Los partidos políticos hoy viven casi obsesivamente del marketing y las apariencias. Olvidan que presentar candidatos honrados es la primera decisión acertada: obtener votos es generar confianza ciudadana hacia un candidato.
Los partidos políticos, en ocasiones, presentan candidatos sobre los que hay un nubarrón de dudas sobre su honradez, casi sólo con la duda de si los asuntos turbios acabarán en el juzgado y si será condenado o no: ahora tienen ocasión de elegir candidatos honrados.
Cuando algo huele a podrido, no suele fallar: es que está podrido o tenemos una cloaca al lado. Ahora que los partidos hablan tanto de renovación y regeneración, buscando también candidatos independientes, no debería ser tan difícil retirar de las candidaturas a quienes huelen a podrido, incluso si son ahora alcaldes o diputados. No es juzgar con precipitación, sino garantizar la honradez de los candidatos, por el bien del propio partido: basta recordar la frase de Plutarco, sobre Pompeya Sila, la mujer de Julio César: “la mujer del César no sólo debe ser honrada sino también parecerlo”. Pues un candidato en una democracia debe estar limpio.
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