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La derrota de Henrique Capriles en Venezuela es solo el anticipo de la derrota del candidato de Zucolillo y sus satélites en Paraguay

La derrota del candidato de Zucolillo y sus satélites

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La reciente victoria de Nicolás Maduro en Venezuela no sólo representa la continuidad del proyecto chavista, y su consecuente proyección a los gobiernos a los que se encuentra aliado, como los de Ecuador, Bolivia, Nicaragua, Cuba y Argentina, entre otros. También es una dura derrota para la prensa hegemónica paraguaya, sobre todo para ABC color y su propietario Aldo Zucolillo, dinosaurio sobreviviente de la guerra fría cuyo reinado sobre los medios paraguayos va llegando a su fin.

Pero este enemigo recalcitrante del Mercosur, que logró construir el aislamiento del Paraguay en la UNASUR aunque hoy nadie quiera seguir sus antiguos libretos de abandonar los proyectos de integración regional, tiene muchas otras historias. Hagamos memoria.

Sociedad con represores argentinos
Sus sociedades con fascistas, dictadores y represores de toda laya no son ninguna novedad. El fallecido almirante Massera, represor asociado al proceso de Videla y el dueño de ABC Color de Asunción, Aldo Zucolillo, habían sido socios comerciales en la telefonía móvil Personal.

Así afirmaba el fallecido investigador Aníbal Miranda –de quien muchos presumen fue asesinado- en su recordado libro “Partido Colorado: la mayor organización mafiosa”. Según las revelaciones de Miranda, de la mano de Massera & Asociados, de Telecom Argentina, en asociación con ABC Telecomunicaciones (Zuccolillo), consorciados en Núcleo S.A., lanzaron en Paraguay los servicios de la telefonía móvil Personal en 1997. Emilio Eduardo Massera, integrante de la primera junta de la dictadura militar argentina (1976-1983), y reclamado por miles de víctimas de la represión por crímenes de lesa humanidad, falleció en la placidez de su cama, donde estaba postrado desde hace ocho años por un ataque cerebral. La historia en común entre los represores argentinos y Zucolillo no se agota en una empresa de telefonía celular, y se remonta a varias décadas atrás.

El 26 de abril de 1977 el empresario argentino Fernando Branca llegó como de costumbre al departamento que compartía con su cónyuge cuando al intentar entrar se llevó una sorpresa. Un oficial naval le impedía entrar en su propia casa. Nada más y nada menos que el temible Almirante Massera, alias el Negro, estaba revolcándose con su esposa Marta Rodríguez McCormack (que a la vez era amante del jefe naval) y había dado órdenes de no ser molestado, y mucho menos por el marido de su acompañante.

Dos días después, el 28 de abril de 1977, como para resarcir su descortesía, Massera invitó a Branca a navegar por el río de la Plata en su lujoso yate, travesía durante la cual el empresario se ausentaría para siempre. Tres meses más tarde, la madre del empresario Isolina Margarita Maltaneri de Branca, presentó un recurso de hábeas corpus a favor de su hijo desaparecido, pero para entonces los pundonorosos soldados que enviaron a sus reclutas sin abrigos ni pertrechos a enfrentar a la Royal Navy en las islas Malvinas ya estaban subastando las propiedades del ausente.

Aunque cueste creerlo, los miembros del Grupo de Tareas 3.3.2 de la Armada argentina llegaron a montar una inmobiliaria para la refacción y venta de los inmuebles de los desaparecidos.

Un epílogo parecido tuvo la historia del capitán José Antonio Valiente, primer marido de Graciela Pappalardo y cuñado de Teófilo Conrado Pappalardo, quien fuera jefe de Ceremonial del Estado durante la dictadura de Alfredo Stroessner en Paraguay y reconocido operativo del Plan Cóndor, como proveedor de pasaportes a los asesinos de Orlando Letelier. José Antonio Valiente, dueño del desaparecido bar “Felsina”, fue ultimado en nebulosas circunstancias en Buenos Aires, Argentina, poco después del Golpe Militar con el que Videla y Massera derrocaron a Isabel Perón en marzo de 1976. Según documentos obrantes en el Archivo del Terror (Microfilm 00028F0474), el presunto asesino habría sido Juan Carlos Cabañas, ex secretario del doctor Edgar L. Ynsfrán, temible ministro del Interior del dictador Stroessner, en el período de mayor auge de la sangrienta represión.

José Antonio Valiente tuvo una hija de nombre María Adelaida, a quien se le cambió el apellido con el mismo modus operandi de la represión del Proceso de Reorganización Nacional. El crimen de José Antonio Valiente nunca fue aclarado, las autoridades argentinas en ese momento estaban muy ocupadas perpetrando un genocidio contra su propio pueblo para investigar el asesinato de un paraguayo en la capital federal. Así el empresario gastronómico desapareció sin dejar rastros y sin que su nombre figure siquiera entre los miles de desaparecidos en la Argentina entre 1976-83.

El matrimonio de Graciela Pappalardo con José Antonio Valiente fue anulado por el Juez Angel Roberto Seifart, quien luego sería vice-presidente del Paraguay, así que Graciela Pappalardo no tuvo inconvenientes para contraer nupcias con el empresario periodístico Aldo Alberto Zucolillo Moscarda, director y propietario del diario ABC color, luego entusiasta impulsor de la candidatura del obispo Fernando Lugo a la presidencia del Paraguay. Hoy constituye el poder mediático tras el trono arzobispal, además de marcar la agenda política del gobierno luguista.

Videla en Paraguay
Al conocerse a principios de marzo de 1977 en Asunción la próxima visita de Videla, ABC color publicaba un recordado editorial donde criticaba al presidente Jimmy Carter por su énfasis en la promoción de los Derechos Humanos y defendía al proceso argentino sentenciando que al presidente norteamericano le era muy fácil pontificar lejos del problema.

Por las mismas fechas eran apresados en Asunción Alejandro José Logoluso y Marta Landi, entregados a los sicarios de Videla por las fuerzas represivas paraguayas. Los grupos de tareas del jefe de la policía política Pastor Coronel tampoco se apiadarían de José Nell, paralítico desde que recibió una bala en los disturbios desatados en Ezeiza por el retorno de Perón.

Quedaron como mudos testigos de estos traspasos una ficha policial de la Dirección de Registro de Extranjeros paraguayos de la desaparecida argentina Dora Marta Landi Gil, que está fechada en Asunción en marzo de 1977; una tarjeta del Ministerio de Salud Pública y Bienestar Social de Marta Landi, que está registrada en Asunción el 10 de marzo de 1997; y un informe de la policía de Asunción, donde se notifica que Marta Landi (argentina), Alejandro José Logolusso (argentino), José Nell (argentino) y otros han sido expulsados del país. Este informe policial está fechado el 16 de mayo de 1977. Entre los documentos, también destacan un registro de vuelo en el que se acredita que, el 16 de mayo de 1977, el capitán de corbeta José Abdalá, (alias Turco) trasladó a Landi Gil y a su compañero, Alejandro José Logolusso, de Asunción a Buenos Aires.

Luego de las debidas medidas profilácticas y barridas de subversivos, el 20 de abril de 1977, era recibido por Stroessner con los honores correspondientes, el Teniente General Jorge Rafael Videla, quien llegaba al Paraguay acompañado de su esposa Alicia Raquel Hartidge. A la noche se llevó a cabo una recepción de gala en el Palacio de Gobierno de Asunción, donde no faltaron los pundonorosos y austeros luchadores por la libertad de expresión, que aún no habían sido seleccionados por la embajada norteamericana como propagandistas de la democracia tutelada.

Desafortunadamente, el almirante Massera no se contaba esa noche entre los invitados del tiranosaurio Stroessner, dado que para esa misma semana había hecho otros compromisos y debía emprender un distendido paseo en yate por el Plata.

Las historias del cuñado
Las historias también alcanzan a los familiares de Zucolillo, tambien influyentes accionistas en sus múltiples empresas. Conrado Pappalardo, cuñado de Zucolillo, era hasta hace algunos años un influyente diputado oficialista, antes de bajar el perfil a raíz de las investigaciones que se le abrieron por el asesinato del vice-presidente Luis María Argaña en marzo de 1999.

Estamos hablando de la misma persona que, desempeñándose como jefe de Protocolo de la Cancillería de Alfredo Stroessner, en julio de 1976 presionó a George Landau, el embajador de Estados Unidos de la época -invocando "un favor" solicitado a Stroessner por su colega Augusto Pinochet-, para que obtuviera sendas visas en dos pasaportes paraguayos falsos a dos supuestos empresarios cuyos nombres eran Juan William Rose y Alejandro Romeral.

El verdadero “negocio” de estos hombres, cuyos verdaderos nombres eran Michael Vernon Townley y Armando Fernández Larios, era asesinar a Orlando Letelier en Washinton el 21 de Septiembre de ese año.

Hoy conocemos de aquella conjura del Plan Cóndor porque el embajador Landau fotografió los pasaportes antes de estampar las visas y ésa fue la clave que le permitió al fiscal Eugene M. Propper desenredar el ovillo del crimen.

La paulatina desclasificación de documentos ha revelado los entretelones de aquella tenebrosa conjura para asesinar al canciller chileno con escalofriante precisión, incluyendo las razones por las cuales los sicarios de Letelier terminaron utilizando documentos chilenos en lugar de los paraguayos, en virtud de información que sólo pudo venir de la inteligencia estadounidense. Un memo del Departamento de Estado demuestra que éste estaba al tanto de las extrañas maniobras en la sede diplomática de Asunción desde el 1 de septiembre de 1976. Un anexo de un informe de la CIA a su vez demuestra que la oficina de Langley estaba en conocimiento de la trama que acabaría con el ex canciller chileno desde el 29 de julio de 1976, aunque no se explicaba porqué los asesinos incluso tenían el teléfono de la oficina del general Vernon Walters que le había proveído Pappalardo.

La documentación también explica que el 5 de agosto el embajador notificó al Secretario Adjunto de Estado Harry W. Shlaudeman del asunto, y al día siguiente se recibieron en Washington copias fotostáticas de los documentos que había tramitado Pappalardo para los asesinos. Shlaudeman notificó del extraño caso al servicio de Inmigración y se tomaron las medidas para negar la entrada a Estados Unidos a los sospechosos.

Longeva Hegemonía
Como puede apreciar el lector, estamos hablando de personajes que mantienen una longeva hegemonía sobre los medios de comunicación en Paraguay, pero razones biológicas impedirán que se siga prolongando este reinado más allá de unos pocos años más. Que ésta va llegando a su fin lo demuestra la derrota de su candidato en las elecciones venezolanas del fin de semana. Y tal vez sigan a ésta otras más, como la derrota de su candidato el próximo fin de semana en Paraguay.

La derrota del candidato de Zucolillo y sus satélites

La derrota de Henrique Capriles en Venezuela es solo el anticipo de la derrota del candidato de Zucolillo y sus satélites en Paraguay
Luis Agüero Wagner
miércoles, 17 de abril de 2013, 07:23 h (CET)
La reciente victoria de Nicolás Maduro en Venezuela no sólo representa la continuidad del proyecto chavista, y su consecuente proyección a los gobiernos a los que se encuentra aliado, como los de Ecuador, Bolivia, Nicaragua, Cuba y Argentina, entre otros. También es una dura derrota para la prensa hegemónica paraguaya, sobre todo para ABC color y su propietario Aldo Zucolillo, dinosaurio sobreviviente de la guerra fría cuyo reinado sobre los medios paraguayos va llegando a su fin.

Pero este enemigo recalcitrante del Mercosur, que logró construir el aislamiento del Paraguay en la UNASUR aunque hoy nadie quiera seguir sus antiguos libretos de abandonar los proyectos de integración regional, tiene muchas otras historias. Hagamos memoria.

Sociedad con represores argentinos
Sus sociedades con fascistas, dictadores y represores de toda laya no son ninguna novedad. El fallecido almirante Massera, represor asociado al proceso de Videla y el dueño de ABC Color de Asunción, Aldo Zucolillo, habían sido socios comerciales en la telefonía móvil Personal.

Así afirmaba el fallecido investigador Aníbal Miranda –de quien muchos presumen fue asesinado- en su recordado libro “Partido Colorado: la mayor organización mafiosa”. Según las revelaciones de Miranda, de la mano de Massera & Asociados, de Telecom Argentina, en asociación con ABC Telecomunicaciones (Zuccolillo), consorciados en Núcleo S.A., lanzaron en Paraguay los servicios de la telefonía móvil Personal en 1997. Emilio Eduardo Massera, integrante de la primera junta de la dictadura militar argentina (1976-1983), y reclamado por miles de víctimas de la represión por crímenes de lesa humanidad, falleció en la placidez de su cama, donde estaba postrado desde hace ocho años por un ataque cerebral. La historia en común entre los represores argentinos y Zucolillo no se agota en una empresa de telefonía celular, y se remonta a varias décadas atrás.

El 26 de abril de 1977 el empresario argentino Fernando Branca llegó como de costumbre al departamento que compartía con su cónyuge cuando al intentar entrar se llevó una sorpresa. Un oficial naval le impedía entrar en su propia casa. Nada más y nada menos que el temible Almirante Massera, alias el Negro, estaba revolcándose con su esposa Marta Rodríguez McCormack (que a la vez era amante del jefe naval) y había dado órdenes de no ser molestado, y mucho menos por el marido de su acompañante.

Dos días después, el 28 de abril de 1977, como para resarcir su descortesía, Massera invitó a Branca a navegar por el río de la Plata en su lujoso yate, travesía durante la cual el empresario se ausentaría para siempre. Tres meses más tarde, la madre del empresario Isolina Margarita Maltaneri de Branca, presentó un recurso de hábeas corpus a favor de su hijo desaparecido, pero para entonces los pundonorosos soldados que enviaron a sus reclutas sin abrigos ni pertrechos a enfrentar a la Royal Navy en las islas Malvinas ya estaban subastando las propiedades del ausente.

Aunque cueste creerlo, los miembros del Grupo de Tareas 3.3.2 de la Armada argentina llegaron a montar una inmobiliaria para la refacción y venta de los inmuebles de los desaparecidos.

Un epílogo parecido tuvo la historia del capitán José Antonio Valiente, primer marido de Graciela Pappalardo y cuñado de Teófilo Conrado Pappalardo, quien fuera jefe de Ceremonial del Estado durante la dictadura de Alfredo Stroessner en Paraguay y reconocido operativo del Plan Cóndor, como proveedor de pasaportes a los asesinos de Orlando Letelier. José Antonio Valiente, dueño del desaparecido bar “Felsina”, fue ultimado en nebulosas circunstancias en Buenos Aires, Argentina, poco después del Golpe Militar con el que Videla y Massera derrocaron a Isabel Perón en marzo de 1976. Según documentos obrantes en el Archivo del Terror (Microfilm 00028F0474), el presunto asesino habría sido Juan Carlos Cabañas, ex secretario del doctor Edgar L. Ynsfrán, temible ministro del Interior del dictador Stroessner, en el período de mayor auge de la sangrienta represión.

José Antonio Valiente tuvo una hija de nombre María Adelaida, a quien se le cambió el apellido con el mismo modus operandi de la represión del Proceso de Reorganización Nacional. El crimen de José Antonio Valiente nunca fue aclarado, las autoridades argentinas en ese momento estaban muy ocupadas perpetrando un genocidio contra su propio pueblo para investigar el asesinato de un paraguayo en la capital federal. Así el empresario gastronómico desapareció sin dejar rastros y sin que su nombre figure siquiera entre los miles de desaparecidos en la Argentina entre 1976-83.

El matrimonio de Graciela Pappalardo con José Antonio Valiente fue anulado por el Juez Angel Roberto Seifart, quien luego sería vice-presidente del Paraguay, así que Graciela Pappalardo no tuvo inconvenientes para contraer nupcias con el empresario periodístico Aldo Alberto Zucolillo Moscarda, director y propietario del diario ABC color, luego entusiasta impulsor de la candidatura del obispo Fernando Lugo a la presidencia del Paraguay. Hoy constituye el poder mediático tras el trono arzobispal, además de marcar la agenda política del gobierno luguista.

Videla en Paraguay
Al conocerse a principios de marzo de 1977 en Asunción la próxima visita de Videla, ABC color publicaba un recordado editorial donde criticaba al presidente Jimmy Carter por su énfasis en la promoción de los Derechos Humanos y defendía al proceso argentino sentenciando que al presidente norteamericano le era muy fácil pontificar lejos del problema.

Por las mismas fechas eran apresados en Asunción Alejandro José Logoluso y Marta Landi, entregados a los sicarios de Videla por las fuerzas represivas paraguayas. Los grupos de tareas del jefe de la policía política Pastor Coronel tampoco se apiadarían de José Nell, paralítico desde que recibió una bala en los disturbios desatados en Ezeiza por el retorno de Perón.

Quedaron como mudos testigos de estos traspasos una ficha policial de la Dirección de Registro de Extranjeros paraguayos de la desaparecida argentina Dora Marta Landi Gil, que está fechada en Asunción en marzo de 1977; una tarjeta del Ministerio de Salud Pública y Bienestar Social de Marta Landi, que está registrada en Asunción el 10 de marzo de 1997; y un informe de la policía de Asunción, donde se notifica que Marta Landi (argentina), Alejandro José Logolusso (argentino), José Nell (argentino) y otros han sido expulsados del país. Este informe policial está fechado el 16 de mayo de 1977. Entre los documentos, también destacan un registro de vuelo en el que se acredita que, el 16 de mayo de 1977, el capitán de corbeta José Abdalá, (alias Turco) trasladó a Landi Gil y a su compañero, Alejandro José Logolusso, de Asunción a Buenos Aires.

Luego de las debidas medidas profilácticas y barridas de subversivos, el 20 de abril de 1977, era recibido por Stroessner con los honores correspondientes, el Teniente General Jorge Rafael Videla, quien llegaba al Paraguay acompañado de su esposa Alicia Raquel Hartidge. A la noche se llevó a cabo una recepción de gala en el Palacio de Gobierno de Asunción, donde no faltaron los pundonorosos y austeros luchadores por la libertad de expresión, que aún no habían sido seleccionados por la embajada norteamericana como propagandistas de la democracia tutelada.

Desafortunadamente, el almirante Massera no se contaba esa noche entre los invitados del tiranosaurio Stroessner, dado que para esa misma semana había hecho otros compromisos y debía emprender un distendido paseo en yate por el Plata.

Las historias del cuñado
Las historias también alcanzan a los familiares de Zucolillo, tambien influyentes accionistas en sus múltiples empresas. Conrado Pappalardo, cuñado de Zucolillo, era hasta hace algunos años un influyente diputado oficialista, antes de bajar el perfil a raíz de las investigaciones que se le abrieron por el asesinato del vice-presidente Luis María Argaña en marzo de 1999.

Estamos hablando de la misma persona que, desempeñándose como jefe de Protocolo de la Cancillería de Alfredo Stroessner, en julio de 1976 presionó a George Landau, el embajador de Estados Unidos de la época -invocando "un favor" solicitado a Stroessner por su colega Augusto Pinochet-, para que obtuviera sendas visas en dos pasaportes paraguayos falsos a dos supuestos empresarios cuyos nombres eran Juan William Rose y Alejandro Romeral.

El verdadero “negocio” de estos hombres, cuyos verdaderos nombres eran Michael Vernon Townley y Armando Fernández Larios, era asesinar a Orlando Letelier en Washinton el 21 de Septiembre de ese año.

Hoy conocemos de aquella conjura del Plan Cóndor porque el embajador Landau fotografió los pasaportes antes de estampar las visas y ésa fue la clave que le permitió al fiscal Eugene M. Propper desenredar el ovillo del crimen.

La paulatina desclasificación de documentos ha revelado los entretelones de aquella tenebrosa conjura para asesinar al canciller chileno con escalofriante precisión, incluyendo las razones por las cuales los sicarios de Letelier terminaron utilizando documentos chilenos en lugar de los paraguayos, en virtud de información que sólo pudo venir de la inteligencia estadounidense. Un memo del Departamento de Estado demuestra que éste estaba al tanto de las extrañas maniobras en la sede diplomática de Asunción desde el 1 de septiembre de 1976. Un anexo de un informe de la CIA a su vez demuestra que la oficina de Langley estaba en conocimiento de la trama que acabaría con el ex canciller chileno desde el 29 de julio de 1976, aunque no se explicaba porqué los asesinos incluso tenían el teléfono de la oficina del general Vernon Walters que le había proveído Pappalardo.

La documentación también explica que el 5 de agosto el embajador notificó al Secretario Adjunto de Estado Harry W. Shlaudeman del asunto, y al día siguiente se recibieron en Washington copias fotostáticas de los documentos que había tramitado Pappalardo para los asesinos. Shlaudeman notificó del extraño caso al servicio de Inmigración y se tomaron las medidas para negar la entrada a Estados Unidos a los sospechosos.

Longeva Hegemonía
Como puede apreciar el lector, estamos hablando de personajes que mantienen una longeva hegemonía sobre los medios de comunicación en Paraguay, pero razones biológicas impedirán que se siga prolongando este reinado más allá de unos pocos años más. Que ésta va llegando a su fin lo demuestra la derrota de su candidato en las elecciones venezolanas del fin de semana. Y tal vez sigan a ésta otras más, como la derrota de su candidato el próximo fin de semana en Paraguay.

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En medio de la vorágine de la vida moderna, donde la juventud parece ser el estándar de valor y el ascensor hacia el futuro, a menudo olvidamos el invaluable tesoro que representan nuestros ancianos. Son como pozos de sabiduría, con profundas raíces que se extienden hasta los cimientos mismos de nuestra existencia. Sin embargo, en muchas ocasiones, son tratados como meros objetos de contemplación, relegados al olvido y abandonados a su suerte.

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