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La época de los antihéroes vuelve para quedarse

¿Por qué Silvestre?

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“Ha venido a remover nuestros cimientos, ¡a crear polémica!”. Se escucha desde uno de los asientos del salón de actos de un conocido Colegio Mayor de la capital, el X ―mejor que quede en la sombra el nombre―. Ya que nadie quiere instalarse en el silencio ante una rareza así, y a partir de hilvanar argumentos necesarios para influir en las decisiones de ese colectivo ―no sindicado― reunido, la persona que ocupa el escenario, ya con las tragaderas bien regadas, decide comenzar con su alegato-acusación, y en poco tiempo se hace con la atención de todo el mundo.


gonzalo14mar
“Creo que lo más importante de esta obra es el planteamiento en clave de denuncia que he querido plasmar. Busco desmarcarme de toda esa literatura al peso, sin mensaje, que con gran servilismo nos intentan meter por el culo sin que podamos decir ¿qué coño es esto? ¿de verdad me gusta esto?. Pretendo ser vulgar, hiriente... pero no sólo. No necesito grandes frases, necesito que este libro hable por sí mismo. Nada más. Y espero que no quede sin castigo; toda gran obra siempre tiene su castigo”.

Las importancias se han ido elevando y entre los presentes creemos que la puesta en escena, el aura de quebranto anímico, el fatalismo desdeñado, recuerda a ese sentir atávico de cuando los escritores llevaban agujeros en la ropa y el pelo cardado por desconocer el jabón. Se nos ha ido alojando en el sentido la idea de que ya no es el año 2013, sino 1913, y de que ―casi si se desea, sin quererlo― podemos prescindir felizmente de la tecnología que llevamos encima. Alguien que está grabando la presentación en vídeo advierte de la esterilidad de lo que hace y se sienta para “prestar atención”. Aquello parece el Royal Albert Hall de Londres y el individuo sobre las tablas rezuma un tufillo a miembro de Generación Beat que a nadie se le escapa: “Sin miedo tumoral a no dar la talla; pensando en que la soberanía reside en el fondo de esta botella de vino... “Sigue desplegando su escudo maloliente y se enreda en elucubraciones sin nombre: “Servirnos de toda la mierda que reparten y hacer de ella algo bonito, y celebrarlo, es la proclamación más solemne que vais a escuchar esta noche. La deposición de todo tabú, el hacer de la miseria virtud, es lo único que nos queda una vez el Estado de Mierdestar nos ha despojado de todo atisbo de dignidad y la anulación que tanto temíamos finalmente se ha impuesto”.

En teoría es la presentación de una novela aparentemente insignificante, pero en verdad es mucho más. Es el rechazar el ocaso de las democracias; es el tratar de desacelerar el proceso de ascenso totalitario que pronto ―él intuye― experimentará Europa. ¿Por qué seguir insistiendo en propuestas caducas y corruptas? La Europa mediterránea se desinfla; su historia, tanta grandeza soslayada, se entrega al verbalismo hueco y a la irresponsabilidad de los políticos. Y es entonces cuando todo se equilibra de nuevo y los antihéroes, los don nadie, tienen su oportunidad y a la diferenciación social la miran de cerca, transpirando miseria, y le dicen: “Estás muerta. Defecaré sobre tu trono y consolidaré mi nueva forma de control social. Un control basado en la elección individual”.

Son las diez de la noche, cobija Madrid, y las emociones se hayan desbocadas. La presentación de “Un insólito día para Silvestre Mendo” está siendo todo un éxito. ¿Se atreven ustedes...?.

¿Por qué Silvestre?

La época de los antihéroes vuelve para quedarse
Martín Parra
jueves, 14 de marzo de 2013, 10:18 h (CET)
“Ha venido a remover nuestros cimientos, ¡a crear polémica!”. Se escucha desde uno de los asientos del salón de actos de un conocido Colegio Mayor de la capital, el X ―mejor que quede en la sombra el nombre―. Ya que nadie quiere instalarse en el silencio ante una rareza así, y a partir de hilvanar argumentos necesarios para influir en las decisiones de ese colectivo ―no sindicado― reunido, la persona que ocupa el escenario, ya con las tragaderas bien regadas, decide comenzar con su alegato-acusación, y en poco tiempo se hace con la atención de todo el mundo.


gonzalo14mar
“Creo que lo más importante de esta obra es el planteamiento en clave de denuncia que he querido plasmar. Busco desmarcarme de toda esa literatura al peso, sin mensaje, que con gran servilismo nos intentan meter por el culo sin que podamos decir ¿qué coño es esto? ¿de verdad me gusta esto?. Pretendo ser vulgar, hiriente... pero no sólo. No necesito grandes frases, necesito que este libro hable por sí mismo. Nada más. Y espero que no quede sin castigo; toda gran obra siempre tiene su castigo”.

Las importancias se han ido elevando y entre los presentes creemos que la puesta en escena, el aura de quebranto anímico, el fatalismo desdeñado, recuerda a ese sentir atávico de cuando los escritores llevaban agujeros en la ropa y el pelo cardado por desconocer el jabón. Se nos ha ido alojando en el sentido la idea de que ya no es el año 2013, sino 1913, y de que ―casi si se desea, sin quererlo― podemos prescindir felizmente de la tecnología que llevamos encima. Alguien que está grabando la presentación en vídeo advierte de la esterilidad de lo que hace y se sienta para “prestar atención”. Aquello parece el Royal Albert Hall de Londres y el individuo sobre las tablas rezuma un tufillo a miembro de Generación Beat que a nadie se le escapa: “Sin miedo tumoral a no dar la talla; pensando en que la soberanía reside en el fondo de esta botella de vino... “Sigue desplegando su escudo maloliente y se enreda en elucubraciones sin nombre: “Servirnos de toda la mierda que reparten y hacer de ella algo bonito, y celebrarlo, es la proclamación más solemne que vais a escuchar esta noche. La deposición de todo tabú, el hacer de la miseria virtud, es lo único que nos queda una vez el Estado de Mierdestar nos ha despojado de todo atisbo de dignidad y la anulación que tanto temíamos finalmente se ha impuesto”.

En teoría es la presentación de una novela aparentemente insignificante, pero en verdad es mucho más. Es el rechazar el ocaso de las democracias; es el tratar de desacelerar el proceso de ascenso totalitario que pronto ―él intuye― experimentará Europa. ¿Por qué seguir insistiendo en propuestas caducas y corruptas? La Europa mediterránea se desinfla; su historia, tanta grandeza soslayada, se entrega al verbalismo hueco y a la irresponsabilidad de los políticos. Y es entonces cuando todo se equilibra de nuevo y los antihéroes, los don nadie, tienen su oportunidad y a la diferenciación social la miran de cerca, transpirando miseria, y le dicen: “Estás muerta. Defecaré sobre tu trono y consolidaré mi nueva forma de control social. Un control basado en la elección individual”.

Son las diez de la noche, cobija Madrid, y las emociones se hayan desbocadas. La presentación de “Un insólito día para Silvestre Mendo” está siendo todo un éxito. ¿Se atreven ustedes...?.

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El grito que se escuchó al fondo no fue lo suficientemente claro para saber si era de alegría, para pedir auxilio o simple exclamación de quien no puede contener el impulso y tiene que ir más allá de los límites de la comunicación cotidiana.

Poco a poco se va alejando, pero sigo escuchando su corazón latir. Todavía domina mi cuerpo pero su actuación, pronto terminará. El escritor se muere, se apagará para siempre, no volverá a nacer, yo espero que no, pues nació de un parto difícil y pocas cosas aportó.

2002, 2003, 2004, 2005, 2006, 2007, 2008: siete años que no nos deja la lluvia, siete años llevándolo y es mucho tiempo en que no comprendo la razón. ¿Cuándo acabará ésto?, tendré paciencia. Lulita, hijita, coge el paraguas, soy la de la sombrilla en que descansas, la de las sábanas blancas, la que consigue el amor cuando la lluvia le cae encima de manera despiadada.

 
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