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Francisco Javier Díez de Revenga presenta el poemario La estructura del aire de José Siles en Murcia

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El cronista y catedrático de literatura española Francisco Javier Díez de Revenga presentará este poemario el jueves 30 de mayo a las 19,30 en la Facultad de Letras de la Universidad de Murcia (Sala Andrés Baquero)

El cronista de la ciudad de Murcia y catedrático de literatura española, Javier Díez de Revenga presenta el próximo jueves 30 de mayo, a partir de las 19,30 horas, en la sala Andrés Baquero de la Facultad de Letras de la Universidad de Murcia (calle Santo Cristo, Murcia), el último poemario de José Siles: La estructura del aire y otros poemas invertebrados.


José Siles acaba de publicar en editorial Verbum su poemario La estructura del aire y otros poemas invertebrados. La estructura del aire es, en definitiva, un intento de catarsis fruto de la necesidad del autor por entender lo más esencial de la existencia parodiando ese elemento tan imprescindible y cotidiano como es el aire. En este poemario el autor no tiene problema alguno en 'gritar a los cuatro vientos' el propósito primario de su poesía revelando sus raíces más profundas: reconocerse, reencontrarse y crecer construyéndose como persona integrando, si es posible, los diferentes sujetos que han ido edificando su yo en diferentes etapas de su vida. El autor sabe que el aire es ubicuo y acompaña en todos y cada uno de los momentos de la vida sin revelar las intimidades de su estructura etérea. . En este poemario no desprovisto de una mirada irónica y un desconcertante sentido del humor, el aire acaricia el rostro de personajes venidos a menos o que nunca han tenido ocasión de vivir plenamente sus vidas, pero que no se amedrentan ante las adversidades o la monotonía. Sí, Siles, al compás de los versos va armando la nave poética que surca su existencia y cuyo rumbo sigue siendo un misterio. Según palabras del propio autor, esta necesidad de catarsis existencial es la que ha provocado la construcción de un poemario que puede introducir al lector en un planeta orbitado por palabras cargadas de emociones, significados, vivencias y conocimientos; palabras contaminantes que, tras su lectura, son capaces de transmitir la intensidad estética que se produce en el lector cuando su conciencia se identifica con el sentimiento expresado en versos emocionalmente contagiosos.


Francisco Herrera[1] ha glosado el poemario vinculándolo con la vida del autor:


Persiles[2] quería entender el mundo y buscó los saberes allá donde habitan los científicos sociales y en los goteros de los hospitales, como un hermeneuta insepulto exploró las resacas estigias y las utopías reptantes, y se dio cuenta de que el destino es infiel y flirtea con la memoria para acostarse con el tiempo y desbaratarlo todo, todo menos la risa y la verdad de Beatriz, y las ensoñaciones que burlan al tedio en pensiones egabrenses o las ensoñaciones de Lázara, de Florencia Khun, de Eric Bicarbonato, del soldador borracho, de Charo Finisterre, de churreras alucinadas entre el litoral almeriense y Tampico; ensoñaciones eróticas, expresionistas y ácidas, que escuecen en cada sístole y en cada diástole. Persiles huye del mundo vitriólico, pero esculpe palabras aún más vitriólicas, sabiendo como Requeni que “acaso viva/mucho más ese hombre que ahora escribe/solo en su cuarto, con furor, insomne/unos cuantos renglones azarosos”. Que vive más ese hombre que hace un protocolo exhaustivo del hastío y reivindica el Poniente, ese hombre que se sube al último piso y abraza “la antena colectiva en una azotea/ común”, que sabe la verdad de las máscaras y “de la gran mentira colectiva”. Persiles hurga en los desamaneceres, ensoñaciones de lobo estepario, penetra entre los visillos del balcón de la infancia en la casa de la calle San Cristóbal, allá en la patria de los corceles azules y “en la selva de los autistas vocacionales”. Persiles a veces se va a los pretiles del mar y escucha ladridos de agua que le dicen que abandone la cabalgata y se haga cantante de ópera, adiós a las raíces, a las pirámides y a los museos, “sin volver la vista/atrás” (…): “Escribir, escribir, escribir/ la monótona misión del lírico/ sacrificar el sentimiento/ sometiéndolo a la tortura/ del signo/ maestro de todas las exhibiciones.”


Y así, palabra tras palabra, verso a verso, memoria en ristre, “en el aroma místico del ayer”, evocación tras evocación, lobo estepario del mar, rapsoda de dipsómanos caídos, Persiles, griego impenitente insiste en los elementos, en la estructura del aire, pero siempre con la tierra, el mar y el fuego presentes. Amador del aire (aire/vida), pero “buscando la orilla perdida del aire (…) Pesiles anhela a veces más que nunca la vida, esa vida que se nos escapa casi sin estrenar, entregados como estamos a lo accesorio, a lo vacuo, a lo inútil. Amar el aire/vida sin límites y conjeturas, pero el poeta sabe que el aire “no tiene estudios” y que a veces es vengativo y enfurecido te arranca del mundo, que con paciencia el oxígeno te oxida y que inexorablemente la vejez con su luz de carcoma aparece:


“Pero envejezco más aprisa que en el cementerio las flores/ Porque sigo respirando de forma voluntaria/ Ya me dijeron que es natural esto mío/Que respirar y llenarme contigo ¡oh aire puro!/Es matarme con lentitud racional ausente de delirio/ Marchitarme a lo grande resguardando la salud sin apuro”


Persiles añora la vida y añora el bálsamo de la muerte, amarrado al último noray, con alma de cardiópata, escucha de pronto que alguien que está en la platea, entre el público, escuchando sus versos, le pregunta: Persiles, ¿es usted un poeta posnovísimo? Y él con el sombrero ligeramente ladeado, la barba rala y cana, la pose tímida y romántica, con el alma de los poetas malditos y mitómanos, responde airado: ¡Qué sé yo, señora, pregúnteselo usted a Luis Antonio de Villena! Solo sé que mañana será otro día y tampoco de eso estoy muy seguro. Persiles se levanta parsimonioso, tocándose los bolsillos, buscando un cigarro inexistente, para prenderle fuego y escrutar en el humo la estructura invertebrada del aire, elemento caprichoso y según dicen algunos eterno. El poeta sale de la sala y ya en la noche callada escribe en su mente el poema de un místico desengañado:


“Recuelo del destino ahogado en mi zozobra/ A medio camino entre el todo y la nada/Sin alba que la luz recobra/Para divisar los lindes de la vida amada/Ni oscura noche que maniobra/Para perderme en sueños que la profundidad anuda/Ausente sosiego retirado y lejano/Desconsolado desamparo que me has dejado/En la incertidumbre abrazado/Tras tu previsible abandono/ y ya más cerca de la nada que del todo/En esta hora misma, tu vuelta reclamo y pregono/ para sentir antes del final…un resquicio de alivio y acomodo./ Filtro de existencias destiladas en mi alma/Durante un tiempo me habéis acompañado en este viaje/ Plagado de vacilaciones, dudas y cubiertos por la bruma/Sin duda, pájaros somos del mismo plumaje/Un colectivo de aves emigrantes de porvenir yermo/ Vendido por un azar sin estrella…es nuestro bagaje.”


Francisco Herrera Rodríguez
José Siles es escritor y catedrático de la Universidad de Alicante. Ha publicado varios libros de relatos y de novela entre los que destacan: La última noche de Erik Bicarbonato. Premio de novela Iruña Bake, Bilbao; (Aguaclara, 1992), El hermeneuta insepulto. Premio de narrativa Ciudad de Villajoyosa (1993), La delirante travesía del soldador borracho (1994), El latigazo (Huerga & Fierro, 1997), La Venus de Donegal (Libertarias Prodhufi, 2012), La Utopía Reptante y Otros Relatos, y Kartápolis (Amarante, 2017). Su obra poética está formada por varios libros Protocolo del hastío (1996), El sentido del navegante (2001), La sal del tiempo (2006), “Los Tripulantes del Líricus”, y La estructura del aire y otros poemas invertebrados”También ha publicado en revista internacionales de poesía: Arquitrave, Baquiana, Perito en Luna, Letralia, etc. También ha sido incluido en varias antologías de poesía: Poetas Valencianos del 90. Antología y Diccionario (Editor Ricardo Llopesa). Instituto de Estudios Modernistas, Valencia, 2000; Diez voces de la poesía actual (antología). Editorial Trirremis, Murcia, 2018.


Web autor: https://www.josesiles.com/


https://www.josesiles.com/ https://es.wikipedia.org/wiki/José_Siles_González https://editorialamarante.es/autores/jose-siles-gonzalez https://rua.ua.es/dspace/bitstream/10045/72943/1/CultCuid_49_23.pdf https://rua.ua.es/dspace/bitstream/10045/75379/1/CultCuid_50_21.pdf


Datos de contacto


Víctor Bar


culturacuidados@gmail.com


[1] Extraído del prólogo de La estructura del aire de Francisco Herrera Rodríguez (La estructura del aire. Madrid: Verbum, 2019, 13-19)


[2] El prologuista emplea esta expresión cervantina para referirse al autor.


Francisco Javier Díez de Revenga presenta el poemario La estructura del aire de José Siles en Murcia

Comunicae
lunes, 27 de mayo de 2019, 16:59 h (CET)
El cronista y catedrático de literatura española Francisco Javier Díez de Revenga presentará este poemario el jueves 30 de mayo a las 19,30 en la Facultad de Letras de la Universidad de Murcia (Sala Andrés Baquero)

El cronista de la ciudad de Murcia y catedrático de literatura española, Javier Díez de Revenga presenta el próximo jueves 30 de mayo, a partir de las 19,30 horas, en la sala Andrés Baquero de la Facultad de Letras de la Universidad de Murcia (calle Santo Cristo, Murcia), el último poemario de José Siles: La estructura del aire y otros poemas invertebrados.


José Siles acaba de publicar en editorial Verbum su poemario La estructura del aire y otros poemas invertebrados. La estructura del aire es, en definitiva, un intento de catarsis fruto de la necesidad del autor por entender lo más esencial de la existencia parodiando ese elemento tan imprescindible y cotidiano como es el aire. En este poemario el autor no tiene problema alguno en 'gritar a los cuatro vientos' el propósito primario de su poesía revelando sus raíces más profundas: reconocerse, reencontrarse y crecer construyéndose como persona integrando, si es posible, los diferentes sujetos que han ido edificando su yo en diferentes etapas de su vida. El autor sabe que el aire es ubicuo y acompaña en todos y cada uno de los momentos de la vida sin revelar las intimidades de su estructura etérea. . En este poemario no desprovisto de una mirada irónica y un desconcertante sentido del humor, el aire acaricia el rostro de personajes venidos a menos o que nunca han tenido ocasión de vivir plenamente sus vidas, pero que no se amedrentan ante las adversidades o la monotonía. Sí, Siles, al compás de los versos va armando la nave poética que surca su existencia y cuyo rumbo sigue siendo un misterio. Según palabras del propio autor, esta necesidad de catarsis existencial es la que ha provocado la construcción de un poemario que puede introducir al lector en un planeta orbitado por palabras cargadas de emociones, significados, vivencias y conocimientos; palabras contaminantes que, tras su lectura, son capaces de transmitir la intensidad estética que se produce en el lector cuando su conciencia se identifica con el sentimiento expresado en versos emocionalmente contagiosos.


Francisco Herrera[1] ha glosado el poemario vinculándolo con la vida del autor:


Persiles[2] quería entender el mundo y buscó los saberes allá donde habitan los científicos sociales y en los goteros de los hospitales, como un hermeneuta insepulto exploró las resacas estigias y las utopías reptantes, y se dio cuenta de que el destino es infiel y flirtea con la memoria para acostarse con el tiempo y desbaratarlo todo, todo menos la risa y la verdad de Beatriz, y las ensoñaciones que burlan al tedio en pensiones egabrenses o las ensoñaciones de Lázara, de Florencia Khun, de Eric Bicarbonato, del soldador borracho, de Charo Finisterre, de churreras alucinadas entre el litoral almeriense y Tampico; ensoñaciones eróticas, expresionistas y ácidas, que escuecen en cada sístole y en cada diástole. Persiles huye del mundo vitriólico, pero esculpe palabras aún más vitriólicas, sabiendo como Requeni que “acaso viva/mucho más ese hombre que ahora escribe/solo en su cuarto, con furor, insomne/unos cuantos renglones azarosos”. Que vive más ese hombre que hace un protocolo exhaustivo del hastío y reivindica el Poniente, ese hombre que se sube al último piso y abraza “la antena colectiva en una azotea/ común”, que sabe la verdad de las máscaras y “de la gran mentira colectiva”. Persiles hurga en los desamaneceres, ensoñaciones de lobo estepario, penetra entre los visillos del balcón de la infancia en la casa de la calle San Cristóbal, allá en la patria de los corceles azules y “en la selva de los autistas vocacionales”. Persiles a veces se va a los pretiles del mar y escucha ladridos de agua que le dicen que abandone la cabalgata y se haga cantante de ópera, adiós a las raíces, a las pirámides y a los museos, “sin volver la vista/atrás” (…): “Escribir, escribir, escribir/ la monótona misión del lírico/ sacrificar el sentimiento/ sometiéndolo a la tortura/ del signo/ maestro de todas las exhibiciones.”


Y así, palabra tras palabra, verso a verso, memoria en ristre, “en el aroma místico del ayer”, evocación tras evocación, lobo estepario del mar, rapsoda de dipsómanos caídos, Persiles, griego impenitente insiste en los elementos, en la estructura del aire, pero siempre con la tierra, el mar y el fuego presentes. Amador del aire (aire/vida), pero “buscando la orilla perdida del aire (…) Pesiles anhela a veces más que nunca la vida, esa vida que se nos escapa casi sin estrenar, entregados como estamos a lo accesorio, a lo vacuo, a lo inútil. Amar el aire/vida sin límites y conjeturas, pero el poeta sabe que el aire “no tiene estudios” y que a veces es vengativo y enfurecido te arranca del mundo, que con paciencia el oxígeno te oxida y que inexorablemente la vejez con su luz de carcoma aparece:


“Pero envejezco más aprisa que en el cementerio las flores/ Porque sigo respirando de forma voluntaria/ Ya me dijeron que es natural esto mío/Que respirar y llenarme contigo ¡oh aire puro!/Es matarme con lentitud racional ausente de delirio/ Marchitarme a lo grande resguardando la salud sin apuro”


Persiles añora la vida y añora el bálsamo de la muerte, amarrado al último noray, con alma de cardiópata, escucha de pronto que alguien que está en la platea, entre el público, escuchando sus versos, le pregunta: Persiles, ¿es usted un poeta posnovísimo? Y él con el sombrero ligeramente ladeado, la barba rala y cana, la pose tímida y romántica, con el alma de los poetas malditos y mitómanos, responde airado: ¡Qué sé yo, señora, pregúnteselo usted a Luis Antonio de Villena! Solo sé que mañana será otro día y tampoco de eso estoy muy seguro. Persiles se levanta parsimonioso, tocándose los bolsillos, buscando un cigarro inexistente, para prenderle fuego y escrutar en el humo la estructura invertebrada del aire, elemento caprichoso y según dicen algunos eterno. El poeta sale de la sala y ya en la noche callada escribe en su mente el poema de un místico desengañado:


“Recuelo del destino ahogado en mi zozobra/ A medio camino entre el todo y la nada/Sin alba que la luz recobra/Para divisar los lindes de la vida amada/Ni oscura noche que maniobra/Para perderme en sueños que la profundidad anuda/Ausente sosiego retirado y lejano/Desconsolado desamparo que me has dejado/En la incertidumbre abrazado/Tras tu previsible abandono/ y ya más cerca de la nada que del todo/En esta hora misma, tu vuelta reclamo y pregono/ para sentir antes del final…un resquicio de alivio y acomodo./ Filtro de existencias destiladas en mi alma/Durante un tiempo me habéis acompañado en este viaje/ Plagado de vacilaciones, dudas y cubiertos por la bruma/Sin duda, pájaros somos del mismo plumaje/Un colectivo de aves emigrantes de porvenir yermo/ Vendido por un azar sin estrella…es nuestro bagaje.”


Francisco Herrera Rodríguez
José Siles es escritor y catedrático de la Universidad de Alicante. Ha publicado varios libros de relatos y de novela entre los que destacan: La última noche de Erik Bicarbonato. Premio de novela Iruña Bake, Bilbao; (Aguaclara, 1992), El hermeneuta insepulto. Premio de narrativa Ciudad de Villajoyosa (1993), La delirante travesía del soldador borracho (1994), El latigazo (Huerga & Fierro, 1997), La Venus de Donegal (Libertarias Prodhufi, 2012), La Utopía Reptante y Otros Relatos, y Kartápolis (Amarante, 2017). Su obra poética está formada por varios libros Protocolo del hastío (1996), El sentido del navegante (2001), La sal del tiempo (2006), “Los Tripulantes del Líricus”, y La estructura del aire y otros poemas invertebrados”También ha publicado en revista internacionales de poesía: Arquitrave, Baquiana, Perito en Luna, Letralia, etc. También ha sido incluido en varias antologías de poesía: Poetas Valencianos del 90. Antología y Diccionario (Editor Ricardo Llopesa). Instituto de Estudios Modernistas, Valencia, 2000; Diez voces de la poesía actual (antología). Editorial Trirremis, Murcia, 2018.


Web autor: https://www.josesiles.com/


https://www.josesiles.com/ https://es.wikipedia.org/wiki/José_Siles_González https://editorialamarante.es/autores/jose-siles-gonzalez https://rua.ua.es/dspace/bitstream/10045/72943/1/CultCuid_49_23.pdf https://rua.ua.es/dspace/bitstream/10045/75379/1/CultCuid_50_21.pdf


Datos de contacto


Víctor Bar


culturacuidados@gmail.com


[1] Extraído del prólogo de La estructura del aire de Francisco Herrera Rodríguez (La estructura del aire. Madrid: Verbum, 2019, 13-19)


[2] El prologuista emplea esta expresión cervantina para referirse al autor.


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