alberto Fabra, quien en cuestión de horas se convirtió en presidente regional del partido y presidente de la Generalitat Valenciana. Dos veces presidente y dos veces abandonado a su suerte.

Han pasado casi dos años y sigue sorprendiendo el abandono político al que Alberto Fabra está siendo sometido desde el Palacio de la Moncloa y desde el número 13 de la madrileña calle de Génova. El presidente del Gobierno sabe perfectamente que, tras la gestión de Camps, la Generalitat Valenciana está en bancarrota. Pero no parece importarle lo más mínimo. El president Fabra, que no puede pagar lo que debe a los farmacéuticos, dependientes o partidos políticos, no sabe qué hacer para seguir tapando agujeros. La Comunidad está al borde del colapso y Montoro se niega a mejorar el sistema de financiación autonómica. Gestionar así el día a día resulta prácticamente imposible. No hay dinero ni para la Sanidad, ni para el mantenimiento de los colegios, a pesar de que ya se han dado dos casos de derrumbe del techo en plena clase, estando los niños dentro del aula.

El president de la Generalitat está desbordado y Rajoy sigue sin tener gesto alguno con él. Ni le proporciona financiación, ni aparece a su lado. Lo que otrora fue lluvia de gestos con Camps, ha devenido en abandono a Alberto Fabra.

Un abandono con consecuencias orgánicas importantes en la Comunidad Valenciana, donde el president de la Generalitat sigue teniendo dificultades para hacerse con las riendas del partido. En Las Cortes Valencianas tiene que mantener a diez diputados populares imputados en casos de corrupción, que se niegan a dimitir. Lo mismo ocurre con Sonia Castedo, la alcaldesa de Alicante. Por si no era suficiente, el nuevo alcalde de Castellón, Alfonso Bataller, amigo personal del propio Alberto Fabra, también acaba de ser imputado en el caso Gürtel.

Además, el presidente de la Diputación de Valencia y del Partido Popular en esa provincia, Alfonso Rus, y la alcaldesa de la capital, Rita Barberá, se encargan constantemente de marcar distancias con la gestión de Alberto Fabra. Y también de segarle la hierba. Una actividad a la que pareció sumarse en el día de ayer el expresidente provincial del PP en Castellón y de la Diputación de aquella provincia, Carlos Fabra, al sugerir que si el aeropuerto todavía no está operativo, quizá sea por culpa de la propia Generalitat. Parece claro que el más veterano de los Fabra sangra por la herida. Impulsor en su día de la carrera política del hoy presidente de la Generalitat, no puede digerir que éste le obligara a abandonar la presidencia de Aerocas, la empresa pública que gestiona el archiconocido aeropuerto peatonal y sin aviones de Castellón.

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