Nada tenemos que alegar a la concesión del tercer grado penitenciario a Oriol Pujol, con los beneficios que conlleva, pero sí reparar en la diferencia de trato con otros reclusos que, como Pujol, no representan peligro alguno para la convivencia social y a los que se mantiene sin progresión de grado, pese a que sus circunstancias personales lo permiten. Sin ir más lejos, los casos de Iñaki Urdangarín o Rodrigo Rato. La Justicia en España no puede ser ni ejemplarizante ni vengativa ni, por supuesto, admite agravios comparativos. Parece que finalmente ha rectificado, esperemos que la anterior concesión del tercer grado no haya estado manchada con intereses políticos. Rectificar es de sabios.
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