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A pesar de los esfuerzos por aislar al gobierno paraguayo, el presidente Federico Franco burla el cerco de sus adversarios y lanza desafíos

Federico Franco burla cerco Legionario y Lanza Desafío

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Cuando en junio del año pasado el cura presidente Fernando Lugo fue finalmente destituido, en un largamente anunciado impeachment que muchos consideran se demoró más de la cuenta, los partidarios del gobierno que se desmoronó por sus propias contradicciones jugaron todas sus fichas al aislamiento de la nueva administración. Tanto afán pusieron en ese objetivo, que no dudaron en realizar proselitismo ante gobiernos extranjeros y organismos internacionales con el objetivo de dificultar el desempeño del actual presidente Federico Franco, blanco de los amargos ataques de sus otrora aliados.

Debo decir que estas líneas no pretenden ser un elogio a Franco, ni tampoco una crítica a la izquierda en sí, sino más bien a la mala elección y pésimo negocio que realizaron arropando a Lugo, inepto por donde se lo mire para dimensionar y afrontar la grandiosa misión que la historia había puesto en sus torpes manos.

Afirmo esto porque se mostró en todo su reinado incapaz de medir la correlación de fuerzas, articular alianzas sólidas y, finalmente, tener el coraje de defender su propio gobierno. Durante los días previos a su caída, había estado acompañado por los cancilleres de los principales gobiernos de la UNASUR.

Según las versiones más difundidas, los militares paraguayos habían acordado con Nicolás Maduro defender la presidencia de Fernando Lugo con el respaldo internacional de todos los cancilleres, pero como en tantas otras oportunidades, al cura papá le faltó temperamento. “Yo no soy Salvador Allende” habría dicho, antes de claudicar y optar por no defender su “causa”, con la inmadurez política que lo caracterizó siempre. Obviamente, pronto se arrepintió.

Durante su paso por las oficinas del gobierno, Lugo y los suyos habían claudicado una y otra vez ante los intereses de los grandes empresarios y la prensa que los representa, pero una vez desalojados del poder cambiaron su discurso y actitud, y empezaron a denunciarlos como “golpistas”. Al mismo tiempo, intentaban convencer de que el juicio político había sido un “golpe parlamentario”, incluso a las mismas potencias hegemónicas a las cuales responsabilizaban de su infortunio. Poco importaba que cualquier ciudadano con un mínimo de cultura política sepa que no existe el “golpe” vía parlamento.

Durante todo el tiempo que duraba ese contradictorio comportamiento luguista, el presidente Federico Franco se mantuvo impasible y confiado en su propia gobernabilidad. Finalmente, decidió burlar el cerco de sus despechados adversarios con una gira internacional, que lo llevó esta semana a España, y que continúa en los próximos días en Washington.

Durante su visita a la península ibérica, Franco fue recibido por la cabeza del ejecutivo español en el Palacio de la Moncloa, Mariano Rajoy, además del Consejo Empresarial y varios otros foros de notables del Reino de España. El mismo presidente del gobierno español publicó en su cuenta de Twitter su foto con Franco.

Ayer miércoles, Franco partió rumbo a Estados Unidos, donde seguirá con su apretada agenda internacional. Ante los medios españoles, Franco se mostró desafiante ante sus antagonistas, calificando como afortunada la desaparición de Hugo Chávez y cuestionando la legitimidad del presidente interino de Venezuela Nicolás Maduro. Como era previsible, tales declaraciones levantaron la polvareda esperada.

En contraposición a tales manifestaciones, Franco también aclaró que ocasionalmente levanta banderas de centro-izquierda, aunque no comparte el caudillismo al estilo bolivariano, que considera pernicioso.

Los hechos corroboran las vertientes progresistas de su gestión: A diferencia del gobierno de Fernando Lugo, que permanentemente claudicaba ante corporaciones, el presidente Federico Franco mantuvo su pedido de disminución del costo del boleto de transporte público, y por un decreto presidencial ordenó la reducción de G. 2.300 a 2100, en razón a una disminución en los precios del gasoil.

También pudo jactarse que “no se necesitó quemar archivo” para combatir a los insurgentes de la guerrilla, que en tiempos de Fernando Lugo eran asesinados luego de ser capturados tras ser torturados, o ejecutados por la espalda.

Es evidente que un gobierno que no transige con corporaciones en beneficio de los usuarios del transporte público, que no contemporiza con terratenientes y que no ejecuta extrajudicialmente a insurgentes, es un gobierno que se encuentra a la izquierda del que encabezó Fernando Lugo. Aunque ello duela a los fanatizados seguidores del malogrado gobierno arzobispal.

Otro rasgo que sobresale en el gobierno de Franco es la poca predisposición a dejarse avasallar por campañas mediáticas que buscan subordinar su gobierno a los reaccionarios intereses de los propietarios de medios de comunicación. En este contexto, ha respaldado a varios de sus colaboradores que han sido objeto de ataques por parte de estos empresarios. Durante el gobierno de Lugo, se había hecho costumbre que con algunos pocos titulares de diario sean relevados de su cargo importantes funcionarios o incluso ministros.

Una mayor gobernabilidad y respaldo político ha permitido a Franco sostener a sus colaboradores de confianza a pesar de esas campañas, y lo demostró publicando en su cuenta de Twitter su foto abrazando a Sergio Escobar, responsable de Petropar, en el momento que su gestión recibía los más furibundos ataques de la prensa.

Como epígrafe a la foto, el presidente añadió una escueta acotación: “Don Sergio Escobar cumple un buen trabajo en Petropar. Bajamos el precio de la nafta y el gasoil. Hechos, no palabras”. Esta actitud ha desconcertado a estos empresarios de medios, quienes se habían habituado a imponerse a través del poder mediático como si fueran los verdaderos gobernantes del país, y el presidente de la república un simple gerente.

Queda claro que la caída de Lugo fue también una reivindicación de los partidos y del poder político en el Paraguay, que ya parecía reemplazado por las ONG y la prensa empresarial, aunque los desalojados insistan con la fallida campaña del supuesto “golpe parlamentario”. Franco ha demostrado su fracaso esta semana burlando su endeble cerco, y lanzando desafíos reales, más allá de la fantasmática que oponen como única estrategia sus adversarios.

Se ha dicho que la fantasía aislada de la razón solo es capaz de producir monstruos imposibles, y el adefesio político que constituyó el gobierno de Fernando Lugo fue, sin duda, uno de ellos.

Federico Franco burla cerco Legionario y Lanza Desafío

A pesar de los esfuerzos por aislar al gobierno paraguayo, el presidente Federico Franco burla el cerco de sus adversarios y lanza desafíos
Luis Agüero Wagner
jueves, 4 de abril de 2013, 07:02 h (CET)
Cuando en junio del año pasado el cura presidente Fernando Lugo fue finalmente destituido, en un largamente anunciado impeachment que muchos consideran se demoró más de la cuenta, los partidarios del gobierno que se desmoronó por sus propias contradicciones jugaron todas sus fichas al aislamiento de la nueva administración. Tanto afán pusieron en ese objetivo, que no dudaron en realizar proselitismo ante gobiernos extranjeros y organismos internacionales con el objetivo de dificultar el desempeño del actual presidente Federico Franco, blanco de los amargos ataques de sus otrora aliados.

Debo decir que estas líneas no pretenden ser un elogio a Franco, ni tampoco una crítica a la izquierda en sí, sino más bien a la mala elección y pésimo negocio que realizaron arropando a Lugo, inepto por donde se lo mire para dimensionar y afrontar la grandiosa misión que la historia había puesto en sus torpes manos.

Afirmo esto porque se mostró en todo su reinado incapaz de medir la correlación de fuerzas, articular alianzas sólidas y, finalmente, tener el coraje de defender su propio gobierno. Durante los días previos a su caída, había estado acompañado por los cancilleres de los principales gobiernos de la UNASUR.

Según las versiones más difundidas, los militares paraguayos habían acordado con Nicolás Maduro defender la presidencia de Fernando Lugo con el respaldo internacional de todos los cancilleres, pero como en tantas otras oportunidades, al cura papá le faltó temperamento. “Yo no soy Salvador Allende” habría dicho, antes de claudicar y optar por no defender su “causa”, con la inmadurez política que lo caracterizó siempre. Obviamente, pronto se arrepintió.

Durante su paso por las oficinas del gobierno, Lugo y los suyos habían claudicado una y otra vez ante los intereses de los grandes empresarios y la prensa que los representa, pero una vez desalojados del poder cambiaron su discurso y actitud, y empezaron a denunciarlos como “golpistas”. Al mismo tiempo, intentaban convencer de que el juicio político había sido un “golpe parlamentario”, incluso a las mismas potencias hegemónicas a las cuales responsabilizaban de su infortunio. Poco importaba que cualquier ciudadano con un mínimo de cultura política sepa que no existe el “golpe” vía parlamento.

Durante todo el tiempo que duraba ese contradictorio comportamiento luguista, el presidente Federico Franco se mantuvo impasible y confiado en su propia gobernabilidad. Finalmente, decidió burlar el cerco de sus despechados adversarios con una gira internacional, que lo llevó esta semana a España, y que continúa en los próximos días en Washington.

Durante su visita a la península ibérica, Franco fue recibido por la cabeza del ejecutivo español en el Palacio de la Moncloa, Mariano Rajoy, además del Consejo Empresarial y varios otros foros de notables del Reino de España. El mismo presidente del gobierno español publicó en su cuenta de Twitter su foto con Franco.

Ayer miércoles, Franco partió rumbo a Estados Unidos, donde seguirá con su apretada agenda internacional. Ante los medios españoles, Franco se mostró desafiante ante sus antagonistas, calificando como afortunada la desaparición de Hugo Chávez y cuestionando la legitimidad del presidente interino de Venezuela Nicolás Maduro. Como era previsible, tales declaraciones levantaron la polvareda esperada.

En contraposición a tales manifestaciones, Franco también aclaró que ocasionalmente levanta banderas de centro-izquierda, aunque no comparte el caudillismo al estilo bolivariano, que considera pernicioso.

Los hechos corroboran las vertientes progresistas de su gestión: A diferencia del gobierno de Fernando Lugo, que permanentemente claudicaba ante corporaciones, el presidente Federico Franco mantuvo su pedido de disminución del costo del boleto de transporte público, y por un decreto presidencial ordenó la reducción de G. 2.300 a 2100, en razón a una disminución en los precios del gasoil.

También pudo jactarse que “no se necesitó quemar archivo” para combatir a los insurgentes de la guerrilla, que en tiempos de Fernando Lugo eran asesinados luego de ser capturados tras ser torturados, o ejecutados por la espalda.

Es evidente que un gobierno que no transige con corporaciones en beneficio de los usuarios del transporte público, que no contemporiza con terratenientes y que no ejecuta extrajudicialmente a insurgentes, es un gobierno que se encuentra a la izquierda del que encabezó Fernando Lugo. Aunque ello duela a los fanatizados seguidores del malogrado gobierno arzobispal.

Otro rasgo que sobresale en el gobierno de Franco es la poca predisposición a dejarse avasallar por campañas mediáticas que buscan subordinar su gobierno a los reaccionarios intereses de los propietarios de medios de comunicación. En este contexto, ha respaldado a varios de sus colaboradores que han sido objeto de ataques por parte de estos empresarios. Durante el gobierno de Lugo, se había hecho costumbre que con algunos pocos titulares de diario sean relevados de su cargo importantes funcionarios o incluso ministros.

Una mayor gobernabilidad y respaldo político ha permitido a Franco sostener a sus colaboradores de confianza a pesar de esas campañas, y lo demostró publicando en su cuenta de Twitter su foto abrazando a Sergio Escobar, responsable de Petropar, en el momento que su gestión recibía los más furibundos ataques de la prensa.

Como epígrafe a la foto, el presidente añadió una escueta acotación: “Don Sergio Escobar cumple un buen trabajo en Petropar. Bajamos el precio de la nafta y el gasoil. Hechos, no palabras”. Esta actitud ha desconcertado a estos empresarios de medios, quienes se habían habituado a imponerse a través del poder mediático como si fueran los verdaderos gobernantes del país, y el presidente de la república un simple gerente.

Queda claro que la caída de Lugo fue también una reivindicación de los partidos y del poder político en el Paraguay, que ya parecía reemplazado por las ONG y la prensa empresarial, aunque los desalojados insistan con la fallida campaña del supuesto “golpe parlamentario”. Franco ha demostrado su fracaso esta semana burlando su endeble cerco, y lanzando desafíos reales, más allá de la fantasmática que oponen como única estrategia sus adversarios.

Se ha dicho que la fantasía aislada de la razón solo es capaz de producir monstruos imposibles, y el adefesio político que constituyó el gobierno de Fernando Lugo fue, sin duda, uno de ellos.

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