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Etiquetas | Política | Investidura | Pedro Sánchez

Ministerios con derecho de admisión

​Este jueves sabremos el resultado, no será fácil
Rafa Esteve-Casanova
miércoles, 24 de julio de 2019, 13:12 h (CET)

Lunes y martes asistimos a un triste espectáculo, el 28-A la mayoría de votantes depositaron en las urnas sus votos con la esperanza de que los mismos que hace un año llevaron al escaño azul de la Presidencia del Gobierno del Reino de España a Pedro Sánchez llegaran a un acuerdo para que la izquierda nominal, un centro izquierda moderado de facto, continuara durante una legislatura al frente del Gobierno para llevar a cabo la resolución de problemas pendientes que se habían quedado en el tintero, o en el cajón de las promesas olvidadas, durante los últimos meses con el PSOE al mando de la nave después de la defenestración de Mariano Rajoy gracias a la desinteresada ayuda de los independentistas catalanes y vascos. Pero llegó el primer día de la investidura y el aspirante Sánchez, después de tres meses mareando la perdiz, no supo, o no quiso dar la talla, o lo que es más grave, con su actitud nos hizo pensar que no tenía ningún interés en ocupar la presidencia del Consejo de Ministros con la ayuda de la izquierda y el empujón abstencionista de los independentistas catalanes y vascos.

Todo parecía que estaba “atado y bien atado”, perdón por la franquista frase, y que la votación del martes seria una mera actuación teatral para el jueves, antes de finalizar la función, investir con los votos favorables de Unidas Podemos, el PNV, Compromís i los cántabros de Revilla más la abstención de ERC y HBildu a Pedro Sánchez como Presidente del Gobierno de España. Pero a Pedro Sánchez se le despertó el ego, en dos horas de discurso tan sólo dedicó unos segundos a quienes se suponía estaban llamados a ser sus muletas para alcanzar la Presidencia, y ni tan siquiera pasó de puntillas por el principal problema político que tiene España en estos momentos: Catalunya.

La visceralidad, que no la racionalidad tan necesaria en momentos como los actuales, hizo acto de presencia tanto en el discurso de Sánchez como en las respuestas de Pablo Iglesias, y el fantasma de una nueva convocatoria electoral flotó en el ambiente. Un Pedro Sánchez, mendigando, desde la tribuna de oradores, la abstención del PP i C’s, la derecha más extrema que nunca ha tenido escaño en el Congreso, mientras ninguneaba los, para su investidura, votos abstencionistas de los independentistas catalanes y vascos, daba una imagen patética al tiempo que muchos pensábamos quién o quienes estaban empujándole a esta actitud. La imagen era la de un PSOE fuera de juego en ver que Pablo Iglesias había aceptado su propuesta apartándose de la carrera por un ministerio y había dejado la patata ardiendo, más que caliente, en las manos de los socialdemócratas.

En la sesión del martes las aguas parecían estar más calmadas, ambos contendientes aparcaron la visceralidad y tomaron el camino de la racionalidad, menos actuar con las tripas y más con el cerebro les pedían la mayoría de los que intervinieron en la sesión, comenzado por Gabriel Rufián, el representante de ERC, que les pidió soluciones y les tendió la mano para no evitar con los votos de su grupo un Gobierno de izquierdas, pese a las grandes diferencias existentes con el PSOE, un partido negador de los nacionalismos periféricos pero fiel defensor del nacionalismo español, incluso, a veces, del más radical, un partido marcado para muchos catalanes con el estigma del 155. Al final del día, y como estaba previsto Pedro Sánchez no fue investido aunque Unidas Podemos, PNV y Compromis en un gesto de buena voluntad y esperanza se abstuvieron para que las conversaciones para llegar a un gobierno de izquierdas lleguen a buen fin.

Este jueves sabremos el resultado, no será fácil. En España hay mucha gente al frente de los partidos que no tiene la costumbre de dialogar, no hay tradición de gobiernos estatales de coalición, y, lo que es más grave es que los ganadores de las elecciones, aunque no tengan la mayoría absoluta como le pasa ahora al PSOE, se consideran los dueños del cortijo y con todo el derecho a colgar, como parece han hecho en este caso, el cartel de “reservado el derecho de admisión” a la puerta del Consejo de Ministros. Hay muchos miedos a que los llamados “comunistas” entren en el Gobierno y detenten carteras ministeriales de las llamadas de Estado. Tal vez estos miedos son justificados ante la posibilidad de que pueda salir a la luz toda la porquería acumulada en las cloacas del Estado. Por eso los que ansiamos, de una vez por todas, un gobierno escorado a la izquierda, aunque sea un poco, no entendemos algunas de las posturas de la socialdemocracia española, lo mismo que tampoco creo las entiendas algunos de sus votantes, entre los que estoy seguro y conozco a más de uno, votan PSOE con la esperanza de que estas siglas defenderán sus derechos y libertades. Quizás lo puedan hacer el día que dejen de creer que el Consejo de Ministros es una propiedad particular y lancen a la basura el cartel de “reservado el derecho de admisión”. Ojala sea este jueves, unas nuevas elecciones pueden suponer un retraso en todo lo conseguido con la llegada al poder de los “trillizos” como llama Rufián a Casado, Rivera y Abascal.

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